La noche
La noche me acompañaba en mi cama, en mi armario, en mi cuaderno y en mi ventana, se mantenía despierta mientras yo la desterraba tapándome con las cobijas, esperaba que dejara de llorar, me decía con su color natural que ella estaba más sola que yo… Acariciaba la pared con la sombra del árbol de afuera, se escondía entre los engranajes del reloj, dominaba desde la sombra de mi cama hasta medio planeta que permanecía a su merced.
La noche, golpeada por mi linterna, maltratada con la luz del radio, me acompañaba, todavía, aunque no la quisiera, lo hacía. Era esa amiga que pocas veces quieres ver, pero que te acompaña media vida hasta que mueres, y después de ello lo hace sin dejar de sonreír, está allí, contigo, siempre detrás de ti, tratando de imitarte; tratando de sentirse viva como yo, queriendo sufrir mis penas para no estar sola.
La noche, amiga de delincuentes y poetas, compañera de las estrellas que la hacen ver más bella, protectora de la luna que comparte con ella su frío, señora de mis sueños, inseparable condena.
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