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“Un día más”




Todas las mañanas son lo mismo, sonaba ese maldito reloj despertador que mi mujer me prestaba, en realidad todos los relojes que había usado desde que la conocí eran de ella, nunca me compré uno a pesar de las eternas discusiones que teníamos con relación a eso, pero yo no lo hacía, así es que religiosamente, casi como un estúpido ritual se sobrevenían las peleas por culpa de ese maldito despertador, continuándose una tras otra y yo allí haciendo lo mismo, lebantándome para ir a trabajar a esa porquería de lugar. Debía cumplir, no-se porqué, pero debía ir. A veces maldigo el día en que me dio por ser responsable y ser un asalariado, aunque debo reconocer que es un asunto de sobrevivencia y nada más. El problema era cumplir con este ritual que no tenía fin, día tras día, día tras día asirme de mi cama, que para maldición mía y de todos por lo que he sabido, es la mejor hora para dormir. Sentir esa responsabilidad que le gana a cualquier razonamiento juicioso de quedarse en ella. Sin embargo lo hacía y seguramente lo tendré que hacer el resto de mi maldita vida –odio lebantarme a esa hora -. En fin, era claro que la alternativa no existía en mi domesticado cerebro, tanto que luche por no ser un estúpido más y heme aquí siendo quizás una de los más hue´ones de todos.
Y mi señora, que siempre me hacía la misma estúpida pregunta de todos los días ¿vas a llegar temprano, mi amor? Porqué tenía que hacer esa pregunta todos los días, era como si creyera que me iba a escapar o algo así, nunca he encontrado el significado lógico a semejante pregunta. Y la hora, esa mierda de hora que transcurría sin ningún respeto hacia mí, ese reloj barato en forma de timón que estaba colgado en la sala, que nunca tenía la hora de verdad, siempre me atrasaba y se me pasaba la ya mil veces maldita y detestable micro, que corresponde a un rubro de empresarios y choferes, que por lo visto no son de este mundo, viven vidas apartes, están desconectados de todo lo real. Sus rostros duros y agresivos invitan al odio y al desprecio, sentimientos que por solo nombrarlos me descomponen el estómago, pero eso producían estos energúmenos y mejor no detallar las estructuras de esas mal llamadas maquinas del transporte colectivo, que son verdaderos carromatos, villiciosos, mal olientes y sucios cajones de mierda, que transportan a un no mejor grupo de individuos, que serían dignos para una colección de terror al mejor estilo lovecraniano. Si, así era y desgraciadamente es. Los espécimen que encontrabas eran verdaderas obras hechas o más bien dicho hechas pero no terminadas. Cuerpos torcidos, caras desfiguradas casi sin expresión que denotaban claramente la inmensa presión que llevaban sus compungidas almas. Pero ahí estaban religiosamente tomando esa carroza de muerte, que en cualquier momento de locura de ese espécimen no pensante y de inframundo se le ocurriera acabar con todos y punto, todo dependía de su animo, él tenía el control de nuestras desgraciadas y robadas vidas, chofer se hacía llamar, extraño nombre para esta criatura infernal, que constantemente bosiferaba con una tosca y gutural voz ¡muévanse mierda para atrás!.. ¡Pase señora por la chucha, no ve que me hace taco!...¡ muévete cabro de mierda... Estos escolares re-concha de tú madre!
Y entre dientes dicen, igual me los voy a cagar con el voleto, a estos mocosos re-chucha de su madre.
Y con esos pensamientos repetitivos y bien intencionados, todos nos dirigimos plácidamente a nuestro centro de explotación, me refiero por supuesto, a nuestros queridos y amados trabajos. Donde nos esperan nuestras labores que distan mucho de la creatividad y del desarrollo personal.
Al fin logramos como podemos de entre la muchedumbre apretujada escapar de ese infierno con ruedas, que solo puede compararse al infierno de Dante –en todo caso creo que si él hubiera conocido a estos especímenes, no habría tenido duda alguna de la forma de Satán -. O en el infierno de Hades, Servero solo habría sido un cachorro de pecho ¿no lo creen? Bajamos como podemos de esta máquina del demonio, corrijo saltamos de ella, convirtiéndonos en verdaderos acróbatas de los saltos y expertos en la ley de la física, ya que controlamos a la perfección la caída en movimiento – en todo caso si no fuéramos así simplemente moriríamos, seguramente de un golpe certero en el asfalto.
