Diario de un tumor benigno
I
Todo estaba planeado hace días, un viaje bajo una mísera coartada, pero creíble, mucho mejor que un golpe de estado.
Era de día y la noche todavía no se vestía para visitar a la ciudad, pero las grises nubes querían destacarse en el día. Llovía como un bebé, sin parar y durante todo el día, yo estaba ansioso para la hora de inicio de mi plan.
14.40 hrs. Salí raudo de mi casa, vestido con mi sombrero reciclado del closet, con mis desteñidos pantalones ajustados que, por lo demás estaban bastantes sucios, mi polera roja sin mangas y la parca azul.
15.00 hrs. Corriendo llegué al terminal de buses de mi ciudad, sudado y extasiado vi un mini bus con dirección a mi destino, cerca del bus vi a un joven con una maletita bajo el brazo, era el auxiliar del bus.
-Caballero, disculpe- le dije -¿este bus sale hacia mi destino?
- Correcto-
-¿Cuánto me cobra?-
Quedó pensando un momento y me respondió
-800 pesos-
Y de esta forma subí confiado. En el trayecto del viaje se sentó al lado mío un joven con su uniforme militar, lo más probable es que esté realizando su Servicio Militar, aquel lugar ideado para matar, inculcando el amor a la patria, concepto del cual ni sus mismos docentes saben lo que significa realmente.
Mientras viajaba es común que un joven salga a cobrar el servicio, era el mismo joven que me quería cobrar más de lo debido.
- Estudiante, por favor- mientras le entregaba los 600 pesos, se quedó pensando pero igual me dio el boleto que me correspondía.
Aburrido de la duración del viajecito y tratando de comerme la hora de ocio en el bus, me fui observando y reflexionando sobre el paisaje que se me mostraba.
A mi vieja le había dicho que con un amigo íbamos a bajar al centro y, sin más explicaciones me despedí de ella, se suponía que a través de esa forma abstracta iríamos con mi vecino a jugar juegos electrónicos, aquel lugar donde jóvenes niños gastan un dineral por un rato de sano ocio mental.
15.52 hrs. Así llegué con la mente activa a mi deseado destino, con el fin de ver otra vez a mi querida ex – compañera, confidente de mis secretos y de mis reflexiones a través de la Internet. No es un amor para la muerte como salen en la noticias, la ventaja de los caídos, es que yo a ella ya la conocía, ya había tratado con ella.
Bajé de aquel barco metálico y en ese instante me encontré con un personaje conocido, este llamado así porque es el caso de muchos que conocen, pero nunca saben su nombre.
-Hola- le dije- ¿en qué andas?-
- Aquí no más, me voy al campo- y me empezó a relatar lo que tenía planeado realizar en tres semanas de vacaciones, relato que por lo demás está de más escribirlo, puesto que no viene al caso en esta canción.
Eran las cuatro menos ocho y, sabiendo que me iban a ir a buscar, me retiré de allí para empezar a realizar el maravillosos acto de encontrar una residencia sin saber, ni conocer a nadie, pero que preguntando se llega a los caminos, dicen.
Lloviendo fuertemente seguía con el fin de empaparme completamente, en esto estaba cuando me topé con otro personaje conocido, el cual tuve que saludar, es de aquellos en que no le hablas nunca, pero sabes quien es. Tras esto se me ocurrió preguntarle a un adulto – esclavo del trabajo -, parado en una esquina, esperando quien sabe que cosa; era alto y fornido, de esos adultos que tienen ponchera cervecera y de barba negra, hecha de hace cuatro días, simplemente de aspecto racional. Le pregunté sobre una casa que tenía un negocio de llamados, el sabía la dirección y agregó “hija de paco”. Satisfecho con la respuesta le agradecí la información y me despedí raudo. A la segunda cuadra, pasando la iglesia de la ciudad, lugar sacro – santo para los dormidos, pasé a preguntar a un negocio, de esos estupefactos quioscos de población al servicio de un cliente pos moderno, me dijo “que aquí no vivía tal joven”, salí de allí y corrí una cuadra más arriba, pregunté lo mismo pero ahora en un mini mercado, sin embargo el joven señor, me contestó que era aquí al lado, cosa que estaba fuera de contexto verdadero. Volví a correr otra cuadra más arriba, era una cuadra más larga de lo normal, pasé otro centro de llamados, el cual no quise pasar a preguntar. Llegué un poco más allá del gimnasio fiscal y me di cuenta que no era por allí la cosa y volviendo al último negocio pasé a preguntar, la señora que atendía me pareció conocida, se parecía a las suegras dibujadas por Pepo en su revista Condorito.
