La dama del rostro extraño, profundos ojos negros, como si tuviera las pupilas sin brillo. La encontré hace un largo rato en la farmacia y me llamo la atención, alta, delgada. Con un raro atuendo de suaves colores indefinídos y un largo pañuelo en la cabeza sombreando su rostro. Tal vez alguna extranjera llegada de algún exótico país. Creo que soy muy curiosa por eso me atraía el mirarla, porque a nadie más le llamaba la atención, puede que sea por que salgo tan poco al centro de la cuidad, que estoy acostumbrada a ver mis conocidas vecinas y a nadie más, ahora la veo más de cerca, se refleja en el
cristal del escaparate donde miro las ofertas del día. Si está casi a mí lado.
¡Oh! Estoy extenuada, hace rato que camino y llevo los zapatos con taco que están casi nuevos. !Ay¡ Camino hacia la parada de autobus, ojalá que no demore. Pesan la compras. Aún no viene el vehículo que me es necesario y miro hacia el otro lado y ahí está la extraña dama, ahora me parece menos estrafalaria su vestimenta y una rara luminosidad en su rostro y está tan cerca mío, me causa un inexplícable rechazo y temor. ¿Estará siguiéndome o será una mujer de malos hábitos? Aparte de mí bolso, escuálido en dinero y los recibos de pagos cancelados, no tengo nada más importante. No llevo joyas, ni tengo y mi mercado en incómodas bolsas corrientes.
Debo de tranquilizarme, dejarme de tonterías. Mí atuendo es común y corriente,solo bien presentado. Me marea un poco el ir y venir de la gente y para distraerme repaso los encargos que compré:Calcetines gruesos para Cristián, mi niño más grande que irá a la nieve, el gel para afeitar para mí marido, una crema para sofía y Marcelita me pidió con mucha ternura: De esas caluguitas ricas, mamita. Mí pequeña preciosa. Afirmándome en la pared suspiro y arreglo mis paquetes para no perder ninguno,. Los artículos para el baño pesan mucho, el de la farmacia menos. Y el bus que no llega, ni se asoma. Demorado como siempre que una tiene urgencia de regresar a casa. Vuelvo la vista y la mujer está frente a mí, me desagrada verla y al dolor de espalda se agrega este dolor al pecho, no se, pero parece que estoy empezando a sudar. Me inquieto demasiado y la hora corre más que el bus. Iré en un taxi. Camino rápido hacia la plaza, frente a la Catedral, hay un paradero. Cruzo la calzada y veo que la mujer va delante mío. Me acerco al taxi y ella se adelanta y abre la puerta y trata de meterse al vehículo, le reclamo al chofer que esta dama me oprime y no me deja subir que yo llegué primero. Y este me dice:
- No veo a nadie y no la puedo llevar, no suba. No quiero problemas. Ya. tranquilita, no más.
Espantada y sin fuerzas mi vista se nubla, mis piernas pierden las fuerzas y el dolor es inaguantable. alguien compasivo me ayuda, me tiende sus manos y me coje, abro mis ojos y veo a la extraña mujer con una mueca de alegría y me resigno, me falta el aire y el dolor decrece de golpe. |