La brisa salina es agradable. Es un pensamiento que trato de infundir en mi cabeza cada vez que salgo a alta mar, no porque es algo que me moleste, bueno, si me molesta. Es que cada vez que se nos llama es por cosas insignificantes; las islas están desiertas, no hay más, siempre nos están sacando de la oficina para que revisemos alertas inútiles. Siempre que creen que encontraron algo en una de las islas nos mandan llamar, jamás ha sido nada; siempre solo son jabalís o monos muy grandes. Después de todo son islas muy pequeñas.
El bote anclo en la isla más cerca de la costa. Los pescadores han dicho que vieron salidas de humo. Y aquí vamos, la misma rutina de inspección, primero las laderas, luego las montañas y al final la pequeña cueva. Encontramos un bote encallado en la ladera este…al fin; un intruso.
Inspeccionamos la isla, increíblemente el protocolo sirvió. En medio de toda la hojarasca era fácil encontrar las huellas. Las fogatas improvisadas, posiblemente hechas por un campista inexperto; incluso encontramos unos tenis gastados al lado del pequeño riachuelo de cruzaba la isla. En la cueva en el centro de la montaña lo encontramos: un hombre desgarbado, de barba descuidada, apariencia sucia, pantalón de mezclilla y camisa blanca; aunque estaba sucio no parecía que hubiera durado ahí mucho tiempo.
¡Hey señor! – llame mientras lo aluzaba con la linterna-
El hizo un gesto extraña, es escondió tras una manta como si fuera una animal asustado.
¡Señor!! – llame de nuevo un poco más fuerte – esta es propiedad privada, no puede estar aquí.
Pero el sujeto empezó a sollozar, un llanto extraño y desesperado que se entrecortaba.
Lárguese por favor – dijo tratando de elevar la voz para que todo mi compañero y yo lo escucharamos – No le hago deño a nadie, por favor…no quiero que
nadie me haga daño.
Durante años nos mantenemos en el aburrimiento total y cuando al fin tuvimos un intruso real no es más que un loco.
Mi compañero se acerco más a él y le arrebato la manta. Mi compañero era un hombre fuerte, ya saben el hombre rudo de campo.
Ya basta – grito él – lo llevaremos a un lugar donde puedan ayudarlo.
No, no necesito que me ayuden – dijo el hombre mientras retrocedía sin levantarse, como un escarabajo – solo necesito estar solo, por favor, es por su bien...
No hay nada que nos haga daño – insistió mi compañero – nuestro trabajo es solo sacarlo de aquí.
Claro, claro – dijo el extraño hombre mientras vislumbraba una sonrisa macabra y perdida – ustedes creen que hacen algo bueno, pero no lo es…yo era, era igual que ustedes.
El desconcierto nos invadió, no solo por la incoherencia de sus palabras y sus pupilas dilatadas, había algo en él, su forma de hablar, de moverse, no era solo extraño, era desagradable. Ese sujeto empezó a reírse estrepitosamente, como si no entendiera lo que pasaba. Mi compañero levanto su mano y lo golpeo fuertemente en la cara.
¡Ya cállate!! . grito el gran hombre-
Tan solo y vio al esquelético vagabundo en el suelo
cuando reacciono en lo que había hecho.
Lo lo siento – dijo instintivamente mi compañero –
Lo miramos sorprendidos, el por lo regular era más calmado.
Es eso – gimió el hombre en el suelo – es precisamente de esto de lo que deben alejarse.
Me acerque retirando a mi enorme amigo de en medio, me puse de cuclillas y trate de que el extraño levantara su rostro. Apenas y toque la sucia piel un cosquilleo me invadió. No solo era sucio, también era descuidado, el golpe en su cara parecía haberle agregado varios años, su cuerpo era desagradable y tan solo de olerlo daban ganas de alejarse de él; no cabía la menor duda, ese hombre podría morir y a nadie le importaría, tal vez solo a su asesino, al que lo haría muy feliz.
¿Quieres matarme? – pregunto el sucio hombre mientras me sonreía – no eres la única.
Me eche para atrás, esa mirada era mal sana. No llegaba a dar miedo, solo era un escalofrío que te recorría la piel, como cuando vez una rata o un monto de basura putrefacta; jamás vi nada más horrible que ese hombre.
Yo sé bien que piensas que no merezco nada – dijo el intruso con voz ronca – pero si tan solo me dan un poco de tiempo yo podría contarles mi historia y tal vez entonces ustedes entenderían por que es mejor que yo permanezca aislado.
No – respondí instantáneamente- es nuestro deber sacarte de aquí, con o sin explicación.
La verdad es que el protocolo me importaba muy poco, solo quería dejar de verlo y sentirlo tan cerca; sabía que si estaba un minuto más en su presencia yo también querría darle un golpe.
