La alquimia del artista
Capitulo I: Sobre la Creación.
El artista exhausto observa la obra y exclama:
- ¡El arte es un acto creativo! ¡Lo que nos une a Dios es ser creativos!
- ¡Moldes, moldes, moldes, todo son moldes, insultan a Dios con tantos moldes! ¡Castran su esencia creativa!
Capitulo II: El artista.
El artista, es pintor, tiene su taller en su propia villa, un acto extraño para la época, donde los artistas reconocidos tenÃan sus talleres en las ciudades. El artista decÃa ante esto con su efusividad caracterÃstica: - ¡La inspiración divina proviene de la naturaleza!
El artista era famoso en aquella ciudad por sus debates, cortos, acalorados, argumentos llenos de pasión y de teologÃa, combinando asà lo profano con lo sagrado en cada una de sus intervenciones. Si el artista querÃa poner especial énfasis en una idea que deseaba expresar lo hacia a través de una máxima teológica y de un fuerte gruñido. La forma en que combinaba sus propias ideas de Dios y de la vida con las de los filósofos de la Iglesia, daba un particular rasgo a sus discursos, que todo el cÃrculo social de aquella ciudad conocÃa.
Alguna vez que se encontró en una comitiva con un alto magistrado de la Iglesia, este le dijo: - Deja las cosas de Dios a los que sirven a Dios, y las cosas de la forma a los que sirven a la forma.
El artista exclamo: - ¡Herejiiiia, Dios y el arte son una unidad indisoluble!
Capitulo III: Sobre las formas.
Los canones fueron durante mucho tiempo tomados como un gran logro por los habitantes de aquella ciudad, de aquel mundo en el que vivÃa el artista.
En los canones se encontraban las buenas maneras, y las buenas maneras regÃan los códigos de conducta social aceptables.
Inicialmente los canones fueron el intento de los eruditos de aquella época por emular en lo humano las proporciones divinas. Luego de muchas elucubraciones, de mucha Summa Theologica, llegaron a la conclusión de que las proporciones divinas, de las ciudades celestiales, no podÃan ser emuladas en la tierra, excepto a través del ritual sagrado de la Iglesia, y el oficio artÃstico.
No obstante entre los nobles de la época, y su pedante forma de ser, fue bien recibida la idea de que a través de los mas mÃnimos gestos y detalles, ellos, que no se contaban entre los vulgares vasallos, ellos, que pertenecÃan a una orbe privilegiada; podÃan reproducir las divinas proporciones, fuente inspiradora de las buenas maneras, y asà adquirir los buenos modales que esperaban tuvieran los nobles habitantes de los cielos.
Además conservaron la costumbre de magnificar los lugares donde se realizaban las ceremonias de la Iglesia, construyendo magnÃficos templos que conservaban las proporciones divinas, la arquitectura sagrada, según los maestros que las construÃan. Eso si con exuberantes palcos donde pudieran sentirse mas cerca de lo divino.
También les gustaba adquirir arte de este tipo, que conservara el estilo clásico de los eruditos italianos. El artista era reconocido por esto, gracias a sus estudios.
Capitulo IV: El artista y los canones.
Los canones se convirtieron asà en gesticulaciones, en ademanes, en códigos corporales que conservaban los cÃrculos de aristócratas en sus reuniones sociales. Todo un lenguaje corporal que exhaltaba una y otra vez la grandeza de los anfitriones y de sus invitados.
El artista pinto hasta la saciedad a los dignatarios en todas las poses requeridas para los canones de los retratos, luego a sus familias, luego a los dignatarios y sus mascotas, los dignatarios y sus palacios; todo según las divinas proporciones heredadas de los maestros italianos.
Un dÃa el artista reflexionaba acerca de los maestros que habÃan descubierto estas proporciones, ¿como lo habÃan logrado? Él artista descubrió el interés especial que estos tenÃan por la observación y la experimentación de todo tipo.
Luego ellos inventaron toda clase de maquinarias, crearon maquinas para emular la naturaleza, el máximo acto creativo. Con esta idea en mente el artista salio a pintar cerca del bosque de su villa.
Capitulo V: La herejÃa del artista.
El artista recorrÃa los campos y pintaba los amantes, los campesinos, los borrachos, todo el que se cruzaba en su camino y que estuviera dispuesto a posar durante las horas y dÃas que duraba su labor artÃstica.
