Un momento de dolor, sólo dolor, ni las palabras, ni la gente, ni el amor, nada puede evadirlo de mi mente. Noto la presión en mi cabeza, la congestión, mis ojos humedeciéndose, mi pulso acelerándose, noto cómo deja de llegarme el aire. Me concentro, me lleno de valor....inspiro, lo he conseguido; entre tanta confusión he podido abastecerme de oxígeno, pero para qué, para seguir llorando.
Noto todas las lágimas a punto de salir, se me llenan los ojos y lo veo todo borroso, cristalizado, absurdo; me están viendo, pero me da igual, porque sé que aunque quiera parar, no puedo. Además, necesito esto, necesito sentir este dolor, me lo merezco. Aprendo a disfrutar de ello y toda la angustia se convierte en sosiego, es como un ciclo, y sigo aquí, estoy sintiéndolo. Mis lágrimas negras me pintan las mejillas, son lágrimas etílicas, todos me animan...no quiero ánimos, quiero que salga el dolor, quiero sentirlo dentro para dejarlo ir. Han salido parte de mis demonios y, sin embargo, sólo he abierto la boca para respirar. Esto me gusta, me siento como una adicta a esta sensación porque sé que después viene algo bueno. No disfruto del dolor, pero disfruto de saber que puedo tenerlo.
Un saludo |