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El ambiente suena a dolor. El viento huele a ilusión. La lluvia entona una dulce melodía de Iron Maiden. Y él, él simplemente respira alcohol y bebe humo. Su cuerpo se nota agotado, mientras sus ojos despiden hielo.

Su andar es lento. La agonía hace que sus pies se arrastren entre cristales rotos. Su vida… vuela entre lamentos, muertos, sombras y uno que otro vivo. Ya no responde a su nombre. Olvidó como le llamaban sus padres. Sus hombros llevan la carga. Ahora es un ánima vagando por la ciudad.

Sin rumbo y sin aliento, llega al parque. Lo nota áspero, sin color, sin vida, muy a pesar del trinar de las aves; ya que él parece no escucharlas. El sol le envía un regocijo y él prefiere cubrirse con su chamarra… nada la importa.

Las paredes de su cerebro ahora son lúgubres. Se encuentra sumergido entre telarañas. Sólo piensa en el polvo de ángel y las pastillas que guarda en el bolsillo de su pantalón. Mete su mano y saca un par de chochos. Los abre mientras destapa una caguama y las mezcla con la levadura. Saca un poco de nieve y le da un jalón, que va directamente de la nariz hasta el cochambre de su cabeza… se tambalea un poco, toma aire y da otro jalón.

Casi sin respiro, pero ya con valor. Bebe la cerveza de un golpe.

Ahora sus ojos escupen fuego; y su mirar se va de un lado a otro, como a un viaje hacia el infinito.

Respira. Se peina, limpia un poco su rostro con los residuos de cerveza y camina en dirección de su apartamento. En su andar, siente el viento en su cara, como una vieja rola de Pink Floyd.

El astro rey cae. Ahora la luna gobierna el firmamento.

En su habitación, tambaleante y ausente, prende una veladora, mientras pide por su alma. Se refugia entre rincones. Prende un poco de hierba combinada con cristal. Ahora descubre que sólo hay una pequeña línea entre la realidad y aquella fantasía gobernada por ángeles negros.

Toma una navaja. Lleva un paliacate a su boca. Lo quita. Bebe un poco de alcohol puro. Lleva de nuevo el paliacate. Un grito. Una puñalada. Luego otra y otra…tras el cuerpo inerte, ensangrentado, da la oportunidad de tomar un poco de fuerza y herirse directamente en la yugular…

Un nuevo grito atrae la lluvia. Detrás de la nube aparece el sol. Una luz brillante sega sus ojos. Respira hondo. Se arrodilla y da gracias por iniciar un nuevo día…

Texto agregado el 29-04-2009, y leído por 88 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-04-2009 Buena narrativa que cautiva... mas un poco forzado el final... tienes talento annika
 
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