EL REGALO
Nunca pude imaginar que una araña me diera miedo…y no me refiero a un arácnido, animal de ocho patas más o menos peludas, de un bicho más o menos grande o incluso venenoso. No. Me refiero a esas arañas metafóricas, a esas enormes lámparas que penden de los techos de los salones, a esa profusión de lágrimas cristalinas con reflejos de diamantes pulidos que llenan el ámbito de luz.
No sé de dónde me viene este miedo absurdo ¿Quizás de la película El fantasma de la ópera? Como todos recordareis, había una escena en que la descomunal araña caía sobre el público, la hermosa araña con sus cables, lámparas—me imagino que de gas—y miles de lágrimas que se convertirían en lágrimas de sangre y sesos esparcidos por el salón del teatro.
Aquella escena, a pesar de que, o a lo mejor por eso mismo, era en blanco y negro y la sangre, más que ver, se adivinaba.
El caso es que, siempre que veo una de esas lámparas, no veo su belleza, por muy cristal de Murano que sea el material del cual están fabricadas: lo que veo es una luz siniestra que me espera al final del camino. Siempre me traen a la imaginación qué pasaría si un terremoto las desprendiera de su gancho y cayeran sobre mí. Así que, cuando voy a algún evento, si brilla una de esas arañas, procuro sentarme en un lugar sin que esa espada de Damocles penda sobre mi cabeza, y si no puedo evitarlo, me voy.
Lo curioso es que hace un mes me regalaron una, preciosa, de eso no hay duda. No he llamado al electricista para que me la cuelgue en el salón, en absoluto ¡Faltaría más! Lo peor es que no sé cómo deshacerme de ella. La amiga que me la regaló puede volver de visita y se extrañará de no verla colgada. Puedo decirle que se rompió, pero ¡Dios mío! ella tiene una tienda de lámparas y podría regalarme otra. De todas formas, he intentado venderla, pero tal como están las cosas, nadie ha querido comprármela. Así que, he decidido regalarla. Mañana mismo.
Ahora estoy sentada en mi sillón favorito, leyendo un libro, en completo silencio y relajación…y casi olvidada la maldita lámpara. Oigo un cris cras, como si algo se arrastrara por el suelo con un ruido de cristales y cadenas. Dejo el libro y me levanto intrigada. Y la veo:
Por el pasillo viene, arrastrándose ¡la araña! Sus patas llenas de bombillitas y cadenas plateadas se mueven, caminan y vienen hacia mí. Suenan cristales rotos que van sembrando el pasillo de filos puntiagudos, cortantes, y yo, completamente paralizada, veo cómo la araña levanta sus patas y esos filos hirientes se acercan a mis ojos…
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