Ardid

-¿Así que lo mataste en pleno cuchuplanche?
-Sí, una vez que satisfice mis deseos ya no lo necesitaba, así que me deshice de él-. Contestó ella levantando la cabeza.
- No pus sí, ellos sólo sirven para eso, mientras que nosotras hacemos todo lo pesado. Oye, ¿qué sentiste al echártelo? –preguntó alisándose el cabello.
-La sensación que tuve fue de un gran placer, realmente gocé aprovecharme de él al máximo.
-Vaya que eres fría y calculadora ¿cómo lo conquistaste manita?
-Mi olor es muy seductor y como el sexo era tan importante para él, fue realmente sencillo engañarlo. Sé usar mis encantos para conseguir lo que pretendo.
-Chále carnala, tú sí que sabes cómo llegarles para apantallarlos. Me gustaría ser tan sensualota y elegantiosa como tú.
-¿Y tú?, ¿qué hiciste para cautivarlo?
-Pus le eché mis redes, cogimos y ya cuando se dio cuenta y quiso irse, pus ya no pudo. Ya estaba atrapado. Tú sabes, puras artimañas que va uno aprendiendo. Oye y tú ¿cómo te lo echaste?
-Le corté la cabeza-. Contestó con tono petulante.
-Ah jijo, tú sí que eres más cabrona. Yo mejor los enveneno. Oye, ¿y qué hiciste con el cadáver?
-Me lo comí en el acto.
-¿Así…? ¿crudo? No pus… yo mejor me lo fui almorzando de a poquito en poquito. Oye, pus… ¿No que eres muy religiosa, Mantis?
-Para nada Negra, eso es una mentira inadmisible. Para mí la religión no existe.
-Pus la mera neta es que pa´ mí tampoco. Oye…, ¿te digo algo?, me encanta ser viuda.
-A mí también.