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continuacion del cuento SI O NO

El reloj macaba las doce la noche, inicio de un nuevo día sin muchas esperanzas. El muchacho caminaba por las calles concurridas por gente diversa, algunos como él vagaban sus almas en busca de una diversión efímera ese fin de semana que se mostraba abierto de oportunidades para muchos, otros formaban grupos de cacería embistiendo grupos similares en numero pero del sexo opuesto en una danza de apareamiento propia de grupos humanos de inicios de la historia del planeta; parejas solitarias, con los brazos cruzados tras la espalda del otro, aferrándose al andar acompasado de su acompañante; muchachas solitarias que arreglan su cabello frente a la vitrina con maniquíes semidesnudos y uno que otro con un vestido demasiado escotado. Mientras otros muchos escondían sus vidas en apartamentos poco iluminados y concentrados en el hielo que se derrite poco a poco dentro de su vaso de whisky, él encendía un cigarrillo mientras el semáforo le iluminaba la cara y le daba el tono rojizo de su luz de alto. Una motocicleta pasó por su lado aireándole los cabellos, los arregló un poco mientras aspiraba sin tocar el cigarrillo que previamente se había llevado a la boca, la luz verde le cegó, cruzó el crucero peatonal compitiendo por el próximo espacio libre con otras diez personas que cruzaban junto a él y pugnaban por llegar a la acera de enfrente, la acera del parque en donde iniciarían sus actividades nocturnas o donde alguien o muchos más los esperarían para los habituales ritos de diversión del fin de semana.

El parque estaba poblado de la misma gente que había visto con poco detenimiento mientras caminaba en dirección a él y que no le despertó la más mínima consideración. Aspiró el humo blancuzco del cigarrillo y se adentró entre las callejuelas adoquinadas del interior, la luna era tapada por algunas nubes dispersas de un cielo claro y por las copas de los árboles frondosos que crecían sin temor alguno sobre su cabeza, exhaló de sus pulmones el humo combinado con el aire producido en su interior. Los pasos los daba sin pensarlos, dejando que sus piernas le llevasen a donde quisieran, sin tener él control de su propio cuerpo mas que para llevarse el cigarrillo a la boca, mierda, todas las bancas estaban ocupadas por parejitas patéticas que se desvivían por declarar su amor a los 4 vientos o juntaban sus rostros en un beso interminable que le parecía, en esos momentos, lo más grotesco que había tenido que presenciar en su vida; le recordaron a ella, a sus besos apasionados cuando llegaba al pequeño departamentito que alquilaban, las veces que ella le besaba en la cabeza mientras se iba quedando dormido, los besos inacabables que se dieron cuando pronunciaron su amor a los 4 vientos; una banca quedo vacía y sin pensarlo dos veces tomó posesión de ella. Arrojó la colilla del cigarro a sus espaldas y observó alrededor, rostros sonrientes, miradas cómplices y diálogos fluidos, alegres; escupió al piso como maldiciendo a esas parejas, encendió otro cigarrillo.

La conoció 4 años atrás, cuando uno de sus mejores amigos en la universidad había decidido dar “la” fiesta por su onomástico. Fue el primero en ser invitado y el primero en llegar a la casa a la hora prevista, llevaba una botella de whisky bajo el brazo como regalo, su amigo agradecido le hizo entrar, le ofreció que se sirviera lo que deseara y de ser posible que las hiciera de DJ mientras llegaba el resto de los invitados y él terminaba de cambiarse. Era una casa bastante amplia, con alfombras persas y cuadros abstractos colgados de las paredes pintadas de un blanco humo fácilmente ensuciable en una reunión como la que se avecinaba; el comedor al lado contaba con una gran mesa de nogal en donde cabían hasta 12 personas cómodamente sentadas, la gran mampara mostraba un jardín inmenso con la piscina iluminada por luces subacuaticas y el toldo veneciano que había sido mandado a instalar por la ocasión. Se dirigió al bar y un mozo ataviado como un pingüino le ofreció un pequeño cóctel como aperitivo; el timbre sonó tres veces más mientras terminaba su primer vaso de cóctel impuesto y ya no se sintió solo al ver más rostros conocidos de su lado. Al mediar la una de la madrugada, llevaba en su cuenta 6 cócteles, dos copas de vino e iba acabando su cuarto vaso de whisky doble en las rocas, como le hubo enseñado su viejo años atrás; su garganta le pidió un alto por unos instantes mientras que algunas chicas le invitaban a bailar, se excusó más veces de las debidas mientras se dirigía al baño, se miró al espejo, mojó su rostro y salió dispuesto a todo, previa escala en la cocina en donde cogería un vaso con agua. Al pasar la puerta vaivén la vio, llevaba puesto un vestido azul brillante que le cubría desde la parte superior de los senos, sin tirantes, hasta la mitad de unos bien formados muslos, su piel blanca como la nieve y el cabello negro azabache que le llegaba hasta los hombros hacían resaltar demasiado bien ese par de ojos verde esmeralda que le hicieron enamorarse a primera vista. Ella tomaba un vaso con agua y se secaba la frente con una servilleta de papel, le preguntó primero de donde sacar un vaso parecido al que tomaba ella y luego le preguntó de donde había salido, ya que nunca antes había sabido de su existencia, sonrieron, rieron, conversaron, volvieron a reír, se pusieron al tanto de lo ocurrido en sus cortos 23 años como queriéndole ganar al tiempo, bailaron, bebieron, siguieron riendo y bebiendo, nuevamente bailaron y la noche no les dio para más. Fueron los últimos en salir de la pista de baile, incluso cuando ya no había música que bailar y solo era audible la melodía del trinar de los pajarillos de la mañana. Se dieron cuenta de la hora y despidiéndose en un beso apresurado le preguntó si podría volver a verla, ella le regaló el mundo en la sonrisa que le dio junto con un nombre y un número telefónico anotado en una servilleta de papel mientras cerraba la puerta a su espalda.

