Reflexión escrita y publicada en los momentos en que se luchaba por la instauración de los elementos que caracterizan al barrio chino: Plaza con los años chinos, Parque de Confucio, estandartes de entradas, soldados de terracota, etc. Ello incluía la limpieza y remozamiento de la Av. Juan Pablo Duarte, Padre de la Patria.
!MÍ APOIA BALIO CHINO CON TO LO IELO!
Es vergonzoso para cualquier dominicano que se respete el estado en que ha estado la Av. Duarte durante muchos años. Prostitutas y prostíbulos.
Prostitutos homosexuales. Tígueres y tigeronas. Sucio. Abandono. Podredumbre. Engaños. Desorden. Escándalo hasta romper los oídos. Intransitable porque no se respetan las leyes de nada. Ni de los que andan a pie ni en vehículo.
Es lo que podemos llamar un panorama deprimente, para ponerlo en su calificativo más pequeño. Porque la grandeza de ese nauseabundo submundo del delito y la miseria, no tiene comparación casi con nada, a no se con el mercado modelo de la misma Duarte arriba, que es un verdadero noveno círculo del infierno dantesco.
De ahí que la decisión del gobierno del Presidente Leonel Fernández en combinación con los chinos y la Fundación Flor Para Todos, es más que justificada. Principalmente por tres poderosas razones que lo justifican sobremanera.
La primera es la necesidad de dignificar el nombre del fundador de la nacionalidad dominicana, símbolo de nuestro honor como pueblo, como conjunto humano que se siente orgulloso de ser un merecedor pueblo que comparte el respeto de los demás pueblos del mundo. Porque en verdad es extremadamente vergonzoso que hayamos elegido una pocilga de esa especie para ponerle el nombre del patricio Juan Pablo Duarte.
Poner su calle elegante, limpia, transitable, decente, es un deber ineludible de quienes nos preciamos de continuar, como dijera Juan Bosch la
obra que él comenzó el 18 de julio de 1838 y que culminara en el trabucazo del 27 de febrero, que nos dio derecho a ser una nación con decisiones propias y autodeterminación.
La segunda es rendir culto a una etnia como la china que, en sus distintas fuentes de origen, ya sea desde Taiwan o de China Popular, ha llegado a nuestro país a aportar su esfuerzo, su sentido de la persistencia, su orden, laboriosidad e ingenio para triunfar en los negocios y tener una conducta correcta, alejada del delito y dispuesta a aportar sus valores culturales y humnanas. Una etnia así nos enriquece no sólo de bienes materiales, sino ante todo de los bienes más importantes, que son los espirituales, los sublimemente valiosos tesoros del alma que se pule en el crisol de las luchas, que se labra con el brazo incansable de las noches y madrugadas preparando los ingredientes del chow men que brinda en el restaurant, el hotel que da habitación al descanso, el reloj que nos permite atar el tiempo y amarrarlo a la muñeca o la pared y dominarlo, la joya que nos hacen volar por las maravillosas fantasías de la belleza y la conquista, la fotografía que nos repite la vida y los momentos que hemos disfrutado en el pasado o nos hace vivir cuando ya no estamos entre los mortales.
La tercera razón es el turismo. Un barrio que nos haga sentir que estamos en Hong Kong o Beiging, Taipei o Cantón, que nos sople en nuestra piel los vientos monzónicos tocando nuestras frentes y convirtiendo en bandera nuestras ropas, que nos haga sentir la furia de los mares asiáticos y la piel amarilla brille rozada y rosada por el tibiamente caliente sol tropical, lleno de ojillos redondps, de cabello recto y fuerte, de muchas ch en la
pronunciación de las palabras, de muchos ting hong, de king tak, de mac soc, de esa musiquilla inocente del hablar chino, un barrio así, es un orgullo turístico para nuestro país. Un lugar que podemos promocionar en el extranjero como una hermosa curiosidad que atraerá la a tención y los dólares de muchos visitantes para beneficio de nuestro pueblo, que tan necesitado de divisas está en estos días de crisis.
Y ojalá que otras etnias y nacionalidades residentes en el país se animen a conformar los barrios correspondientes, tales como Haití -que ya tiene el pequeño Haití, pero abandonado, sucio y triste-, Italia, Colombia, Francia, Argentina, México, España, Cuba y otros países hermanos del mundo. De ese modo podremos enriquecernos los dominicanos, conociendo sus culturas, sus tesoros creativos, inventivos y cognocitivos, y ellos conocerían y apreciarían más nuestras maravillas en esos campos del saber.
Por eso, y por la ternura de Pochi -alias Rosa Ng Báez- de Mukieng –alias Adriana Sang Ben-, de Miguel Sang, de Manuel Ben, y de José Enrique Trinidad y la hermosa madre china de sus hijos, por el chow men, por el pollo agridulde, por el tofú, por la lengua en salsa de ostras, por las ancas de rana que tanto gustan a mi hijo Jorge Eliezer, y por tantas hermandades fructíferas más, APOYO CON TODOS LOS HIERROS EL BARRIO CHINO, QUE ES TAN NUESTRO COMO LA CHINA Y LAS HERMOSAS CHINAS.
O, dicho en chino: ¡Mí apolia e balio chino, con to lo ielos!
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