Y después de esa tremenda y atrevida acrobacia, que en algunas ocasiones, creo que hasta me enorgullezco de ella –al parecer, me gusta esto de arriesgar mi vida por nada -. Y ahí estoy de nuevo renovando fuerzas para enfrentar un día más de trabajo, o mejor sería decir de explotación, sería más correcto mensionarlo de esa manera ¿no lo creen? Solo unos pasos más y podré llegar a ese poderoso y preciso reloj que controla mi tiempo, debo agarrar esa asquerosa tarjeta, en donde mi nombre está impreso, como una maldición o un oráculo, que dice que no soy libre, a partir de ese momento le pertenezco. Primero el reloj despertador, después el reloj de mi sala, luego mi vida depende de un chofer y ahora soy esclavo de este reloj, claro que ahora de un reloj sapo, que todo lo habla y todo lo ve, ese que me dice que yo no existo y que estoy donde debo estar y dejar de ser yo, si es que en algún momento realmente lo soy. Aunque debo destacar, que a partir de ese momento ya no hay ninguna posibilidad ni la más remota de ser yo mismo. Mi trabajo, mi responsabilidad, mi maldición debería decir, si señor, no señor, claro señor, estoy de acuerdo con usted, no faltaba más, si es lo mismo que pienso y digo, tiene usted razón, eso mismo haré, se lo tendré para mañana o si quiere me quedo más tarde y lo termino, mis hijos y mi mujer lo entenderán. Valla con su familia no se preocupe, lo importante es la empresa y además usted ha hecho mucho por mí, me dio este trabajo, aún lo recuerdo –¡huevadas!, en eso nunca caeré, que me echen estos infelices, jamás me arrastraré de esa manera. El problema es cuando tienes cuentas y te persiguen esos seres de esas endemoniadas tarjetas de créditos, que como imbécil caíste pensando que saldrías de la pobreza, para luego, cuando es tarde, darte cuenta que ahora estas más pobre y más endeudado.
Hoy será un día de mucho trabajo Pedrito... así que prepárate y dames esos papeles, mira que el trabajo dignifica y hace grande este nuestro glorioso país... yo entre tanto me tomaré un rico café, mientras tú me preparas toda la documentación ¿ha propósito, as visto mi tasa? Y tu bella esposa ¿cómo está? –Dice mi lujurioso e hiperactivo jefe- y yo entre dientes le contesto, mejor que la tuya viejo concha de madre. El toma el diario lo abre y se oculta en el, esperando que la pobre y despersonalizada auxiliar le traiga un café bien cargado, esperando seguramente que con ello no se duerma este flojo de mierda. Tomo posesión de mi pequeño y maltrecho escritorio, me siento en mi silla, que por supuesto se diferencia considerablemente a la de este ser cínico y que se hace llamar un ferviente católico y que por desgracia mía, le gusta contarme de las labores domestica de su abnegada mujer, que por cierto le tiene prohibido trabajar. Ya que él cree que su lugar está en la casa planchando camisas y cuidando a sus hacendosos y brillantes hijos. Solo espero la llegada de la auxiliar con ese bendito café, para escaparme de su predecible y explotadora presciencia, bendita sea esta servil mujer, que aparece justo cuando este individuo pretende estrechar una comunicación o más bien dicho un soliloquio, ya que se supone, que solo debo escuchar, contándome de las cosas de su perfecta familia- adoro a esta auxiliar, que sin saberlo me salva de esta situación repúgnate. Continuo fingiendo mi interés por este fatuo deber, pero ahí estoy dando la lucha, no se dé que exactamente, pero como digo ahí estoy y seguramente ahí estaré para mañana y para pasado mañana, haciendo lo mismo, esperando a la salvadora auxiliar a que me rescate del tormento de tener que escuchar a este ser del demonio y sus experiencias tan profundas y que por lo que creo, él espera que me interesen como a él le interesan. En fin, sigo con mis labores. Ahora me toca enfrentar la mirada conciliadora pero ocultamente prejuiciada de los demás componentes de este infierno de esclavitud. Aquellos que por obra quizás de Satanás ocupan un puesto más elevado que el mío, que en todo caso y a pesar de sus deseos no pueden darme órdenes, pero que con sus miradas es como si me las dieran. Aunque debo decir con mucho orgullo, yo que no soy ningún huevón y entendiendo esta realidad, me aprovecho de esta situación y a través de palabras irónicas les recuerdo constantemente esta realidad y ellos que tampoco son estúpidos perciben mis señales. Por supuesto, con una mueca disfrazada de sonrisa, asienten con desgano que su poder es limitado. Claro está, que para que su temporal derrota no sea del todo manifiesta, me recuerdan con mucho cariño, la forma en que me trata el jefe, que también es su jefe y con esa bondad que caracteriza a la gente de mi pueblo chileno, me toman de la espalda y me manifiestan su apoyo por la manera indigna en que mi mentor y superactivo dueño (jefe) me trata. Lo curioso es que solo lo mencionan sin darme ninguna solución ¿no les parece extraño esta situación? Es claro y diáfano que sus intenciones son las de humillarme, pero yo me quedo con el consuelo que estos maricones cobardes, no tienen las agallas de decírmelo de frente.
