“nada hay mas hermoso, que luchar con todas nuestras fuerzas cuando se sabe la batalla perdida” Cyrano de Bérgerac.
Toda existencia lleva dentro de si misma su propia angustia, angustia por el querer ser, por el ansia de ser, angustia por el temor de no ser o dejar de ser, miedo a la nada, deseo de existencia, esta es la “in-quietud” de la existencia, de la verdadera existencia, no la quietud que parece dominar la vida de hoy día, el reposo y la completa armonía que se busca y que tanto parecemos desear, buscamos quien nos libere de ese peso insoportable que significa el intentar vivir nuestras propias vidas, de darle un sentido nosotros mismos (porque en realidad no existe ningún sentido), de encontrar nuestras propias razones y tomar nuestras propias decisiones, y descansamos tranquilos cuando evitamos semejante responsabilidad refugiándonos bajo la “inmensa” y despótica sabiduría del estado y la religión.
Y es que amamos las cadenas, necesitamos de ellas, necesitamos de amos, de un líder a quien seguir, a quien venerar, que nos diga que hacer, bajo la protección de quien sentirnos poderosos y seguros, esa ansia desesperada por seguridad, de saltar siempre con una red que nos impida lastimarnos, y he aquí que cometemos la mas grande herejía contra la vida, la simplificamos, la reducimos a su mas mínima y miserable expresión, suprimimos la indecisión, la duda, la angustia, la responsabilidad que le debemos a nuestra propia existencia, somos borregos, nos piden que lo seamos, mansos dóciles e inofensivos, mas triste aun, queremos serlo, y alabamos a nuestro pastor y bailamos dichosos creyendo haber encontrado la verdad en los nuevos dogmas que nos liberan del infinito sufragio de la existencia.
El mundo no tiene sentido, la vida no tiene sentido, pero es que no lo necesita, no descansa tranquila bajo su propia justificación, se tambalea de un lado a otro sobre una cuerda floja que tendemos sobre el abismo de la nada, es necesario que nosotros luchemos para sostenerla, y no existe método fácil ni cómodo para hacerlo, aun así nos sentimos aliviados con el opio de la religión, con las decisiones que nos excluyen, con los gurús que piensan por nosotros, con los libros fáciles que en solo 7 pasos prometen cambiar nuestra vida y controlar nuestros movimientos, con pequeñas pildoritas de sabiduría remarcada y vieja, con nuestra asquerosa manía de reducir grandes culturas y grandes pensadores, así como sus pensamientos, a pequeñas frases que rumiamos sin analizar su veracidad, sin comprenderlas siquiera, pero creyendo encontrar así ese augurio de eternidad, paz y sosiego.
Y es ese anhelo lo mas terrible, ese anhelo de la paz, no como época fecunda y maravillosa ausente de inquisiciones y tiranías, sino como una tiranía mas fuerte y mas tramposa, como una ausencia total de conflicto, y por lo tanto, de crecimiento.
Y esa es nuestra forma mas astuta y eficaz de huir, de escapar a la nada, huimos hacia donde ya no hay lucha, nos escondemos tras los pilares de nuestros dogmas y nuestras divinidades, para protegernos de la nada que encontramos cuando nos proyectamos hacia el futuro y no encontramos rastro alguno de nuestras huellas.
Divinizamos incluso la nada para escapar a ella, ¿como se entiende que busquemos sin tregua la vida eterna? ¿Y que supeditemos nuestra propia vida en aras de conseguir el gran premio de la vida eterna? La vida en paz, ¡alegría idiota! Sin dolor, sin tristeza, sin conflicto de ninguna clase, ¡por toda la eternidad! ¡Buscamos el aburrimiento absoluto! Ya no sabemos que buscar para escapar de nuestra propia muerte, y en nuestra desesperada búsqueda nos tiramos de cabeza a ella, ¿que mas sino ella, puede ser la eternidad?
