El polar verde
Estoy en el auto de mi papá, mi mamá prepara las cosas para el viaje, mientras lo hace mi papá sube las cosas al auto en ese maletero, que se ve muy pequeño, no como para que alcancen tal cantidad de cosas, pero sin embargo, logran entrar.
Este día no es muy especial, el viaje no es especial, es el típico viaje a Valdivia que se realiza en familia en las vacaciones o en los fines de semana largos. Me pregunte yo en ese momento ¿por qué siempre a Valdivia? , ya no tenía nada nuevo ir al mismo lugar. Le pregunte a mamá y me dijo - vamos a ver a tus tíos y parientes-. ¡Pero en Valdivia no se encuentran todos! ¿Acaso todos los de apellido Barrientos Gallardo se encuentran en Valdivia? Por qué no Concepción, donde viven algunos primos; por qué no Santiago, algunos tíos y un hermano; por qué no La Serena, donde se encuentran casi todos los Gallardo. Muchos de mis parientes aún no los conozco, ¿es mi curiosidad por conocer cosas nuevas la que no me permite notar lo que ya tengo a mi alrededor? tal ves luego me arrepentiré de conocer esos lugares nuevos…Aun en contra de todo esto, mantengo mi mismo pensamiento.
Ya saliendo de La Unión yo y mi hermana hicimos lo típico, comenzamos a escuchar música a tal volumen de no escuchar la música del otro, bueno puedo decir que la canción “Given up” de Linkin Park es la mejor en esos momentos, en esos momentos en que vemos a nuestro alrededor y nos damos cuenta de la belleza de los paisajes que aún se conservan en el sur y que en otros lugares ya no existen por problemas climáticos como los del calentamiento global o la capa de ozono. Esta canción llega hasta nuestras venas y nos muestra que podemos lograr muchas cosas, sólo su melodía y su letra lo demuestran…” I’ve given up, I’m sick of feeling Is there nothing you can say...Take this all away. I’m suffocating, tell me what the fuck is wrong, whit me”.
Mientras veo el paisaje, la cordillera de Los Andes, la de la Costa, muchos cerros, grandes campos y otros, se muestran con todo su esplendor y el viaje se hace placentero y por eso también, más breve.
Luego ya más cerca y pasando Paillaco se logran divisar gran cantidad de lagunas, restos del terremoto del 60’ que azotó la localidad. Un recuerdo vago de mi niñez se vino a mi cabeza, en esta localidad se lograban ver gran cantidad de cisnes, de esos de cuello negro, que descansaban sobre el agua como si fuera terreno firme, con gran tranquilidad, frágiles, hermosos, que a uno como persona los llena de elegancia. Pero esa fragilidad los hizo desaparecer, hasta quedar unos pocos, que pocas veces se pueden contemplar.
El primer indicio de llegada es ese conocido puente que marca la llegada a la zona, luego se divisa la gran cárcel, construida hace poco, y luego se ven ya un conjunto de edificios, centros comerciales, etc. Que se encuentran en una calle que se hace interminable, la calle Picarte, una de las más largas de la ciudad. La cantidad de viajes hace que esa calle sea muy fácil de identificar. Mientras avanza el auto muy lentamente por la cantidad de transito, mi mamá hizo una llamada que tan sólo fue un hola, llegamos, te esperamos, nos vemos. Mientras divisaba lo extenso de la calle y lo que falta por recorrer, mi papá se desvió de repente y pronto vi una gran entrada y unos grandes cercos de fierro y detrás de estos últimos una gran cantidad de tumbas. Era el cementerio municipal de la ciudad.
Pronto recordé un hecho muy importante, 25 de mayo,¡el cumpleaños de mi difunta abuela! ¿cómo se me pudo olvidar tan importante fecha? ¿por qué mi mamá ni mi hermana no habían hecho ningún comentario?. Me sentí la persona más torpe e insensible del mundo en ese momento y luego me sentí mejor.