Un nuevo cigarrillo le llenaba de humo los pulmones, recordaba esa noche como si hubiese sucedido minutos antes y no hacia 4 años, recordó su sorpresa al ver el numero anotado en la servilleta y ver que concordaba con el numero telefónico de su amigo, el amo y señor en aquella fiesta donde la conoció, donde conoció a la hermana de su mejor amigo vestida en ese traje azul que le hizo suspirar más de una vez en la noche. Una muchacha distraída lo hizo salir de sus cavilaciones pidiéndole fuego para encender el cigarrillo que llevaba en los labios, él sacó el encendedor del bolsillo y lo acercó con la llama encendida hacia la chica, se lo agradeció con una sonrisa y un guiño del ojo derecho, la vio alejarse por su derecha y volvió a adentrarse en sus pensamientos, trató de recordarla una vez más para ser interrumpido ahora por la vibración del teléfono celular que llevaba en el bolsillo y del que no se había percatado hasta ese momento. Contestó sin muchas ganas de hacerlo, solo el ruido de la calle en sus oídos, preguntó quien era con voz cansada, le colgaron, cerró el celular de un golpe y lo guardó en el bolsillo, una nueva muchacha le quitaba la visual preguntándole si podía sentarse con él; al ver el rostro desencajado y la sonrisa triste en los labios de aquella chica, se arrimó y dejó que tomara posesión de una pequeña porción de espacio.
- ¿Qué sucedió esta tarde? – preguntó la muchacha observando siempre al frente, sin siquiera prestar atención en la mirada que la veía fijamente - ¿Quién era esa mujer que te hizo ese escándalo? ¿Era tu novia o algo por el estilo?
- Si… Era – la voz de él era en un tono muy bajo, casi inaudible, la muchacha lo comprendió no por lo que pudo haber oído sino por el asentimiento de la cabeza que vino acompañado por el movimiento de los labios del chico que la miraba fijamente y al cual no quería ver a los ojos.
- Bien, entonces lo… nuestro… termina acá… - mientras decía esto, la muchacha se levantó del asiento siempre mirando hacia el frente, él siempre buscando su mirada. Y dándole a espalda se alejó de su banca y desapareció en el medio de la noche que ahora marcaba la una de la mañana.