-No sé si estará- me respondió- tendrías que preguntar al lado-
“Mejor la llamo” pensé, sabiendo que me había ido a buscar al terminal. Mientras se enojaba, yo la esperaba tras una cruenta casa verde, antigua, casi sin techo y en una esquina. Volví al negocio a hacer tiempo bebiéndome el contenido de una botella, cuando de pronto tras una persiana café semi abierta vi su silueta, ella con su cara de payaso, muerta de la risa me saludaba bajo el manto de la lluvia que nos abrazaba.
II
-Pasa, pasa no más y toma asiento- me dijo (siempre dicen lo mismo). Acatando su orden me senté en un sillón individual, de esos que parecen ellas de piel de animal, pero afortunadamente son elaboradas con nylon. Me saludó su papá, el cual era verde (no marciano, sino carabinero) y facho, su cara oscura y seria no me entregaba miedo, nunca me lo entregan.
- Hola, ¿Cómo está?- le dije.
Me saqué mis trapos de la cabeza y del tronco, ella me lo pidió para poder secarla en una pieza continua donde había calefacción (estufa casera encendida).
Pasamos a su computador y mientras veíamos unas imágenes que le había llevado, nos íbamos riendo de nuestro ingenuo humor en cada uno de nuestros compañeros. Acto seguido, tuve que saludar a su madre quien iba llegando, yo con mi amabilidad mezclada con mi característico desorden en cada uno de mis actos, le saludé respetuosamente. No capté ningún indicio de aceptación, ni de rechazo, solamente indiferencia; era su madre más alta que mí, de pómulos encendidos y de tez morena, e igual que yo tenía falta de visión.
Volvimos a lo nuestro, conversando cosas de una relación interrumpida de hace tres años. Al rato, sus padres salieron de compras, nosotros, ahora solos, seguíamos en lo nuestros que hacer, reviviendo momentos mutuos, tras una abrupta salida al termino del primer semestre, mientras transcurría el primer año medio de la preparatoria, esto debido a que su padre debía ser trasladado, hasta donde está hoy. ¿Quién sabe por qué lo trasladarían?
17.00 hrs. Mientras jugábamos con las manos, le conté me gustaba un personaje (me pregunto ¿cómo se habrá sentido?, porque cualquier persona humana cercana, es para ella una felicidad o una desdicha saber que a tu amigo está enamorada de otra). No le dije su nombre, ni el lugar y le cambie tema, pero al rato me insistió en el tema.
-Ya poh, ¿dime quién es?-
-No, no, para qué- y titubeé como nunca, pero tomándome mi tiempo...
-¿Sabes a quién me gusta? ¿Quieres saberlo?- le dije
-Sí- me respondió, mientras seguía titubeando...
-Tú me gustas..., eres tú-
-Pero, ¿desde cuándo?- en su rostro mostraba una mínima sorpresa.
A punto le iba a regalar un beso, de eso que no se manosean por nada del mundo, excepto en casos especiales, cuando de pronto un golpe en la puerta de la cocina escuchamos, era su mamá junto a una voz de un joven, éste, sabría después, que era su otro hermano.
-¡¡Mi mamá!!- me susurró espantada y corrió a recibirla, mientras me cambiaba de lugar.
De esta forma le pedí que me fuera a dejar al terminal, la esperé un momento y salimos. Seguía lloviendo a cántaros, parecía que el cielo se había convertido en un recién nacido sin consuelo.
III
Pasando la esquina donde le estuve esperando antes de volver a verla, le abracé, ella hizo lo mismo y, conversando nos fuimos en medio de la fuerte lluvia.
-Es extraño que mi vieja- me dijo –que no haya reaccionado en una forma despectiva contigo-
-Eso por mi cara de niño chico, mujer- le respondí
- Como si yo llevase ancianos a mi casa. A mi vieja siempre se le nota si le caen bien o mal a las personas, con mis amigas no es tanto, pero con los amigos es reacia-
-Si conocieras a la mía- le dije riéndome –mi vieja si que es hipócrita, es buena onda con las visitas, pero cuando se van, las descascara-
Se rió mientras me abrazaba más fuerte, en cambio se me iba cansando el brazo en su hombro.
Al llegar al terminal de buses, solamente estaban los buses dirigiéndose hacia otro lugar hacia el norte. Ella fue a preguntar a “informaciones” y a las seis llegaba uno le dijeron, eran cinco para las seis y mientras esperábamos, nos fuimos a sentar.
-¿Desde cuándo?- me volvió a preguntar
-Desde siempre, desde que comenzamos el año de preparatoria- le dije mientras la abrazaba y le tomaba la mano –una cosa es que te lo diga, lo demuestre o te lo escriba- y con un beso me despedí de ella bajo un particular día lluvioso. Mientras tanto el motor del bus trabajaba para llevarme otra vez a la realidad.
Eran las 18.00 hrs. |