Seguía en el coche. Los paisajes de las afueras de las grandes ciudades le parecían todos iguales. Si la ciudad es seca –murmuraba en soledad- el paisaje es desolador, entre matojos, polvo y polígonos industriales.
Llegó al edificio de la empresa donde tenía la entrevista de trabajo.
Había tardado con el atasco hora y media.-Total, sólo son 34 kilómetros, -le dijeron-; si sales tarde, en media hora, estás en casa.
Era el clásico edificio de los años 60, con fotos de los años 70, paredes color grasa, mesas de formica y premios a la calidad del año 73, 74, y 76.
Se preguntó donde estaría el premio del año 75, y tras un rato mirando la pared se dio cuenta de que no había ningún premio de las décadas posteriores. Al final, se fue sin hacer la entrevista.
La idea de un comedor de paredes de grasa, le parecía demasiado triste, así que ni preguntó por la persona que le iba entrevistar. Se metió en un despacho vacío. Hojeó los papeles que estaban encima de la mesa y cuando llegó el dueño del despacho, se miraron los dos un poco sorprendidos y decidió marcharse.
Media hora después..., Juan, el director de personal y dueño del despacho ni lo recordaba.
Allí, sentado con sus papeles, a veces se distraía recordando como habían perdido el premio a la calidad del año 75. |