¿Cómo había empezado todo? Él se lo preguntó varias veces esa noche, no solo el cumpleaños donde ella había entrado en su vida fue el punto de partida de los sucesos que acontecieron con el devenir de los años, no solo las salidas los fines de semana que fueron afianzando su relación de amigos hasta convertirla en algo muchísimo mas serio, no solo la noche de luna llena en un hotel con vista al mar cuando le pidió que sea su enamorada después de haber hecho el amor con el rumor de las olas como sonido de fondo. Fueron estas cosas y muchas más las que cambiaron todo, las que lo iniciaron y lo terminaron, pero él siempre le echó la culpa el día que decidieron vivir juntos, separados de sus padres, solos ella y él. Llevaban juntos poco más de medio año, se adoraban hasta el cansancio y algo más, caminaban juntos hasta que los pajarillos comenzaran a cantar, hablaban de todo sin decirse una sola palabra, las miradas les bastaban para saber como estaba uno y como debía de reaccionar el otro, se conocían demasiado bien sin siquiera conocerse mucho; lo decidieron mientras cenaban una hamburguesa con papas fritas y un vaso de gaseosa helada, vivir juntos, la idea sonaba descabellada con tan poco tiempo de relación estable, vivir juntos, retumbaba en ambas cabezas que se miraban mientras masticaban trozos de pan y carne y sorbían de sus vasos liquido espumante, vivir juntos, seria una nueva experiencia, gozarían de la presencia del otro sin barreras que los separase, sin limites de tiempo ni espacio, vivir juntos o morir en el intento. Se mudaron a mediados de un agosto con demasiado viento, el mes anterior habían alquilado el noveno de una larga lista de departamentos que habían encontrado en la sección de clasificados del diario mas leído de la ciudad, lo vieron como a cualquier otro, pero la cercanía a todo y lo lejos que se encontraba de los demás fue lo que les hizo pensarlo as de dos veces; volvieron dos veces más, la primera entre el duodécimo y el treceavo departamento por visitar, y la segunda para pagar el primer mes más la garantía a dejar por el alquiler. Empezaron a mudar sus cosas al finalizar julio, aprovechando los fines de semana para mover las cosas de mayor tamaño, y durante las semanas las cajas con libros y utensilios personales que cada uno necesitaría. Una semana antes de la mudanza definitiva, él ya estaba instalado en el departamento, arreglando una lámpara por aquí o dando una mano de pintura por allá, fue en ese entonces que ella llegó con las manos cubriéndole el rostro, tirando la puerta, arrojándose en la cama donde dormirían y quedándose dormida entre sollozos y sin dar explicaciones. La mañana siguiente fue fría, despertaron con el trinar de los pajarillos y la luz tenue del amanecer le daba a la habitación un tono fantasmagórico, se miraron a los ojos y ella empezó el monologo de cómo iban a ser las cosas, de cómo su madre se había enterado de la decisión que tomarían y de cómo sus padres la habían echado de la casa sin siquiera pensar en los pormenores del acto de locura que iban a cometer… La semana de la mudanza todo había sido solucionado y olvidado.

Tres y media de la mañana, una mujer le mentaba la madre a un guardia de seguridad por haberla sacado del local donde se encontraba en completo estado de ebriedad, un taxista dormía sentado en el asiento del conductor esperando algún cliente que no llegaría hasta dos horas después, algunos amigotes caminaban abrazados dando zigzag por las callejuelas adoquinadas, hasta que la vio. Llevaba puesta una casaquilla de cuero negro como sus cabellos, una camiseta manga larga que él le regaló al cumplir los 26 y los jeans que había llevado puestos toda la semana. Caminaba con un cigarrillo en la boca, mirando al frente, sin importarle la gente que pasara a su lado, la siguió con la vista hasta que desapareció detrás de la iglesia, pensó en seguirla y ver a donde se dirigía, pero sus miembros no se movieron, lo ataron a la banca que ocupaba, sabia hacia donde iba, se dirigía hacia el departamento y encontraría las cosas tal y como las hubo dejado un par de horas antes de salir con sus cosas y alquilar una habitación de hotel, las luces encendidas, los jazmines regados por toda la casa, la radio tocando su canción, repitiéndola una otra vez hasta la eternidad. Llevo una de sus manos hacia los ojos para limpiarlos de las lagrimas que le brotaban mientras la otra mano se dedicaba a rebuscar en los bolsillos la cajetilla de cigarros casi acabada, lo encendió, una sirena sonaba a lo lejos, se levantó de la banca y la mujer ebria le cerró el camino, ¿Qué miras huevonazo?, la dejo atrás esquivándola por la derecha, se alejó de las callejuelas adoquinadas y cruzó la avenida sin autos con dirección al hostal donde dormiría.