“Bendito, Don Pedro de Valdivia, Don Pedro de Oña, Don Diego de Almagro, Don Ambrosio O’Higgins y su hijo el Peruano Chileno Don Bernardo O’Higgins (Padre de la Patria ja.ja.ja.) Y todos los demás creadores de este hermoso y delicado país en donde la prosa y la sabiduría, los grandes pensamientos. Las grandes obras... bla... bla... bla..., dieron lugar a una raza tan singular y única, en donde el hermano se preocupa por el otro y es capaz de dejar su propia herencia para que el otro no tenga problemas, en donde el vecino, no puede comer sabiendo que su hermano de al lado no tiene alimento, pero que encuentra consuelo ante tanto sufrimiento, rezando y orando por el hermano caído y luego sigue comiendo hasta la saciedad y aún más –Dios todo lo puede- y porqué no decirlo, porqué no mencionar a esos grandes y santos hombres que se desviven por nuestras almas día y noche, hablando con el todo poderoso, me refiero a esa venida casta de hombres que vienen desde el mismo cielo y que pernoctan en la diestra de nuestro Señor Dios, los a veces incomprendidos curitas, que todo lo dan, todo lo comparten y que con sus suaves y angelicales voces, que asemejan a cantos gregorianos, nos brindan su amor incondicional --- cómo puede ser que hablen mal de ellos -. Es cierto que a veces se les cruza un niño travieso y rebelde y ellos caen en la tentación, pero solo es eso, una prueba de Dios, es claro que solo necesitan un retiro espiritual en sus pequeñas y humildes moradas en las afueras de la cuidad. Para que los pecadores, que somos nosotros no los sigan mancillando. En fin, esa es nuestra realidad y debemos vivirla intensamente, apoyar a nuestros líderes a nuestros guías, que todo lo dan por nosotros y si no nos han subido los sueldos, no es por su culpa, es el mundo que no lo permite, el precio del petróleo, del oro, las bolsas de balores y todas esas cosas que tanto hacen sufrir a nuestros acongojados y excelsos líderes. Ellos solo nos piden que esperemos, que todo se solucionará... mi pregunta es ¿y porqué ellos están cada día más ricos y nosotros más pobres?..No será, que ellos no poseen la sabiduría de la paciencia que nosotros poseemos. Pobres de ellos, que jamás llegarán al reino de los cielos. Debemos quererlos y amarlos... somos los elegidos, al menos eso nos dicen nuestros queridos curitas católicos, que solo tienen un pequeño porcentaje de las riquezas de este angosto y largo país. Benditos sean... ¡Vaya! y pensar que esto lo pensé mientras iba al baño, mi único lugar de libertad, en donde puedo disfrutar de un exquisito cigarro, dervy desde luego, no da para más.
Y llega la hora de irme, un día más de esclavitud (trabajo), un centavito de dólar ganado, ¿no será mucho? Que ironía, ahora solo anhelo con desesperación ese maldito reloj controlador, creo que hasta lo quiero al desgraciado, me libera por unas horas de este claustro de moral y decencia. Salgo presuroso, con zapatitos de clavos, veo la puerta de salida y parece que se hace cada vez más lejana la mierda, temo que mi santo y nunca bien ponderado jefe se le ocurra una genialidad e inspirado profundamente por el código del trabajo, me pida que me quede una horita más ¡gratis por supuesto!. Pero nadie me detendrá escaparé de ahí aunque sea lo último que haga en esta vida... y al fin lo logro, soy libre... ¿libre de que? No sé, pero al menos, desde la salida del trabajo hasta tomar la bendita locomoción soy verdaderamente libre e independiente. Soy Eduardo, mis pensamientos y nada más.
Les evitaré contarles mi viaje de regreso a casa en esta caja infernal, no quiero que caigan en una depresión reactiva, es muy dado en mi hermosa y delicada cuidad, que lucha por alcanzar el desarrollo. Llego a mi hogar y está mi mujer con su sonrisa eterna, que realmente no sé de donde la saca. Hace poco perdió su trabajo, pero no perdió su amor por mí. Si alguien me pregunta por estoy con ella, la respuesta es muy simple, es por su eterna y honesta sonrisa, que alimenta mi espíritu mancillado y le da sentido al no-sentido.
Hoy ya es Viernes y mañana no tendré que tomar esa maldita locomoción y no veré a mis compañeros de trabajo o me mejor dicho a mis rivales de guerra, haré un descanso en el camino, dormiré sin pensar en nada y cuando amanezca, me dirigiré a mi pequeño y mal cuidado jardín, me pararé sobre el pasto invadido de sisaña y malezas, observaré la única rosa que subsiste a ante tanta desolación, hablaré con ella y haré un pacto, me pondré ropa de trabajo (trabajo libre y creativo) y sacaré de cuajo esos arbustos que succionan la belleza de la simple chépica, entonces la única rosa que con su belleza le da sentido a esta desolación, quedará feliz y seguramente me lo agradecerá y me premiará con su color de vida y me abrirá su existencia mostrándome sus hermosos pétalos de amor. Dándome el sosiego que no encuentro cuando no la veo.







Eduardo Roa Ureta
Marzo de 2005

Texto agregado el 24-04-2009, y leído por 117 visitantes. (1 voto)


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