El corredor de las purgas.

En un corredor estrecho, de murallas altas y penumbra perpetua. La suciedad agolpada de las situaciones inconclusas; de las cosas que no se dijeron ni se hicieron, retrasará la salida de este corredor inerte que aletarga todo. Los movimientos y pensamientos se hacen torpes en la estreches, la luz de la salida es ficticia, el ahogo insoportable, el retorno imposible.

El crujir de las tablas delata su vejez, es infinita su presencia. No quisieras ver sus muros ni sentir su aliento atroz, que penetra la nuca y se aloja sin pelear en la cabeza descubierta. No quisieras pasar el estanco, no quisieras.

La invitación a la cena ya fue echa y solo asisten aquellos, solo ellos gozan del festín, los del corredor escuchan las risas y se preguntan que se sentirá, como será aquel bienestar de luz ficticia, que al imaginarla solo perturba la real cena; la de luz divina, que no destella en aquellos ojos iluminados del banquete, mas reluce profética en las penumbras del corredor, con cegadora luz negra como piel de escorpión.