El departamento fue su campo de batalla a partir de ese agosto, campo de batalla en todo sentido, desde las mínimas discusiones por dejar el caño del lavatorio mal cerrado hasta las grandes por la visita en tiempo excesivo de la madre de ella, peleas que por lo general acababan con besos apasionados desde la cocina hasta el dormitorio y un reguero de ropa abandonada a su suerte por donde cayera y terminar rendidos de tanto amor dado. Las mayores discusiones eran por dinero, ella hacia practicas remuneradas en un colegio de educación inicial cercano como asistenta, no ganaba mucho pero lo poco que lograba sacar con eso y algunas clases a domicilio de idiomas que impartía a niños de entre 5 y 12 años de edad, le daba lo suficiente como mantener a flote la vida que se habían propuesto. Él por su parte hacia trabajos esporádicos o se las arreglaba para conseguir algo de dinero semanal para comer o hacer las compras en el mercado y pagar uno que otro servicio. Se restringieron en muchas cosas, la televisión por cable, el servicio de Internet fijo, el teléfono libre y otros gustitos que solo se dieron cuando la ocasión lo merecía y cuando el bolsillo alcanzaba. Se podría decir que vivían del amor, amor de desayuno con jugo de naranjas o papaya en trozos espolvoreados de azúcar, amor de almuerzo combinado con un plato de tallarines con tuco y algo de carne, en las noches amor con papas fritas y mayonesa, para cerrar antes de irse a dormir con una sesión de amor que les duraba hasta el amanecer, que era cuando caían rendidos y despertaban sobresaltados por lo avanzado de la hora, por lo tarde que se les hacia para el trabajo, por el poco tiempo que les quedaba para amarse en la ducha antes de salir disparados hacia la calle. Durante el verano siguiente, ella seguía dando sus acostumbradas clases de nivelación a los pequeños con quienes había trabajado el año anterior, él seguía saltando de trabajo en trabajo: un día como ayudante de bar en algún restaurante de moda, al siguiente supervisando el manejo de la discoteca del amigo del amigo a la cual llego con la recomendación y la venia de los dioses. Pero fue en marzo cuando el inicio del fin acaeció; le ofrecieron un puesto de supervisor de servicio en un fast food de prestigio internacional, con buen sueldo y un horario manejable, lo consultó con ella un par de noches mientras cenaban a la luz de una vela roja, su canción en el fondo y una botella de vino seleccionada especialmente para adelantar las celebraciones. Aceptó con una llamada al día siguiente, dos días después confirmó su presencia con una entrevista a la que asistió engalanado con el único terno que tenia desde sus 18 años; una semana después llevaba la camisa a rayas con la corbata que llevaba el logo del local bordado, la pequeña visera que le cubría el cabello que no dejaba que este cayera inconscientemente sobre la comida a prepararse, y con la sonrisa mas amplia que pudo practicar ante el espejo del baño saludando a propios y extraños.

La habitación del hostal estaba llena de humo, había comprado una cajetilla extra de cigarros que acababa de abrir y una botella de tequila que aun no había sido abierta, los limones yacían en el lavatorio del baño escurriéndose después de haber sido lavados, una bolsa de sal descansaba en una pequeña mesa que servia como mobiliario extra de la habitación. La televisión pasaba videos musicales a volumen bajo, él yacía acostado boca arriba en la cama sin destender, con el torso desnudo, fumando un cigarrillo con la mirada perdida en el techo de la habitación que reflejaba el contorno de luz de la lamparilla de la mesa de noche; aspiraba el humo sin quererlo, como si hubiese fumado más de la cuenta y ya no fuera necesario hacerlo pero que lo hacia por el simple hecho de una costumbre adquirida en las horas pasadas. Pensaba en ella, en como la podría estar pasando en soledad en ese departamento que era tanto de ella como de él, en donde habían vivido tanto, pasado tantas cosas, compartido tantos buenos y malos momentos. Se incorporó de la cama de un salto, cortó los limones con un cuchillo prestado de la cocina del hostal, se sentó en la mesa, sirvió un primer vaso de tequila, lamió sal, exprimió un cuarto de limón y volcó el liquido amarillento en su boca combinándolo todo, lo pasó de un trago y repitió la operación, encendió otro cigarrillo, afuera se oía el rumor del mar, olía a mar, sentía el mar, lloró, sirvió otro shot de tequila, su cabeza le dio vueltas, la llamó por su nombre desde la ventana entre sollozos, dio un largo trago a la botella desde el pico, cayó de bruces contra el suelo y murmurando repetidas veces su nombre se quedó dormido cuando el sol despuntaba y algún pajarillo trinaba en el exterior.

