(Ranvaya)
Todo para variar, comenzó en la noche de un jueves cualquiera, esperaba solo escuchar la última tanda de noticias para poder irme a dormir, pero de pronto, mi celular comenzó a sonar con singular periodicidad, por algunos instantes ignoré los timbrazos, pero ante la insistencia, decidí contestar, era Yurgen, un cuate de la universidad, el cual me llamaba angustiado ante la noticia.
--¡Escuchaste wey!, Nos salvamos, mañana no habrá clases.
Ante la tonta noticia, decidí no darle importancia e irme a acostar, pues teníamos clase de 7 y como siempre era la más pesada. Así, que una vez que me cepillé los dientes, me dormí placidamente.
Muy temprano en la madrugada, maquiné el ritual cotidiano antes de acudir al transporte rumbo a la escuela, pero en este día en especial, había algo que no concordaba… Pensé, pensé sin ningún resultado lógico de mi mente. Al tomar el transporte colectivo, pude percatarme que este estaba vacío (cosa rara y más en una ciudad tan grande como esta), sin tomarle importancia, lo abordé y sin darme cuenta me quedé dormido hasta llegar a mi destino, al abrir los ojos, ¡sorpresa!, la calle se encontraba desierta, la puerta de la escuela cerrada y mi estomago gruñendo de hambre… ¿Y ahora, quién se murió?, de seguro el Gobernador del Estado… (Cuestioné en mi mente, esbozando una ligera sonrisa).
Ante lo desconocido, me acerqué a la reja de la escuela para preguntarle al oficial, este con su limitado lenguaje solo pudo decirme que las clases quedaban suspendidas hasta nuevo aviso, así que no enchinchara y que le llegara a mi casa…
Sin saber que pasaba, me regresé a casa, prendí el televisor y comencé a escuchar las noticias… Eran aterradoras, muchas recomendaciones y la población desquiciada ante los acontecimientos. Mi cerebro ya no quería información, estaba harto, así que mejor seria tumbarme en mi cama y dormir, a lo mejor esto era una pesadilla, un mal sueño del cual no podía despertar. Dormí hasta el día siguiente y despertándome, corrí al televisor, pensando que todo era una mala broma y que ya había terminado… Pero no fue así, ya había cifras de muertos y contagiados. ¿Qué hacer?, ¿Cómo explicar lo que estaba sucediendo? Y lo peor de todo, las prohibiciones que habían puesto algunos gobiernos para mis compatriotas, en verdad que la confusión en mi cerebro avanzaba…
Tomando un poco de aire, me senté en el sillón, y de pronto vino a mi mente un cuento que contaba mi abuela cuando las cosas no andaban bien y los miedos invadían la mente, así que traté de recordarlo y repetírmelo con los ojos cerrados… Visualice velozmente a mi abuela acariciando mis cabellos mientras repetía:
-Ya no pienses mi pequeño, no pasa nada, recuerda que todo en el universo tiene un orden y todo orden debe ser conservado, recuerda mi niño la historia del valiente Ranvaya…
Cuentan los ancianos, que cuando la tierra descansaba de las guerras sanguinarias de los cien años, en un pueblo cuyo nombre ha sido olvidado por el tiempo, existió un valiente guerrero llamado Ranvaya, el cual procuraba ayudar a las personas que se lo solicitaban sin exigir pago alguno, dicen, que durante muchas lunas, el poblado fue feliz, prospero y conservador de sus leyes, hasta que una de tantas noches un tórrido rumor invadió la tranquilidad de las calles, se comentaba, que desde un lugar extranjero, había llegado una gran amenaza, tan poderosa, que con solo mencionar su nombre, las personas caían muertas sin explicación alguna. Al escuchar esto Ranvaya, imploró a todos sus dioses para que le permitieran vencer a tan gran amenaza, así que durante dos días guardo ayuno y meditó profundamente para pensar en el ¿Cómo?, tal parecía que en esta ocasión sus dioses no le habían escuchado, pues ninguna señal llegó durante este tiempo.
Sin perder la esperanza, tomó tan solo su báculo y una botella de ron, la cual metió en su alforja, se dirigió hasta donde se comentaba se encontraba su enemigo innombrable, la parte más desolada de las afueras de la ciudad, al llegar, sigilosamente, comenzó la provocación, gritó y hasta insultó, pero al parecer tal amenaza no era verdadera, Así que dando la espalda retomó su camino, hasta que de pronto, una sutil brisa, acarició su rostro, dando paso a una desgastada voz.
-¿Y te vas tan pronto?, No puedo entender, como vienes a luchar contra mi para defender a un centenar de personas que no valen la pena, ¡Mira como ni tus dioses te escuchan! Esto es inútil, ha llegado el momento de aniquilar a todo ser viviente para iniciar mi reinado…
Ranvaya, contuvo sus lágrimas, pues le dolía escuchar decir que las personas de su aldea no valían la pena. Poco a poco, detuvo la marcha e intentando voltear, contestó valientemente:
-No me importa la conducta de los habitantes de la aldea, me importa su beneficio, su integridad y haré cualquier cosa con tal de que tú no vuelvas a hacer daño a nadie. Así que ni oro ni riquezas puedo ofrecerte, más sinembargo te ofrezco mi vida a cambio de que no termines con la vida de los aldeanos… Ven, tómame.
El extraño enemigo seguía manejando las fuerzas de la naturaleza y de un momento a otro, derribó a Ranvaya.
-Solo piensa si en verdad vale esto la pena, mejor adórame y conviérteme en parte tuya.
Ranvaya, temeroso, insistió: -Nunca, tómame ya, pero antes muéstrate para ver tu rostro y grabarlo en mi memoria, pues tú has ganado ya.
-Tonto guerrero, nunca podrás ver mi rostro, pues yo soy la consecuencia generada por las aberraciones de tus ancestro, piensa, yo no existiría si ellos no hubieran roto las reglas naturales… Así qué, ven a mí.
Ranvaya, quería entender, pero su inteligencia era limitada para esta prueba… No discutiré más, llévame ya, solo te pido que antes me demuestres tu poder. Levantando la botella de ron, comentó: Antes, brindemos, bebe, comparte conmigo la pasión por sentirme parte tuyo, Sin esperar la respuesta, Ranvaya, vio como la botella se elevaba ante el infinito y como el líquido desaparecía, esta acción duro menos de un suspiro. –Bien amigo, ahora un último favor, ya vi. Lo maravilloso, ahora muestrame tu pequeñez e introdúcete en la botella.
-Lo dicho tonto guerrero, me pides lo más fácil. Aturdido el engendro, ocupó la vacuedad de la botella. –Ya vez que fácil fue.
Sin perder tiempo, Ranvaya, rellenó nuevamente la botella con ron y la arrojó al interior de la alforja. –Ves amigo, te ha gustado tanto el beber que ahora el mismo liquido te acompañara para siempre.
A partir de ese momento, Ranvaya volvió a su aldea y mostró su trofeo a cuantos quisieran verlo. Cuentan, que durante ese instante y por los últimos 1500 años, cada generación de aldeanos mantenían llena la botella de ron.
Lo entiendes mi pequeño, no debes tener miedo, pues cualquier enemigo, aunque poderoso parezca, siempre tiene su punto débil y podrán decirte que debes temerle, pero de ti depende que este temor se vaya o se albergue en tú corazón.
De pronto abrí mis ojos, pero aún tenia miedo, pues que pasaría, mi historia continuaría o seria vencido por un enemigo invisible…
Continuará…
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