De pronto el artista comenzó a apreciar allà las divinas proporciones, por lo cual su repertorio de obras creció más allá de su servicio a los nobles, sus intereses y caprichos. En los mas vulgares actos de la época, según la opinión de los privilegiados, el artista veÃa la inteligencia divina.
La herejÃa que cometió el artista fue llevar las divinas proporciones a la gente. Para los nobles y los sacerdotes, solo las divinas proporciones debÃan de ser usadas para pintar lo bello, lo armónico, lo suntuoso, es decir ellos mismos.
Él, encontró estas divinas proporciones en la naturaleza humana, en toda la naturaleza humana, y asà desdivinizo a los poderosos, y les hizo creer a los vasallos que ellos también eran merecedores de ser apreciados según las proporciones sagradas.
Capitulo VI: El despertar.
El artista en sus viajes por los campos y los pequeños barrios marginales de las ciudades descubrió algo que ya presentÃa: la miseria.
El artista aprendió a compenetrarse con esa miseria, frecuento los bares, los burdeles, los lugares que eran inasequibles para alguien de su posición, allà probo el veneno de la lujuria, del desenfreno y del libertinaje. Luego llevo la decadencia de los sentidos a su villa.
Entre los campesinos y vasallos el artista se sentÃa libre de los canones, de las reglas, ¡de las malditas buenas maneras!
El artista daba una nueva bofetada a los que lo protegÃan una y otra vez de los acosos de los tribunales de la Iglesia.
Capitulo VII: Bajando a los inframundos.
El artista en sus bacanales comenzó a comprender a estas personas que él contemplaba como sátiros, como duendes, como personajes de fábula salidas de las antiguas creencias de las gentes del campo. El artista logro ver a través de sus poses de decadencia e inmoralidad, su humanidad, su razón. Y para su sorpresa y con horror creyó descubrir la causa de la miseria generalizada de su época: sostener el mundo de los privilegiado.
De dÃa los personajes de sus fabulas se convertÃan en vasallos, en esclavos; de noche desataban su furia, rompÃan sus cadenas, y se burlaban a través de actos depravados de todas las buenas maneras.
El artista comenzó a odiar todo aquello que quiso llegar a ser algún dÃa. Un maestre en el arte de la pintura, con un buen cúmulo de protectores que pudieran financiar sus investigaciones en el campo de las proporciones divinas.
Capitulo VIII: El mundo de las mascaras.
En este estado comenzó a ver el mundo de los aristócratas como un mundo caricaturesco, revelando a través de su pintura lo que él creÃa que era su verdadera naturaleza. Comenzó a ver los demonios que tanto azusaban los sacerdotes escondidos debajo de sus túnicas, de su hipocresÃa.
HipocresÃa porque el artista bien sabÃa que los nobles también escapaban de su tedio a través de fiestas nocturnas, más secretas, mas ocultas que las de los labriegos pero no por ello menos indecorosas, menos indecentes.
En medio de disfraces y mascaras sus identidades quedaban ocultas y creÃan poder desenfrenar sus pasiones, que se desbordaban en todo tipo de extravagancias sexuales.
El artista decidió después de experimentar el desenfreno de las pasiones animales, ejercer su razón humana. Aunque conservando hasta el final de sus dÃas, su pasión por la lujuria, como un legado de sus tiempos de sátiro, lo cual le conllevo a graves afecciones en su posterior vejez.
Capitulo IX: Viaje a la tierra de la libertad.
El artista comprendió que solo la razón era capaz de hacer que los hombres de buena voluntad comprendieran la ridiculez de sustentar semejante farsa, asà decidió dejar los burdeles y dedicarse a buscar quienes pudieran apoyar realmente su causa: derrocar a la monarquÃa, y para ello iba a usar los aportes que los monarcas le daban por sus obras.
Capitulo X: En la tierra del alquimista.
En uno de tantos bacanales él artista pasado de copas se quito su mascara y grito:
- ¡MÃrenme, el demonio ha revelado su rostro!
Para muchos fue un acto lleno de gracia, de esos que solo puede producir el buen vino, para otros, un acto peligroso que podÃa acabar con la reserva y prudencia que debÃan de conservar sus exclusivas actividades nocturnas.
