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“Nada puede ir bien en un sistema político en
el que las palabras contradicen los hechos”
Napoleón Bonaparte

¿Por qué mentir?
Si se preguntan ¿Cuántas veces al día la gente miente? ¿Por qué lo hace? ¿Tendrá miedo a decir como las cosas sucedieron realmente? ¿Será por costumbre? ¿O miente por que la gente tiene miedo de quedar en ridículo?
Y hay más cuestionamientos: ¿A quien miente, a los otros, a ella misma?
Ahora bien, siendo honestos todos mentimos de manera aislada o por que no también decirlo, de manera frecuente, hasta llegar a hacerlo un hábito cotidiano, sin darnos cuenta que esta acción está implicando un desgaste en nuestro ser, que provoca un sentimiento de culpa, que puede ser de dimensiones y duración variable.
También se dice que hay “mentiritas blancas” que se les dicen a los niños o “mentiras piadosas” a enfermos. ¿Se justifican estas mentiras?

¿Y la verdad?
Santo Tomás dice: “La verdad propiamente no está más que en el entendimiento”
La pregunta que nos viene es: ¿Qué significa que la verdad está propiamente en el entendimiento?
El entendimiento tiene dos funciones:
1. La simple aprehensión por la que se capta una esencia sin afirmar ni negar nada de ella: verdad ontológica o entitativa, en que la cosa se comporta pasivamente frente al entendimiento o a la idea ejemplar de la que depende, así la verdad de las cosas artificiales respecto a las ideas de los artífices, y de las cosas naturales respecto a las ideas divinas.
2. El juicio por el que dos conceptos son unidos o separados, afirmando o negando uno del otro: verdad lógica o cognoscitiva, en la cual el entendimiento se comporta pasivamente frente a la cosa y ésta es la verdad de los juicios acomodados a la realidad.
Por la segunda función del entendimiento es por lo que la verdad esta propiamente en el entendimiento (lo que dice Santo Tomás).
La verdad es la relación de conformidad que guardan entre sí el entendimiento y el ser o la cosa; bien sea que la cosa se acomode o ajuste al entendimiento (o alguna idea o juicio del entendimiento), bien sea que el entendimiento se conforme o adecue a la cosa: la verdad es la adecuación del entendimiento y la cosa.

La verdad es “análoga” (plurivalente), con analogía de distribución y hay una gradación entre sus distintos analogados:

1. La primera verdad es el Entendimiento Divino que es la perfección máxima y el último fin de todo el universo. Es inmutable: arraigada en Dios.

2. Las verdades segundas o derivadas:
a. Verdad de las cosas creadas (verdad ontológica o entitativa): una cosa es esencialmente verdadera cuando está acomodada al entendimiento del cual depende, la cosa y su verdad ontológica se identifican con la realidad. La verdad de las mismas cosas radica en el ser mismo de las cosas. Y por eso mientras ellas conserven su ser, conservan su verdad.
b. La verdad de los entendimientos creados (la verdad lógica o cognoscitiva): esta verdad radica siempre en un sujeto (el hombre), y versa sobre un objeto. La verdad de los entendimientos creados puede mudarse en otra verdad y también en falsedad. Si la adecuación entre el sujeto y el objeto es completa tendremos la verdad. Pero si la adecuación es incompleta o no existe por la causa que sea, tendremos la mentira, una verdad a medias o una supuesta verdad.

Teniendo ya un esquema referencial sobre la verdad, podremos contestar los cuestionamientos que nos hicimos al principio sobre ¿Por qué mentir? Y sus consecuencias.
La persona que desde niño acostumbra decir mentiras, ya como hábito para librarse de responsabilidades, o justificar sus imperfecciones. Será una persona siempre esclava de la mentira, cayendo en una espiral perversa, en que para justificar una mentira tiene que decir otra, y puedo decirles que la mentira tarde o temprano sale a la luz y aunque la verdad implique riesgos vale la pena correrlos, pues con ellos se alcanza lo que la mayoría de la gente anhela: la libertad. Y de las dos libertades que existen: la libertad física (la capacidad puramente física de hacer esto o lo otro), y la libertad moral o de fin, que es la más importante, que consiste más bien en una liberación o señorío y dominio del hombre mismo, en escapar a la servidumbre de la materia y del mal para acceder al reino del espíritu y del bien, y esta libertad tiene su fundamento en la recta razón. La verdad lógica de la razón práctica es la libertad moral. Por eso, la libertad verdadera o en su más pleno sentido, es la libertad moral. A todos los humanos la libertad nos hace libres.

Quizá nadie sepa a ciencia cierta porque la gente tiende a mentir, pero se puede decir que se debe a que la gente no cree en ella misma ni en sus ideales, y por tratar de integrarse a una sociedad cae en la mentira, pero ¿por qué no conocernos primero a nosotros mismos?, y ¿a nuestras necesidades para auto-agradarnos y así después tratar de agradar a otros? El hombre debe dejar de ser débil y elevarse de lo material a lo espiritual para lograr que la verdad de los entendimientos creados sea inmutable y lo hará fuerte, no solo por que lo asienta sobre un cimiento inconmovible, sino porque descubre la dimensión espiritual de su naturaleza y lo implanta en ella; y el espíritu es firme y fuerte sobre toda ponderación

La verdad de los entendimientos creados, donde la verdad radica en el sujeto (el hombre), la verdad es perfección y perfección máxima para el sujeto en que radica y al objeto que se dirige, la verdad es para el objeto ennoblecimiento y elevación. La verdad en todos los casos hace al hombre perfecto.
La persona que acostumbra mentir, pierde su credibilidad, la confianza de los demás y al final se encuentra separada de sus semejantes, con problemas no solo sociales, sino lo que es peor en su trabajo y lo más doloroso en su familia. Otro de los grandes bienes que la posesión de la verdad acarrea es el unir en acordada convivencia. La verdad nos une, mientras el error nos separa. La verdad es un bien espiritual indefinidamente participable o comunicable sin división o mengua, pues es una posesión en común, motivo por el cual nos une.

Para terminar lector puedo decirte que:
La verdad te hace libre, fuerte, perfecto, unido.

Fuente:

García López, Jesús. El valor de la Verdad y otros estudios. El valor Verdad. Ed. Gredos. Madrid, 1965


Texto agregado el 03-05-2009, y leído por 5580 visitantes. (3 votos)


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