No sabemos que deseamos, no sabemos siquiera desear, mas grave aun, en nuestra búsqueda, en nuestra idealización del fin, olvidamos la búsqueda misma, deseamos el fin, solo el fin, deseamos la vista de un alto balcón, pero no estamos dispuestos a subir las escaleras, obviamos toda lucha necesaria, y deseamos solo eso, el fin! ¡Pero es que el fin es precisamente eso! ¡El fin! ¡El final!, la ausencia de lucha, la ausencia de motivos, la ausencia de deseo, de dolor, de vida. LA NADA, nos pareciera que un ideal por el cual luchar contribuiría a nuestro combate, y sin embargo lo excluye y lo deteriora, una vez mas para escapar de la nada, nos entregamos a ella.
Las cadenas que nosotros mismos pedimos, que deseamos y por las cuales clamamos, nos convierten en seres que desean su propia aniquilación, su propia supresión, si bien no total, lo que deseamos es un reposo fácil y tranquilo, donde la vida y la libertad ni siquiera se atrevan a mirar. Se nos pide que seamos “cultos”, “educados”, y que aprendamos a controlarnos, se nos quiere fríos, dóciles, obedientes, eficaces y jamás, jamás desequilibrados, ya ni siquiera ovejas, quieren maquinas que encajen perfectamente en el gigantesco engrane de la sociedad. Uniformados, creados en masa por los medios de comunicación y las entidades dedicadas a decirnos letra por letra que hacer, como hacerlo y cuando, ¡ay de aquel que sea diferente, que de verdad sea diferente! (porque incluso nos dan el alivio de creernos diferentes, de sucumbir ante ellos satisfechos de nuestra supuesta rebeldía, cuando ellos mismos nos dictan como debe ser nuestra revolución) , porque el que no esta con ellos completamente esta contra ellos, y quien esta contra ellos es simplemente exiliado o eliminado.
Y es que queremos ser iguales, nos da miedo ser lo que somos, únicos e irrepetibles, es un pecado ser original, es un pecado ser un ser humano, es un pecado mortal la violencia de la sangre que late por nuestras venas, queremos ser iguales, confundirnos en los demás para escapar a la soledad de la muerte, de nuevo escapar, siempre escapar, siempre huyendo como almas que lleva el diablo, queremos ser iguales, que todos sean iguales a nosotros, y por eso celebramos la igualdad y no las diferencias, buscamos el cariño por nuestros iguales, buscamos que el trato bajo la falsa bandera de la igualdad, ¿Quién dijo que somos iguales? ¿Quién dijo que debemos ser iguales?
Nuestra existencia parece girar en torno al eje de la paz y el progreso, pero estas palabras se excluyen, si no son contrarias desde su propia raíz, en primera medida, ambas son ilusiones tramposas y peligrosas, pretendemos vivir en paz y progresar, y si tomamos por ejemplo, el conocimiento, pretendemos aplicar el respeto mas alto a todas nuestras relaciones, ¿respeto? ¿Como puede llamarse respeto al conocimiento o a nuestro comportamiento cuando pierde su inherente vocación combativa? Cuando se quiere que respetemos a alguien, no se discute con el, no se combate, no se trata siquiera de entenderlo, mucho menos de objetarlo, no tiene cabida la duda en nuestras relaciones, quiere edificarse una ciudad con personas sin dudas, sin angustias, sin sentimientos siquiera, satisfechas de su propia verdad y absolutamente incapaces para intentar ver o buscarla siquiera en los demás. Como se siente perfecto poseedor de la verdad, puede escuchar la verdad de los demás sin inmutarse, o bien rechazándola completamente, o asintiendo sin entenderla ni darle la más mínima importancia.
¿Y a esto llamamos respeto? Cada quien el libre de pensar lo que quiera, pero a esto no puede llamársele respeto, cualquier cosa, pero no respeto.