Bajamos del auto, mi mamá llevaba muchas cosas y mi papá llevaba una torta.¿Qué significado tenía esa torta? Toda la gente observaba extrañada, en ese momento me importaba el que dirán y me trataba de ocultar para pasar de ser percibido y avanzamos. La cantidad de tumbas y estructuras, de árboles gigantescos, de estatuas y otros objetos, me hicieron recordar cuando veníamos a ver a mi abuelito, a quien no conocí y él tampoco a mí. Pero lo mejor era que ellos dos estuvieran juntos, para reencontrar ese amor que mi abuela nunca perdió durante cerca de 26 años.
Cuando llegamos al lugar donde se encuentran mis abuelos, en la misma tumba, mi mamá se acercó muy pronto y se echó a llorar, esa tristeza me mostró lo ciego que estaba, lo equivocado que estaba. Perdí ese temor y esa vergüenza que sentía y pronto todo eso se convirtió en orgullo y comprensión. Mi hermana también lloraba, mi papá consolaba a mi mamá, pero la pena de ella por haber perdido a sus dos padres y el amor que sentía por ellos, era inevitable que continuara llorando.
De pronto recordé hace 6 meses, cuando yo me encontraba “conectado al mundo”, mi mamá hace poco llegaba de su último viaje a Valdivia, porque mi abuelita se encontraba hospitalizada ahí, recibió una llamada del hospital, donde trabaja una tía que nos comunicaba, y dijeron que el cáncer era inevitable y que mi abuelita se encontraba ya en sus últimos momentos. Nos dijo eso mismo a mí y a mi hermana y nos sentamos en los sillones, fríos, duros y la tranquilidad y el silencio nos daba la oportunidad de pensar con facilidad. Mi mamá ya no podía viajar, el último bus hacia Valdivia ya había salido. Y entonces sonó el celular, mi mamá asustada no quiso contestar, mi hermana lo hizo-aló ¿tía Susana?- sí Antonia, les tengo que decir algo- el silencio hacia que el celular se escuchara como con un altavoz – falleció la abuelita- La primera en reaccionar fue mi mamá que comenzo a gritar y a moverse como con una especie de ataque y decía- ¡NO, NO, NO!-llorando-¡MI MAMITA NO! ¡POR QUÉ MI MAMITA! ¡POR QUÉ NO ME ESPERÓ! ¡NO, NO, NO!- Yo y mi hermana llorando, la tratamos de sujetar, pero no podíamos. Pedimos ayuda a vecinos para sujetarla. Yo llamaba mientras, en medio de la pena por la muerte de mi abuela y además por la reacción de mi mamá, a mi papá, que me dijo que venía de inmediato, llame también a mi hermano Ricardo que se encontraba en Valdivia, comenzó a llorar era el favorito de la abuela. A mi otro hermano Ángel también le avisé, que es de Santiago… pronto volví a la realidad.
Fue cuando vi una silueta que me parecía familiar, caminaba muy directamente hacia nosotros. Era mi hermano Ricardo, entendí de inmediato que él era el que hablaba con mi mamá, lo reconocí por su polar verde de lana que siempre lleva a todas partes hiciera frío o calor, en cualquier momento de salida. Nos saludamos conversamos un momento y luego mi mamá comenzó a poner unos platos plásticos. Todos estábamos alrededor de la tumba de mis abuelos. Entonces mi mamá nos dijo-cantemos el cumpleaños feliz- con una cara de convencimiento total, mis hermanos obedecieron y se predispusieron a cantar la canción, pero yo mire extrañado ¿acaso es muy común cantar un cumpleaños feliz a una tumba? Igual luego la cantamos todos y comenzamos a llorar todos de alegría, porque no sufrió mucho con el cáncer sólo unos meses, y pena porque ya no la tendríamos a nuestro lado. Después llegó el momento de despedirnos, mi mamá se veía muy triste y decaída, mi hermana la acompañaba, caminamos a la salida mientras yo buscaba una explicación a la forma de recordar a mi abuelita. Nos despedimos de mi hermano, no nos podía acompañar, se encuentra en la típica etapa de trabajar para costear sus estudios. Vi como se fue con su mochila a espaldas y su chaqueta verde de lana que nunca se quitaba y me percaté de que nunca me voy a quitar los recuerdos que tengo de mi abuela.
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