Erase una vez dos changos que se pasaban todo el día preguntando, preguntando y preguntando sobre el significado de la vida. Un día, los dos se encontraron en un sueño y uno le dijo al otro “mano, la verdad está en lo natural y en todas las experiencias espirituales que venden en la tienda del pueblito ese”. Torciendo la cabeza y rascándose el cráneo, el otro le alegó “no qué va, lo que importa en serio son las cosas que son pura ferocidad, barbarie, y violencia en su propio mundito”. Confundido porque era un sueño y él no era el que respondía sino su subconsciente, el primero le contestó “yo sé que estás mal porque lo que cuenta son eso que llaman experiencias, porque no me gustó como sonó lo que dijiste y porque es mejor ser todo serio y solemne para con las visitas que vienen a la casa”. Sosteniendo un par de manzanas, un periódico de 1986 y una caja de pingüinos, el segundo chango le devolvió “ah sí… pues yo sé que estás mal porque lo único real es lo que es violento, porque te gusta vestirte con la misma camiseta todos los días, porque me sé ya todos los chistes malos y porque mi pene es mucho, pero mucho más grande que el tuyo”. El primer chango se despertó de un susto y se consoló explicándose que la moraleja era el tratar de ser más maduro y reflexivo; el segundo chango nunca se despertó porque no estaba dormido y cuando dieron las treinta-y-tres horas se fue a jugar fútbol.