La angustia que encierra toda vida y toda existencia humana es innegable, pero es esa cobardía, esa falta de fortaleza la que es completamente inaceptable en nosotros, nos dejamos caer en la desdicha de nuestro destino , y peor aun, estamos satisfechos con nuestra desdicha, somos dichosos en lo mas bajo de nuestra desdicha, como mártires, sentimos vergüenza de nosotros mismos, sentimos compasión, y por eso queremos que todos sientan la misma vergüenza y la misma débil compasión.
Yo ataco a estas falsas verdades, a estos dogmas, a estas drogas que nos prometen paraísos falsos y miserables, mundos perfectos para las estatuas, para las máquinas, paraísos hermosos para todo aquello que no tenga piernas, ni patas, ni ramas, ni alas, ni vida, paraísos llenos de muerte que requieren de nosotros las mas completa obediencia.
¿Que no hay sentido, que no hay meta? ¿Y que si no la hay? Tenemos la seguridad aplastante de un final que nos espera, de una muerte segura y un abismo que amenaza con tragarse todo lo que hemos hecho, todo lo que somos y hemos sido, pero no resignarnos como un suicida o un nihilista, como una res llevada al matadero, sino como un gato, como un león acorralado, mordiendo en el cuello a nuestro adversario en nuestro ultimo aliento, como un condenado a muerte que lucha, hasta el final.
Siempre luchando, como don Quijote, frente a un mundo sin sentido que lo excluye y lo burla una y otra vez, siempre con caballerosidad, ¡con tesón! Vivir la vida hasta agotarla, ¡vivir nuestra libertad hasta que nuestra llama se consuma! No es la fe, ni la paz, ni el orden ni la armonía lo que mueve nuestros corazones y nuestras voluntades, es lo apasionado, lo irreducible, lo inevitable, la lucha, la batalla, la fuerza y la velocidad, son las ansias de vivir lo que impulsa la vida misma por nuestras venas.
Busquemos la tragedia sobre la desdicha, el luchar siempre, siempre, aún sin motivo, caer y levantarse, intentarlo de nuevo, un nuevo comienzo, un eterno retorno, un siempre si, un siempre hacia delante, ¡resistencia y creación!, ¡fuerza y rebeldía!, ¡vida y libertad antes que la inmortalidad!, igual que Ulises rechazo tenazmente la gran tentación de Calipso, siempre hacia delante, nuestra vida antes que nuestra nada, nuestro ser antes que nuestra muerte,
¡A mas crueldad, mas tenacidad en contra de ella! Más se debe enfrentarla, y no evitarla con un optimismo chabacano y facilita. No busquemos mas morir consolados por la fe y la religión, engañados detrás de un secreto y un facilismo donde todo el universo esta a los pies de nuestros caprichos, no busquemos entidades infinitamente benévolas que guíen nuestros torpes pasos sobre hacia el precipicio de nuestro final, no busquemos mas difuminar nuestra identidad en la eternidad de la nada y el vacío.
Busquemos la tragedia, la lucha de el que vive, y el que vive en toda la extensión de su existencia, siempre luchando, hasta el fin, mas bien como héroes nórdicos ebrios de sangre y cerveza, dispuestos siempre a la batalla, ansiosos de la batalla, altos y fuertes, guiados hacia paraísos de guerra y vida por hermosas valkirias de ojos claros y doradas trenzas, acabemos con este afeminamiento, con esta descarada pasividad de nuestras almas y llenemos de nuevo nuestros corazones con el ansia de luchar y vencer, levantemos nuestros puños y gritemos contra un mundo aturdido y mudo, inmóvil, incapaz, llenemos nuestra vida de rebeldía, de la verdadera rebeldía, de la batalla de la vida y por la vida, de la tragedia, luchar siempre, querer siempre, odiar y amar siempre...
¡VICTORIA O MUERTE!
¡AMOR Y SANGRE!
¡SEXO Y GORE! |