Soy una madre bichera.De esas que levantan las piedras para sacar lombrices, organizan carreras de caracoles y una serie de actividades asquerosas para que los angelitos aprendan en vivo y en directo .
Una tarde estábamos con mi hijo menor, Tomás, debajo de un pino viejo, sentados en la arena;era un verano hermoso, yo había cumplido con mi cuota diaria de insectos y me disponía a leer una joyita literaria conseguida en un supermercado...cuando una vaquita de San Antonio (o San Andrés o el santo que gusten), aterrizó en mi libro abierto.Era vistosa, la verdad,con un color dorado con pintitas oscuras muy llamativo. Los ojos de mi nene se pusieron redondos como dos platos.
Con todo su asombro infantil habló sin parar durante quince minutos. Harta de la vaquita y (porqué no decirlo) de su propietario, le sugerí que la dejara en el tronco del árbol, que iba a estar más contenta.
-No mamá- me dijo Tomy. ¡Acordate de que en el árbol hay una araña, y seguro que está esperando que caiga un bichito en la tela!.
-Nooo, hijo.La araña está durmiendo la siesta. Dejala despacito ahí que después...
no llegué a terminar la frase.Tomás depositó a la vaquita en el tronco y dos patas negras (o manos,no se que eran), de araña la agarraron brutamente y se la llevaron p'adentro de la cueva.
No es necesario decir que el nene gritaba y yo, con una aguja de pino,como una desesperada, trataba de sacar al bicho de las garras de la maldita comevaquitas.
Luchamos unos segundos y la salvé.Quedó la pobre con un ala rota saliendo del caparazón,y seguramente un pre-infarto, si es que tienen algo parecido a un corazón, o su equivalente en órganos bichezcos.Perdonen mi ignorancia.
Inmediatamente, y antes de que mi ángel vea algo muy duro de parte de la naturaleza, la hice volar. No se si podía, pero volar,voló.
-¿Viste que iba a estar bien?-el nene me miró con cara de "me estás tomando el pelo", y yo retomé la lectura de mi libro con la conciencia no tan tranquila.
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