Hola abuela, me dijeron que te estas poniendo mas viejita, que mañana cumples 70 años y que te van a leer muchas dedicatorias. Yo no voy a poder estar, pero quiero enviarte un gran beso, un abrazo, pedirte la bendición y regalarte un cuento, que eso es lo que se me da mejor en estos días. Así que ahí va.
Dicen que cuando nací mi abuela me tomó en sus brazos, fue ella la primera cara que reconocí en el mundo. Mi abuela, con su rostro redondo y su pelo ensortijado, con su sonrisa de labios finos y su voz infantil. Mi abuela Mercedes me heredó el gusto por la música y los dulces. Todavía recuerdo sus lecciones de cuatro, su cuarto oloroso a agua de colonia y los libros de cabecera que atesoraba, entre los que guardaba las fotos de su infancia, en blanco y negro, donde asomaban caritas de muchachos risueños, dueños de una Caracas que ya se nos fue.
Y es que mi abuela siempre ha sido uno de mis primeros orgullos. Uno de esos orgullos que crece día a día, cuando uno se da cuenta de lo duro que debió ser vivir esa vida que hoy cumple 70 años. Una vida que engendró muchas otras, desde su vientre hinchado por 7 embarazos y desde sus manos de enfermera, que curó a cuantos pudo y dio la bienvenida a otros recién nacidos que, como yo, tuvieron la dicha de caer en sus manos al nacer.
Los cuentos que me cuentan, me cuentan de una abuela guerillera, activista, solidaria y rebelde, que nunca se conformó con vivir en el mundo que le había tocado, si no que agarró con sus manos esa vida y la modeló para construirse un lugar mejor para sí y para los otros. Siempre recordaré a mi abuela saliendo en medio de la noche a retirar la bala del brazo de un vecino, en un momento difícil y peligroso para todo nuestro pueblo. Siempre recordaré a mi abuela tejiendo escarpines para los muchachitos por nacer. Siempre recordaré a mi abuela robándose la leche de la despensa para comerla con azúcar, aún a sabiendas de que le estaba prohibido por esa enfermedad que ha sabido mantener a raya desde sus 30 años. Siempre recordaré a mi abuela aprendiendo a tocar el piano, la guitarra, oyendo sus discos de vinil y preparando su asado negro y sus hallacas.
Hace un par de años empecé a escribir, sin saber que mi abuela también lo había hecho en algún momento de su vida. Luego encontré sin querer sus cuadernos, sus cartas, y comprendí que también eso se lo debo. En algún momento escribí esto, y quisiera citarlo porque es el mejor regalo que puedo darle:
“De mi Abuela Mercedes: fui su consentida y aún lo soy en la distancia, y cuando le da por coser llena la casa de sábanas, cobijas, manteles y cositas medio torcidas hechas de retazos coloridos para regalármelos cuando llegue de Caracas. A veces llego muy tarde y ella ya se los ha dado a otros transeúntes que van a disfrutar de su compañía. Mi abuela está estudiando comunicación social en la misión Sucre, aunque no deja de practicar con su piano todas las tardes para ver si algún día, a pesar de sus años, llega a ser como Mozart: una niña prodigio de la música.”
Son esas las cosas que me han nutrido de usted y me han hecho parecerme cada vez mas a sus maneras, a su carácter, porque viene a ser como un espejo donde quisiera verme, y más aún, quisiera poder llegar a considerarme la continuación de usted y de su afán de vida, de alegría, de esperanza. Gracias, Mercedes, por acompañarme en este viaje y por darnos a todos ese pedazo de corazón donde guardamos la solidaridad, la esperanza y los sueños. ¡Feliz Cumpleaños!.
P.D. para mi familia: ahora es que siento fuerzas para montar esto. Perdónenme por revolver en el dolor y los recuerdos.
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