El Señor Menendez siempre estaba solo, y eso para el no era una molestia, desde que sus hijos se habían mudado a la ciudad y el eligio quedarse en el pueblo de su infancia, la soledad paso a ser parte de su vida. Menendez era dueño de una empresa de fletes, sus hijos dirigían sucursales de la empresa en Buenos Aires, mientras el manejaba el negocio desde Orense, había enviudado hacia mas de diecinueve años y prácticamente había criado a sus hijos solo.
Amaba su casa, para el era perfecta, el parque era su lugar favorito, su mujer le había dejado quince Azaleas que el cuidaba a diario, tanto o mas que lo que lo había echo ella, cuando alguna se dañaba o secaba, el la reemplazaba con otra, su jardín en primavera, era la envidia del pueblo, quien no tenia una foto familiar con sus flores.
En un viejo árbol de su jardín el señor Menendez tenia una colmena de abejas, siempre los insectos le habían interesado y pensar que habían elegido su casa para armar una ciudad decía el. No podía creer que en ese enjambre vivieran treinta mil ejemplares.
Todos los días, regaba sus azaleas y se quedaba horas mirando las abejas, ellas ocupaban parte de su soledad, escuchaban sus penas y sus alegrías. Algunos vecinos se reian de sus amigas y realmente a el le importaba muy poco, a esta altura de su vida no iba a cambiar.
Una noche dos hombres encapuchados y con un revolver en la mano se metieron en su casa, Menendez grito pidiendo ayuda hasta que lo ataron y taparon su boca, llorando en el piso escucho un leve sonido que parecía una suave melodía, cuando levanto su mirada no podía creer lo que sus ojos veian, las abejas en un sincronizado vuelo estaban dirigiéndose hacia las habitaciones, los ladrones empezaron a gritar queriendo defenderse sin saber que hacer, hasta que llego la policía, un vecino ante el primer grito la había llamado.
La imagen era increíble, menendez maniatado en el suelo de su living, los malvivientes en el piso, desmayados, totalmente picados y las abejas volviendo a su enjambre en otro vuelo rítmico.
En diez minutos el pueblo entero estaba centrado en su casa, nadie podía creer lo sucedido, salvo Menendez que tenia una gran sonrisa en su rostro, su mujer había estado esa noche ahí, vino a cumplir su promesa, no dejarlo solo cuando mas lo necesite, recordó la dulce melodía, era la primera canción que habían compartido…
Los ladrones, murieron camino al hospital, las abejas habían echo una excelente labor, no quedaba un milímetro de los cuerpos sin picar. Orense fue noticia ese fin de semana y en agradecimiento Menendez planto diez nuevas Azaleas, su mujer se las merecía….
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