Aquella noche de agosto del 1.936 tuvo que ser frÃa, o mejor dicho, tuvo que ser gélida en el corazón del poeta. SÃ, gélida, en pleno verano. En cada bache que saltaba el coche de los verdugos, un trocito del poeta morÃa. SÃ, morÃa por adelantado. Y tuvo que pensar ¡malditos seáis, asà os pudráis en el infierno! De repente el coche se detuvo. El poeta y los otros detenidos bajaron del vehÃculo. Les ordenaron ponerse de espaldas. Lorca miró a la luna, estiró el brazo y la capturó. Se la estrechó tan fuerte que quedó adherida en su traje. Un sonido seco cortó el silencio y unas alas se batieron enloquecidas en medio de la noche. Una lágrima escapó del ojo del poeta. Agachó la cabeza y vio a su luna llorar lágrimas de sangre. Se fundieron en uno⦠y todo terminó.
¿Qué terminó? âse preguntaba el poeta mientras escupÃa tierra de la boca. ¿El qué? ¿El qué? ¡El quéé! Vió su traje blanco, y lo miró horrorizado. Una mancha escarlata salpicaba el orgullo, la valentÃa, la luna y los poemas. Acercó las palmas de las manos a los ojos. ¡Sangre! ¿Qué terminó? ¿Qué terminó? âse dijo entre sollozos,N cayéndose sobre las rodillas.
- Federico, tienes que ser fuerte âle dice la luna-. ¡Sé fuerte, levántate y corre!
Veteâ¦
Lorca la miró suplicante pero la luna se lo negó. Decidió que tenÃa que marchar. Caminó por una tierra pesada, bajo por unos peñascos insoportables hasta que llegó a una carretera de curvas infinitas. Huye luna, luna, luna, que ya siento sus caballos -recitó agotado, recitó moribundo y de tanto recitarse su alma quedó desgarrada. No sabÃa a donde ir, no sabÃa de qué escapaba⦠Alzó la vista a las estrellas y tampoco lo sabÃan. ¿Eran estrellas? No, eran miles de ojos que le punzaban la carne andaluza. SÃ, en ese fino pergamino que tenÃa por piel, sÃ, donde escribÃa Pero yo te sufrÃ. Rasgué mis venas, tigre y paloma, sobre tu cintura en duelo de mordiscos y azucenas . Lorca creÃa que si un poema no se lo gravaba en la piel no serÃa poema, y si no era poema, él no serÃa poeta; si no fuera poeta no serÃa persona. ¡Ay! ¿Entonces qué soy? Masa, sustancia volátil, cerebro o corazón, no sé⦠y sus pasos ya eran de fango turbio.
Sus lagrimas azules se deshacÃan en la materia soluble de su cuerpo. Cayó sobre el rocÃo fresco de la tierra. Cayó lentamente, flotando en el aura de los versos, en el verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas . ¿Qué terminó? âse preguntaba. Y acurrucado abrió las manos con dificultad y exhalando su último suspiro, le dijo a la luna:
- Ven, mi vida. Ven y quédate conmigo toda la eternidad.
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