Por favor, démosle una oportunidad – dijo mi compañero detrás mío, tal vez solo por qué se sentía culpable de haber golpeado a un hombre indefenso antes, no voy a mentirles, ese vagabundo no era capaz de inspirar bondad alguna-
Yo iba a la universidad nacional – comenzó el extraño hombre mientras se acomodaba en el suelo sucio, levantando su cabeza solo lo necesario para que pudiéramos escucharlo adecuadamente – a la facultad de derecho.
Entonces sabes perfectamente las leyes que violas al estar aquí – dije maliciosamente-
No hubo respuesta.
Yo creía sobretodo en los derechos de igualdad y respeto – continuo el extraño ignorando mi comentario, pero claramente herido por él, fue extraño; pero el saber que me había escuchado me lleno de un extraño sentimiento de bienestar – creía en ayudar al prójimo, en la república perfecta, en la democracia, en el cumplir de las leyes y el bien del individuo y las sociedades. Y por supuesto que la mayoría de mis compañeros creían lo mismo, todos éramos bastante idealistas.
Mi compañero y yo nos lanzamos una mirada irónica entre nosotros, las palabras de ese ridículo vagabundo nos eran indiferentes, historias de loqueros y nada más; pero era mejor que volver a la oficina a aburrirnos.
Sin embargo había algo extraño en toda la filosofía que nos rodeaba – siguió el extraño hombrecillo encogiendo más y más su cuerpo – podíamos recitar de memoria cientos de teorías sobre los derecho humanos, pero a la hora de llevarlos a la práctica… todo era diferente.
Solo es cuestión de que la gente cumpla lo que debe hacer – señalé cortantemente con la clara intención de que notara mi falta de interés en su conversación-
Había una mujer en nuestro grupo – continuo el hombre claramente afectado por mi cinismo – había muchas claro, pero había una que llamaba la atención. No era bonita, no era fea; era…como decirlo, grotesca. Jamás se arreglaba lo necesario y sus comentarios, siempre eran desatinados, no iban con el tema, se salían de contexto – su tono de voz cambio, se le notaba desesperado, hasta violento – tan solo y escucharla hablar te daban ganas de contradecirla y gritarle que se callara.
Mi compañero me hizo para atrás y lo miro con unos ojos amenazantes para que se clamara.
Deberías haberla conocido – reclamo el extraño sujeto mientras descomprimía su desagradable cuerpo – era una persona sin presencia, de esas que te dan ganas de golpear cada vez que hablas. Y no era su origen ni condición social, no…había algo más en ella, era desagradable, incapaz de darle lastima a cualquiera; nadie la quería, parecía que incluso los profesores disfrutaban haciéndola sufrir.
Me empezaba a aburrir. Él lo noto, se cayó un segundo; como si quisiera que le pidiéramos que continuara, no pude más que mostrarle una mueca desagradable, de superioridad. De repente aplaudió de manera elocuente, fuerte, haciendo un ruido atroz que hizo que los animales que no habíamos notado se asustaran. Arañas y lagartijas se movieron dispersándose por toda la cueva.
Pongan atención – reclamo el sujeto poniéndose de cuclillas y acercándose un poco- que esto es lo más importante. Yo era un hombre de bien, bien intencionado, no iba a dejar que una horrible mujer echara atrás la gran teoría de igualdad y fraternidad que yo tenía. Mis compañeros estaban de acuerdo, todos los habitantes del mundo merecían los derechos fundamentales, agua, comida, amor y respeto; pero ella no, todos los que se le acercaban eran incapaces de mostrarle más del mínimo de amabilidad. Incluso aquellas moralistas que la defendían de los abusos se notaban falsas, la defendían como se defiende a un cachorro abandonado, no a una persona en desgracia, para esas hipócritas ella no era más que una excusa para aumentar su amor a ellas mismas y su prestigio ante los demás – al decir esto el hombre se puso de pie y camino de un lado a otro de la cueva levantando sus manos como si estuviera diciendo algo realmente importante- ¡Pero mentían! ¡Mentían!
Mi compañero le hizo frente para callarlo, lo arrojo contra la pared y lo volvió a tirar al piso. Un nuevo acto violento reanimo mi actitud. Pero me asusto, jamás me había comportado tan cínica ante un dolor ajeno y mi compañero, parecía buscar cualquier excusa para hacerle daño a aquel hombre; no podría describirlo, normalmente diría que me daba lástima, que era reprobable el comportamiento violento, que no estaba bien golpear a un loco; pero en esa ocasión habría soportado cualquier tipo de comportamiento para que ese hombrecillo se volviera normal.
Yo fui el único que decidió hacer algo al respecto – gimió el vagabundo desde el suelo – me acerque a ella y charle en un esfuerzo sobre humano por no herirla, me concentre en tratarla como a un ser humano, no creerán lo que me costó no vomitar cuando me tendió su mano y la salude; me contuve a mi mismo para no reírme cuando conocí a sus padres y note lo mal que la trataban. No, no la trataban mal, me convencí que ellos también se esforzaban; cualquier persona la trataría muchísimo peor.
