Buenos y malos habitos
El hombre contemplaba el cielo, miraba con la expresión de aquellos que miran sin ver, la mirada perdida más allá de la lluvia espesa y gris, más allá de los árboles deshojados y sin vida.
Mientras miraba, pensaba y mientras pensaba, fumaba, un mal hábito, lo sabía, pero si de todos modos la vida era difícil, nada importaba un mal habito, como tantos otros…
Esos otros, como tener sexo con alguna hembra cualquiera, en lugar de “hacer el amor” con el ser amado y hermoso con forma de mujer, o al menos, si el amor no se presenta, sentir algo más que sólo una necesidad biológica.
Otros, como emborracharse por que sí, contaminando el cuerpo con alcohol “para ahogar las penas”, en lugar de embriagarse de alegría, charlas y poesías con amigos, con o sin cerveza.
Sus pensamientos se perdían entre el humo y sus recuerdos, los hechos del pasado, los buenos amores (y los no tan buenos), la inocencia de los primeros años. Las personas que ya no estaban tan cerca de él alejadas por el tiempo o la muerte, que a fin de cuentas, son casi lo mismo, por que de la muerte ya no se vuelve, y del tiempo tampoco.
La lluvia seguía cayendo, el vidrio empañado, apenas le permitía percibir el exterior de su cuarto de pensión, vació como su alma.
La humedad de los vidrios le recordó a la de los besos, creía que había olvidado como eran, hacia tanto tiempo que no los sentía, ni al dormirse o al despertar, ni al irse, ni al volver. Sencilla y dolorosamente, ya no había besos.
Dejó de llover, el cigarrillo se había terminado, como tantos otros y él apagó la radio, la única voz que escuchaba en su soledad.
Volvió a pensar y supo, que aunque sin besos, sin voces, sin más compañía que sus recuerdos y su radio, era capaz de pensar y lo mas importante, de sentir. También volvió la lluvia pero en su interior un tibio sol empezaba a asomar y encendiendo un nuevo cigarrillo, el hombre sonrió. Solo por que era capaz de sentir y sonreír, dos buenos hábitos, para cualquiera que valore la vida.
Sofi Morena (1990)
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