El artista viajo a Francia por recomendación de una de sus amantes y protectora. Ella lo persuadió a través de su fascinación por los misterios de la naturaleza, sabiendo de antemano que lo hacia para proteger su vida.
Ella le acordó una cita en Francia con el alquimista, de quien se decÃa podÃa convertir los metales en oro y producir de la nada gemas fantásticas.
Capitulo XI: El alquimista.
- Veo artista que sus motivos son más profundos que ver un truco de gitano. Por eso le revelare el verdadero significado de la alquimia. Le dijo el alquimista al verlo en las afueras de una gran villa que pertenecÃa a la viuda de un aristócrata francés.
- Asà como en la naturaleza, el hombre posee elementos burdos y elementos puros. En la naturaleza los elementos burdos son los metales como el mercurio, en el hombre son sus bajas pasiones.
- Los metales deben de pasar por un proceso de purificación a través del fuego para llegar a convertirse en el elemento más puro y valioso: el oro. El hombre debe de elevarse a través de sus pasiones hacia la virtud, en donde el hombre eleva su alma a la comprensión de la virtud divina.
- Solo la virtud divina permite al hombre la comprensión de la proporción divina, y su medida en ella.
- Ahora dÃgame artista, ¿Cuál de los dos oros desea obtener? ¿El oro que exalta los instintos o el oro que exalta el alma? He allà la labor de su trabajo alquÃmico.
Capitulo XII: La orden.
En Francia no se reunÃan en las noches solo a hacer bacanales y orgÃas como en su amada España, sino a discutir acerca de múltiples temas, velados a las reuniones sociales matutinas: la alquimia, la nigromancia, la polÃtica, la economÃa, entre muchos tantos. Asà como en la época de los griegos, en Francia la expresión libre de las ideas era bienvenida.
Las reuniones del club ser realizaban sin previo acuerdo, en cualquier lugar, especialmente las tabernas de ciertos barrios, que mas que tabernas parecÃan pasadizos. Pasadizos comunicados entre si formando laberintos en las entrañas parisinas.
Inspirados en el libre uso de la razón como llamaban los franceses a su club nocturno, la libertad se convirtió en el tema preferido de estos encuentros clandestinos. Por supuesto sus primeras retoricas consistÃan en enumerar los múltiples crÃmenes actuales e históricos de la nobleza. Luego comenzaron poco a poco a buscar alternativas.
HabÃa algunos que citaban a los antiguos y defendÃan la republica, el gobierno de los sabios, al cual solo era posible acceder a través del merito como ciudadano. - Solo un ciudadano es capaz de representar a otro ciudadano, y solo quien se considera como un ciudadano puede ser representado por otro ciudadano. DecÃan.
Otros más vanguardistas defendÃan la democracia, el gobierno de las mayorÃas, al cual solo era posible acceder a través de la representación popular, al ser caudillo del pueblo.
Esta forma de gobierno tenia especial interés para los comerciantes. Los comerciantes se interesaban en estos debates porque querÃan encontrar la manera de evadir el fisco de la nobleza, sobre sus importaciones de las colonias europeas en todo el mundo.
De estos decÃa el artista:- ¡No son más que piratas bien vestidos!
- ¡El poder de los comerciantes esta en ilusionar al pueblo prometiéndole toda clase de maravillas, solo para obtener su respaldo al igual que los nobles y los curas, expertos en teatralidad y en prometer lo que de antemano saben que no pueden cumplir!
La pregunta general que quedaba de estos encuentros era: ¿quien podÃa ser lo suficientemente sabio para conducir un pueblo? ¿Quiénes podÃan ser lo suficientemente sabios para conducirlo?
El artista pregunto por el alquimista entre la nobleza pero de él ya nada se sabia.
Capitulo XIII: La orden entre los nobles.
Muchos discursos memorables se pronunciaron en estos encuentros nocturnos, muchos de ellos solo pudieron ser escuchados por unos cuantos, entonces surgió la idea entre todos los que se habÃan permitido la libre expresión de la razón, que sus ideas llegaran a las razones de los ciudadanos para iluminarlas. Que la luz de la sabidurÃa, ilumine la caverna de la ignorancia, era su lema preferido.
Entonces decidieron comenzar a construir su propia imprenta y comenzar a liderar un gran proceso de alfabetización clandestino en los suburbios de la capital de las luces, la capital de la razón, como se comenzó a llamar a Paris desde aquella época.