El hombrecillo se incorporo lentamente con la sombra de mi amigo sobre él. Volteo y vio los ojos llenos de seguridad del hombre casi gigante que tenía enfrente, retiro de él sus ojos y volteo hacia mi; de posición cínica y casi despreciable, con los brazos cruzados y la cabellera suelta; debía de parecer una verdadera arpía en el interior de esa cueva, con un hombre moreno y enorme que golpeaba a un vagabundo simplemente porque se nos antojaba, era un comportamiento extraño; pero no sabía por qué no podía desaprobarlo.
Me esforcé mucho – siguió hablando el intruso como si revelara una verdad increíble – lo converse con sus padres, sus maestros, le pregunte a ella y me di cuenta…no era algo voluntario; ella estaba consciente de su condición, pero no podía hacer nada al respecto. Fue cuando yo ya no pude más, mi contención no llegaba a tanto y en medio del patio estudiantil me reí de ella, de lo sucia y desagradable que era; fue una carcajada malvada, pero genuina, la humille con mis palabras con una alevosía macabra, todos lo vieron y nadie me detuvo. Me retire de la escuela y me fui a mi casa con una sonrisa de oreja a oreja, tan solo recordar sus lagrimas era suficiente para que me sintiera satisfecho… malvado, pero feliz.
El hombre volvió a levantar su rostro. La euforia anterior había desaparecido, ahora estaba llorando, lloraba descontroladamente, con un dolor profundo que le invadía y parecía carcomerlo por dentro. Una extraña sensación de bienestar nos golpeo. No sé cómo explicarlo, por lo regular uno siente empatía al ver a alguien en ese estado, pero no pasó entonces, el era patético…demasiado patético.
Pero ustedes entienden muy bien eso – siguió el hombre desconsolado – ahora mismo está entrando en su sistema.
El desconcierto.
Al día siguiente fui a la escuela – continuo aun mas tristemente – ya era muy tarde. Mis compañeros me recibieron de manera hostil, nadie me dirigió la palabra, incluso recibí reproches infundados de parte de mis profesores y a ella, a ella todos la trataban como si al fin mereciera su lastima. No había más, incluso la gente que pasaba por las calles me empujaban o maltrataban. Todos lucían diferentes, yo estaba fuera de lugar, como si ya no fuera como ellos, lo entendí, sentí estos extraños síntomas.
Su mirada se clavo en sus manos temblorosas mientras en nosotros crecía más y más el desprecio hacia su incongruente persona.
¿No lo entienden? – gimió el sujeto – Ella estaba enferma, es la única explicación, debía de despedir alguna clase de sustancia o producir algo que la hacía anormal, que nos tornaba violentos y desagradables, algo más allá de las leyes y el orden, pero no me di cuenta hasta muy tarde ¡¿Por qué no me di cuenta hasta que fue tarde?!
El pobre hombre volvió a encogerse en si mismo mientras sollozaba en el suelo en una imagen normalmente deprimente, pero que tan sólo por ser él me divertía.
Es contagioso – dijo levantando su rostro y viéndonos siniestramente-
Me hice para atrás, un escalofrío me recorrió el cuerpo, como si todo cobrara sentido. El hombre grande y fuerte delante mío salió corriendo despavorido de esa cueva hasta el arroyo donde se lavo cuidadosamente las manos que habían tocado al extraño. Yo intente seguirlo, pero tropecé al tratar de salir de la cueva. Los ojos del extraño al fin brillaban, se acerco a mí en un acto macabro y repulsivo, su mano sucia levanto mi rostro y con la otra sostuvo mi débil cuerpo.
Es muy poco tiempo para que contraigan la enfermedad completa – susurro a mi oído con un tono maltrecho – pero tal vez lleguen a desarrollar un síndrome menor.
Sus manos sobre mi cuerpo me daban nauseas, aunque no toco ninguna zona en especial el simple rose de manos me daba asco, su piel era dura y sus palabras tan cercanas me daban escalofríos, en un solo segundo alcance a ver la saliva proveniente de su boca, estuve a punto de desmayarme.
Lo único que puedo hacer es mantenerme aislado – dijo el sujeto en un extraño esfuerzo por dar la impresión de heroísmo - ¡lárguense!
A penas y me soltó y salí corriendo, mi compañero ya estaba sobre el bote, tuve que seguirlo un poco dentro del agua y subir a él sin que se detuviera. Pero valió la pena. Desde entonces me esfuerzo muchísimo más porque nadie llegue siquiera a tocar esas islas; daría mucho, si no es que todo lo que tengo por no volver a ver a alguien ni remotamente parecido a ese hombre.
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