Es el día en que tengo tres gatos rondando por mi pent house... Y ahora ya de plano un atrevido macho ha entrado y osado marcar su "territorio" con orines... Mi cuarto!!!!, ¿Qué se pensará el osado??? ¿que yo también soy de su propiedad? Iniciaron entrando en la casa pero no hubo problema, porque recuerdo que una vez el negro hasta bajó al primer piso, y no hice mas nada.
El pardo se mete a dormir al cuarto de lavado..., cuando me escucha venir sale corriendo como si fuese a matarlo, pero bueno... se me queda mirando sobre la barda si se siente a cubierto o de menos lejos de mi alcance, pero de inmediato huye si muevo un dedo. No hay mañana en que si he dejado por la noche la puerta abierta, no encuentre sus pelitos en la toalla o la mesa de planchado. El negro me recuerda a Katra, y el pardo a la Korha, esa nena que tuve de niño, cuando pensaba todo el tiempo en hacer armas para defenderme de medio mundo, e intenté no sé cuantas veces trepar por las paredes como el hombre araña y construír fallidamente mi "casa del árbol".
Me han traído tantos recuerdos esos tres gatitos a los que los simples mortales repudian, repelen u odian, que me da risa de verlos correr por la casa, mientras que se ven sorprendidos por mis recurrentes subidas al "cuarto". Anoche por fin erradiqué ese olor a guayabas que me dice que he dejado más de la cuenta abierto el paso a estos ocurrentes inquilinos. Y esta noche podré dormir por fin con la ventana cerrada...
De todos modos les espero, me traen a la vuelta del tiempo, una sonrisa esquiva que se esconde sólo hasta verles por la mañana o ya muy noche, rondar la barda que nos divide de ser dueños uno del otro. Se puede decir que jugamos a que no les pille en mi cuarto o el adjunto, y ellos siempre me salen con ventaja de un buen paso.
Punto y aparte es la gatita... Le llamo galletita, nena, bebé, gatita, de todos modos nunca me pela, jijijiji. Ella no me teme en lo absoluto, se mete en mi cuarto al grado de dejar sus pelitos en mi cama, he notado más de una vez donde incluso ha dormido por la tarde, cuando al subir y no encontrarla, incluso siento tibia la cama.
Supongo que es alérgica a los humanos, porque le escucho estornudar cuando está cerca o estoy demasiado cerca yo. Se frota en las paredes y luce tierna y delicada, me mira directamente a los ojos y se baña frente a mí sin pudor alguno... Sus patitas finitas pisan delicadamente y su cuerpo se mueve como siguiendo un ritmo extraño que no alcanzo a percibir yo, sólo escucho el ronrroneo de su cercanía cuando me quedo dormido y al despertar la encuentro sobre mi pecho. Tan confiada como si no pudiese hacerle daño alguno, y no lo haría bien lo sabe, bien lo sé.
Huye de pronto pero se me queda mirando, se aleja sabiendo que volverá, y la dejo partir sabiendolo yo. No podría capturarla de todos modos, acaso beba el agua que le dejo pero no ha comido de mi mano, todavía. Miro su figura deslizarse por la puerta, y ella se asoma como buscándome, se frota un poco en el marco de la puerta y susurra en mis pies, comienzo a acariciarla lentamente para que no se asuste.
Paso mis dedos por su espalda y se arquea lentamente, cierra los ojitos y se me acerca un poco más... La tengo demasiado cerca, espero no estornude. La tomo por detrás de la cabeza y y la jalo hasta mí con fuerza, la beso apasionadamente como se puede besar a un gato, y siento sus colmillos saliendo por la comisura de sus pequeños labios.
Es mi hora de vengarme, la muerdo en la nuca y el cuello, no lo suficiente para que se alarme, tal parece que le gusta porque no me repele... Me mira sorprendida pero creo que entiende. Se han invertido los papeles, ya no me importa su alergia ni sus pequeños amigos que no se animan a defenderla de mí. La abrazo y siento que me pertenece, está ronrroneando todavía.
Es este el momento en que la arranco de mi cuerpo, porque de lo contrario la devoraría en lugar de golpearla un poco como se nota le gusta lo haga, debo cerrar la puerta para que no escape, pero no sé cómo, si se va esta noche nunca más podré retenerla... Dejo la puerta abierta cada noche esperando a que vuelva, pero los gatos aprenden pronto que no deben molestarme, ya no hay pelos en la toalla, y ella viene cada vez menos, acaso deba ir a buscarla, porque me he acostumbrado al calor de su cuerpo rondandome mientras duermo.
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