Es un grato gusto el que siento, cuando acordándome de mi querida amiga , agarro mis trastos de escribir, me retiro al rincón de mis afectos, enciendo la luz de mi vieja bombilla, veo como las sombras dan paso en el pensamiento a formas y colores y una alegría afortunada que estudiadas las circunstancias nunca he tenido la osadía de pretender comprenderla.

Surge en mi recuerdo el día feliz en que te vi cruzando los pasillos del colegio, me pareciste una diosa coronada de esplendor y fantasía, y te confieso, no haber podido dominar uno que otro sueño impertinente que desde ese tiempo me ataca en las noches y siempre al acecho procuro buscarlo con la ansiedad del naufrago que cifra su esperanza en el leño del que se agarra, cada noche, cada día. (Bueno casi todos los días).

De ese día venturoso a ahora han pasado años, que se han vuelto un instante en este momento, te imagino simple y sencilla y es una evocación pertinaz como la lluvia de abril y es un recuerdo explosivo como risa de payaso. Casi sin pretenderlo somos colores y sombras, espacio y luz, en nosotros surge la armonía tanto como la desesperanza y la alegría, como la impertinencia de la duda que nos hace a veces tan lúdicos y placidos.

Con afecto pues van estas palabras para mi querida amiga en su cumpleaños, y mis deseos porque la fortuna esté siempre al frente de las sorpresas y esa bella alegría que recorre la distancia siga azotando sin piedad mis noches y esperanzas.