La había conocido en el turno de la noche, llevaba dos meses como supervisor y ninguno de los que trabajaba a su cargo lo veían a él como a un jefe, era el amigo comprensivo y cariñoso que todos desean tener, los clientes que iban con alguna queja acerca del servicio salían con más de una sonrisa después de una pequeña charla con él. Así sucedió con aquella muchacha de cabello ensortijado y piel canela, presentó una queja por demora en la atención, pidió hablar con el administrador, el supervisor o con quien este al mando, él se presentó con la caballerosidad que le caracterizaba, entraron en confianza muy rápido, a los pocos minutos la queja había sido olvidada y la muchacha coqueteaba con él arreglándose el cabello y sonriendo con los ojos entrecerrados, intercambiaron números telefónicos y miradas cómplices, al salir del local la siguió con la mirada hasta que desapareció entre la multitud. Durante los días siguientes volvió a verla varias veces, algunas sola, otras acompañada de amigas que lo miraban y sonreían, pero siempre con la sonrisa en los labios; se llamaron por teléfono incontables veces, siempre durante sus descansos o en las mañanas cuando no tenía nada que hacer y mientras ella no se encontraba en casa. Conversaban de todo y de nada, reía como lo haría con ella pero solo podía ocuparse en esos momentos de la muchacha, de sonrisa suave y labios calidos, los cuales besó una noche a la salida de su turno y verla paraba en el invierno que iniciaba esperándolo con los brazos cruzados y esa sonrisa que tantas veces anteriores le había regalado mientras ejercían su función de cliente-servidor. Se veían a escondidas de ella pero sin sospechas de la muchacha, almorzaban juntos o cenaban en algún lugar apartado, como evitando cualquier mirada conocida por los alrededores, hasta esa tarde en que el agua del vaso se derramó por completo. Almorzaban juntos en un restaurante cercano al parque, la muchacha llevaba un pañuelo en la cabeza que le hacia resaltar los ojos vivarachos que tenia perdidos en la mirada de él; él por su parte, llevaba el uniforme de supervisor, dispuesto a llegar al trabajo más temprano que de costumbre; compartían el postre del almuerzo con una sola cuchara, él le daba de comer a ella y viceversa, entre sonrisas, burlas y carcajadas, se limpiaban mutuamente la comisura de los labios embarradas por la crema chantilly o disfrutaban de ver como el otro masticaba delicadamente el trozo de pastel que se llevaba a la boca. Solo quedaba la cereza, ambos la miraron con deseo, la muchacha la llevó a su boca y con los ojos le indicó que se acercara, mordieron una mitad exacta cada uno y sus labios volvieron a quedar pegados como aquella noche, nada en el mundo les importaba más que compartir esa cereza y el sabor que les había dejado impregnado en las bocas de ambos, sintieron una presencia hostil en las cercanías, cuando se separaron ella estampó su mano derecha en la mejilla libre de él, sus ojos se abrieron de par en par, ella con lagrimas en los ojos, la muchacha desconcertada cogió sus cosas y salio sin decir ni una palabra del local, las miradas vecinas se posaban en ellos dos, ¿como pudiste hacerme esto?, las palabras no salían de la boca de él, le volvió a dar una bofetada en la misma mejilla abandonándolo en esa mesa solitaria, salió detrás de ella pero ya había desaparecido.

