Escribo estas letras, mientras el señor Jack lee atentamente los apuntes que todas las noches se esmera por recordar, le he preguntado si el sonido de esta vieja maquina de escribir le molesta, me ha respondido mecánicamente que no. Hace mucho que no tomaba la escritura, aparte del diario de vida que guardo bajo mi almohada. Las novelas que pretendía realizar, poco a poco van quedando postergadas sin más remedio que morir en mi mente, algunas tuvieron la suerte de ser escritas en hojas que se amarillan en mi habitación. El señor Jack las leyó un par de veces, hasta siento que llegó a disfrutarlas y recordó los nombres de los personajes, en nuestras charlas, suele citarlos y eso me alegra bastante.

Me asomo por la ventana para contemplar la oscura noche de esta ciudad, sus luces, el castillo real, por alguna razón tengo la sensación de que esta noche no será como cualquiera, se siente en el ambiente una densidad poco usual. No tiene que ver con la guerra que asota a la región del este, esto se siente como algo mayor, nunca he sido muy religioso y no cambiaré eso en mis últimos días de vida, pero como que me llamo Rochester que juraría por los dioses que en esta noche, la historia de la nación de luz cambiará completamente y yo me encargaré de registrarlo.