Pintar los vasallos según las divinas proporciones es una cosa pero enseñar los lenguajes sagrados reservados para la santa madre iglesia a la plebe, era un sacrilegio que en España no podÃa ser aceptado, por lo cual el artista vivió algún tiempo entre pequeñas monarquÃas de pequeños feudos europeos, recaudando fondos para la imprenta y su plan piloto de alfabetización de los vasallos.
Cuando al artista se le cuestionaba acerca de su interés por promover la ilustración del mundo de las ideas a través de la imprenta y su mayor logro la enciclopedia, un compendio de los saberes de la época, él respondÃa con su retorica recién aprendida: - ¡El arte es una mirada, una manera de iluminar, de esclarecer, la vida y sus dilemas. El artista que en uso de su razón no se convierte en observador de su época y en motor del uso libre del pensamiento para esclarecer las ideas, no puede considerarse a si mismo como artista!
Capitulo XIV: La revolución.
Asà la revolución se creo primero en las mentes y luego se manifestó en los actos de la plebe. El artista luego descubrirÃa con horror, con la venida del emperador, la máxima terrible que género la ecuación: quien controla la información y la educación controla las masas.
La furia que desato en la plebe los siglos de opresión monárquica jamás fue dimensionada por los intelectuales de toda Europa que se reunÃan en Francia a crear teorÃas acerca de la condición humana, y las fuerzas que regÃan su existencia.
Ninguno de ellos imagino el horror de la guerra, las masacres indiscriminadas de los soldados, los niños huérfanos muriendo de inanición en las calles parisinas, los grotescos espectáculos de las ejecuciones públicas. Y mucho menos imaginaron que este horror llegarÃa después a sus propios reinos.
En su búsqueda de la libertad los libres pensadores olvidaron la labor alquÃmica previa que recomendaba el alquimista: conocer y transformar las propias pasiones. En donde según sus palabras: - se originan todos los demonios que atormentan al hombre.
Estos mismos demonios fueron visionados por los colonos que recibieron el remedio de los indios, ese que muestra el alma. Al cual condenaron los conquistadores como un brebaje creado por el mismÃsimo Diablo para entrar en los infiernos.
Capitulo XV: El nuevo orden.
El emperador, fue financiado por los burgueses, los comerciantes emergentes que habÃan ganado prestigio y poder en Europa a través de sus abusos en las colonias europeas.
Los peores carroñeros, según la opinión del artista que trabajo con algunos de ellos en sus comienzos, en la fábrica de la familia de su esposa.
– ¡El arte no puede ser creado en serie, cada obra es única y no puede ser repetida! RepetÃa una y otra vez a su molesto jefe. Que una y otra vez le repetÃa: - ¡El cliente siempre tiene la razón, si eso quiere el cliente, pues nosotros se lo conseguimos!
Para el artista los comerciantes reunÃan lo peor de los dos mundos: el de los nobles y el de la plebe. El de los nobles porque querÃan ser igual de petulantes y egocéntricos que sus antecesores y el de la plebe porque querÃan conseguir ese poder a toda costa.
El nuevo orden se esparció por todo el mundo conocido, el uso libre de la razón quedo reservado al uso de la ciencia para crear productos novedosos, que pudieran satisfacer todos los caprichos de los habidos compradores. La educación para impulsar la mano de obra de las nacientes industrias.
La democracia se instauro en todo el mundo conocido, en donde la representación popular paso a ser la representación de las familias burguesas. Las mafias que trafican con negocios legales e ilegales y que aun en estos dÃas dominan los destinos de los hombres.
Estas mafias adquirieron poder social por el trabajo que mejor sabÃan hacer los comerciantes, los piratas mejor vestidos, según la visión profética del artista: ilusionar a la plebe, especular, robar y comprar favores de la monarquÃa extinta.
Capitulo XVI: La alquimia.
El artista se recluyo ya viejo en su villa, la cual sostenÃa una de aquellas que fue su amante, cansado de denunciar a través de sus obras los horrores de la guerra. Se recluyo a descubrir a través del arte sus propios demonios, las pasiones de las cuales le hablo el alquimista.
Y asà quedo para la humanidad su mayor obra y quizás la más incomprendida: su labor alquÃmica en su fase inicial.
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