Pensaba, en el día cuando se encontró frente a ella; no quería hablarle, pero sus lágrimas que resbalaban en la mejilla que quería besar se lo impidieron; solo susurró en un intento por gritarle, que la amaba. Ella lo miraba sonriendo, una sonrisa que siempre lo hizo feliz, pero que ahora solo atraía disparos al corazón. Ella todavía sonreía sin decir nada, cerraba los ojos deseando escapar de su realidad; se marchaba, lejos, tan lejos que ya no serviría de nada llamarse, cerca o distante, se acabaría todo.
El sol rejuvenecía al árbol que los mecía con su aroma, el viento trató de llevarse la tristeza, pero le fue imposible. Él si la miraba, en su ambiente lúgubre, solitario y triste; solo esto bastó para que atrajera su mirada; le limpió la mejilla, y marchó a su casa con un “volveremos mañana”, que lógicamente nunca llegó.
Él pensaba de nuevo en ello, y prometió volverla a ver “mañana” en una forma más linda que no fuese su foto; su sonrisa.
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