Tenía una mujer, una bella hija a quien criaba sin padre, pues este la había abandonado en pleno embarazo. La mujer laboriosa al poco tiempo tuvo otro pretendiente, con quien salió nuevamente embarazada y no se sabe si por temor o por egoísmo aborto a los tres meses.
El futuro padre, al ver tamaña falacia de su pareja decidió abandonarla y esta ni corta ni perezosa siguió criando a su bella hija. Vísperas a cumplir seis añitos se le ahogo en su tanque de agua subterráneo, su dolor y su pena era tan hondo que fue perdiendo la razón.
Hoy en día no comprendo cómo las mujeres prefieren el aborto que la concepción; como prefieren el sexo sin responsabilidad y aun me aterro más, cuando Europa y EE.UU. donde se supone que hay mejores niveles de educación, de vida y se dispone de más medios de control natal, sean los precursores del aborto.
He consignado esta reflexión pensando, en cuantos casos así habrán tenido el privilegio de adoptar, pero lejos de llenar las expectativas como madres o en el peor de los casos con hijos predispuestos genéticamente a enfermedades.
Estoy de acuerdo a la interrupción del embarazo bajo criterio medico y jurídico, pero matar por placer equivale a vivir sin placer.