Las dos de la tarde lo despertaron con la boca reseca, pastosa, sobre la cama y cubierto con una frazada que él no recordaba haber visto ahí, la cabeza le dolía y el piso aun le daba vueltas, caminó hacia el baño y vomitó, una, dos veces, hasta arrojar bilis, se recostó en la cama aun con el torso desnudo, las imágenes del encuentro en aquel restaurante le volvieron a la cabeza, la muchacha alejándose, las dos bofetadas aun le dolían, recordó sus sonrisas, sus formas de arreglarse el cabello, tan parecidas y tan distintas a la vez, le dolió el alma, lloró otra vez y dos veces más, abrazó la almohada y volvió a quedarse dormido pensando en lo errado de sus acciones. El reloj marcaba las cuatro con 25 minutos cuando sus ojos volvieron a abrirse, doloridos por el llanto, la cabeza aun doliéndole pero en menor intensidad, caminó a la ducha, dejó que el agua caliente le relajara los músculos, salio chorreando agua con la toalla a la cintura, cogió un poco de sal, un cuarto de limón y bebió del pico de la botella un trago de tequila. Se colocó los jeans y una camiseta sacada de una de las maletas, cogió la casaca forrada y salió a la calle sin rumbo fijo. Caminaba dando tumbos buscando un sitio donde almorzar, ese sábado lo tenia libre y recordó que había quedado con ella en ir a comprar una alfombra para la salita del departamento, no podría hacerlo, cambió de rumbo, caminó hacia el departamento y vio las ventanas cerradas, se dirigió hacia la recepción y preguntó por ella, el conserje le dijo que había salido al mediodía y que no dejó dicho a donde o cuando regresaría. Salió a la calle nuevamente, ahora si a buscar un sitio donde llenar el estomago, llegó al parque, otra vez lleno de parejitas que conversaban animadamente o que compartían algo más que besos y abrazos, entró al restaurante testigo y pidió el menú del día, cinco minutos más y no hubiera encontrado menú, señor, comió sin ganas, observando la calle por si la descubría caminando por ahí, pero no lo hizo, fumó dos cigarros después de almorzar, los fumó pausadamente, como pensando en como dar la siguiente pitada, el happy hour empezaba en diez minutos, encendió el siguiente cigarrillo, las seis de la tarde, pidió un vodka tonic con su respectiva replica muchos minutos después. A las 8 de la noche su cuerpo, nuevamente alcoholizado por 6 tragos de la misma índole, lo arrojó a vagar por las calles, con la mirada descentrada y dando tumbos, tropezando con la gente y exhalando el tufo del alcohol que le ardía en las entrañas. Buscó la misma banca de la noche anterior, procurándose antes una nueva cajetilla de cigarros con que aplacar su manía de llevarse el humo a los pulmones, estaba vacía, se acomodó en ella y se quedó dormido en un sueño intranquilo, como siendo vigilado, despertó con las campanas de la iglesia que anunciaban el fin de una ceremonia matrimonial, se maldijo mientras encendía un nuevo cigarro, aspiró el humo, tosió y lo arrojó con furia lejos de su presencia, la vio nuevamente, caminando sin rumbo, en buzo, la siguió con la mirada, nuevamente hasta verla desaparecer detrás de la iglesia, cuyo atrio se encontraba atestado de gente en sus mejores galas arrojando arroz a una pareja de novios recién casados. Se levantó de la banca que había hecho suya, empezó a seguirla, caminó muchos pasos detrás hasta verla ingresar al edificio donde estaba el departamentito, vio la luz de la sala encenderse, se cuadró en la esquina y observó lo que las sombras pudieran mostrarle, la vio asomarse al balconcillo, encender un cigarro y arrojar el humo hacia la luna que asomaba detrás de una nube coposa. Ella entró en el departamento de luz amarillenta, la vio salir nuevamente al balcón con el teléfono inalámbrico en las manos, su celular vibró en el bolsillo de su pantalón, ella esperaba la respuesta, contestó diciendo su nombre tres veces, la voz del otro lado no era la de ella, la muchacha de cabello ensortijado y piel canela le decía que pensara bien las cosas y que por favor no la llamara ni la buscara más.

La vista al mar del hostal no lo relajaba, la botella de tequila estaba vacía en el suelo, la luna brillaba en un cielo poco cubierto para la noche de invierno que pasaban, se encontraba sentado al borde de la cama con la cabeza oculta entre sus manos, sus ojos rojizos denotaban haber llorado más de la cuenta en las ultimas dos horas, el celular se había mantenido callado todo ese tiempo, lo miraba como culpándolo, perdonándolo a la vez, limpió el desorden, botó los restos de limón en la basura así como la botella vacía, vació el cenicero en el inodoro y jaló de la palanca, observó como las colillas y la ceniza formaban un espiral con el agua y desaparecían por la tubería interna hacia su destino en las alcantarillas de la ciudad, volvió a la cama acostándose boca abajo, abrazó la almohada, volteó su cuerpo mirando al techo, encendió un cigarrillo que fumó con tranquilidad, suspiró, la medianoche había sonado 15 minutos atrás, se dijo que había sobrevivido desesperadamente las ultimas 24 horas sin la presencia de ella, que no podría soportarlo unas 24 más. Tomó el celular, marcó el numero de ella, lo tenia apagado, marcó el numero de la casa, no esperó encontrarla, nadie atendió la llamada, volvió a marcar por compromiso, la voz somnolienta de ella le contestó del otro lado de la línea, ahogó un sollozo y una lagrima resbaló por su mejilla, ella se sorprendió al oír su voz, por un instante él percibió su sonrisa y un sollozo ahogado parecido al suyo. HOLA, DISCULPA SI TE DESPERTE… TENEMOS QUE HABLAR.

Texto agregado el 19-04-2009, y leído por 164 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
28-12-2010 Y BUENO... HABLEMOS!! ME GUSTO, PERO... UN POCO LARGO Y REPETITIVO. MIS 5* LAS TENES IGUAL COMO MIS BESITOS NILDA yo_nilda
 
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