Ya no sé qué hacer ni qué pensar. Toda mi vida me he preguntado la razón de mi existencia. Hay veces en las cuáles me convenzo que soy sólo un error. Todo lo que gira a mí alrededor carece de sentido, siento que me estoy volviendo loca. Ya no escucho a mi padre gritándome que me calme, ni a mi madre llorando desconsoladamente, lo único que retumba en mis oídos son aquellas campanadas, las escucho cada vez más fuertes. Es como si estuviera reviviendo ése momento al mismo tiempo que me alejo del presente. ¡Qué día aquél! Ese en el que todas mis esperanzas e ilusiones se vinieron abajo…
Una semana antes de aquel trágico día para mi mente, una amiga me invitó a una boda. Era una a miga de muchos años, no podía decirle que no, pero debí haberlo hecho. Su prima iba a casarse por lo que sería una dama de honor pero aún faltaba otra y la prima me suplicó que yo lo fuera, acepté un poco aturdida ante tan repentino ofrecimiento. La semana transcurrió entre ensayos y pruebas de vestuario, pero por circunstancias no conocidas nunca llegué a conocer al novio hasta el mismo día de la boda.
Justo al hacer mi entrada a la iglesia lo vi. Estaba ahí serio pero decidido, lo reconocí al instante pero él no a mi. ¿Cómo podría si nunca intercambié palabra alguna con él? Pero segura de lo que mis ojos veían supe enseguida que se trataba de aquél niño a quien tanto miraba en la escuela y nunca había dejado de pensar en aquellos rasgos que tanto me atraían. Ahí estaba, frente a mí en la espera de su prometida. Dejándome llevar por mis pensamientos de cómo yo estaba siendo cómplice de mi propio destrozo sentimental, no pude soportar verlo casarse con otra y corrí. Corrí más de lo que uno puede al sentirse perseguido por el pasado, la desgracia, la desesperanza…
Me hundí en mi llanto por dos días con todos preguntándose que me habría pasado, pero nadie adivinando. No podía decirlo, se que nadie comprendería, dirían que se trataba de un amor de niña que nada vale. Yo sé que no es así, algo me dice que jamás lo podré olvidar, que él permanecerá en mí aunque trate de arrancarlo odiándolo por no saber mi nombre ni que existe alguien que lo amaría hasta que la luna explotara de envidia por lo que siento. Es un amor imposible y lo sé. Éste sentimiento no revelado morirá conmigo. Ese hombre nunca fue para mí, no merecía ser querido así.
Lo entiendo todo ahora en éste cuarto blanco donde me dan pastillas e inyecciones dos veces al día. Estoy aquí desde que lo volví a ver, desde que mi corazón no encontró otro lugar donde llenar lo que él había arrancado y en vez se desquitó con mi mente. Dije cosas de las que me arrepiento, busqué consuelo pero a cambio encontré locura.
Sé que ya no debo preocuparme, ya no estaré aquí mañana. A él, por quien me desvivía pensando e imaginando, ahora estoy dispuesta a darle mi vida. Con esa navaja que logré esconder me iré soñando con una caricia suya. |