PEQUEÑA MAGIA

Desde que abrimos los ojos
Rodeándonos, nos abrazan
pequeños grandes tesoros
que nos dejan sin palabras.
¿Has visto las huellas de oro
que deja el sol cuando alza
su óvalo puro y desnudo
en la húmeda mañana?
Despertando en el rocío
deja cristales que embriagan
en los campos y caminos,
en los bosques y montañas,
en los áridos desiertos
o en las coloridas playas.
¿Y el vuelo de aquellas aves
que en su devenir desatan
esas formas caprichosas
con sólo extender las alas?
¿O esas bellas luciérnagas
que por las noches consagran
sus luces al don secreto,
como estelas de alabanza?
¿Y los grillos? ¿Las colmenas?
¿Las orugas? ¿Las arañas?
¿O las matas de amapolas,
Que se ven en la hondonada?
¿Y el concierto de los grillos
en esas noches tan largas?
¿Y el campo cuadriculado
de trigo, maíz, cebada,
o de magnos girasoles,
buscando el sol en el alba?
¿Y los blancos azahares
precediendo naranjas?
¿Los dulces melocotones
con su piel tan sonrosada?
¿Y la llovizna tan fina,
La nieve, princesa blanca,
O aquella niebla opalina
Que luce de madrugada?
Sería tan interminable
la lista que uno encontrara
si abriera grandes los ojos
o si, acaso, los cerrara
para que se abriera paso
por nuestra memoria el alba,
la fría noche o las tardes
que vimos desde la infancia,
esos milagros que afloran
al convocarlos el alma.
Milagros que hablan sin voz
Natura privilegiada,
que nos rodea y seduce
Con clara y serena magia.