Señor...
El mentón pegado al pecho, como un reflejo de su espíritu quebrado. La espalda encorvada; parecía que, no una sino tres cruces, la doblegaban. Entró arrastrando los pies, como si el peso brutal sobre sus hombros, paralizara los músculos de sus piernas. Avanzó unos metros...y se arrodilló, sin levantar la cabeza ni un instante.
-Señor –dijo –No doy más... Jamás me he rebelado, jamás he maldecido; he llorado sí, la opacidad de mi destino; pero aún así, he trabajado sin descanso.
Acepté en silencio, que en la bonanza, por alguna inexplicable razón, la miel de sus frutos, no llegara a mi mesa y en las épocas de crisis, templé mi espíritu y soporté penurias, en la plena convicción, de ser parte de un engranaje al que no debía fallarle.
Pero no puedo más, Señor...por eso hoy, con toda humildad me he acercado a pedir un ......
¡Gómeeeeeeeez!!! ¡Levántese y vuelva inmediatamente a su trabajo!!! ¡Y desde ya, que este valioso tiempo que le ha robado a la empresa, lo deberá reponer con horas extras !!!
¡¿Me entendió, Gómez...me entendioooooó? !!!!!
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