Despeinado, sonriente, distraído, pensativo, solo y apendejado, mi continuo movimiento, la irregularidad de mis horas, el sabroso vértigo de mis días, no soy un blanco fijo, ni un rostro identificable.
La gente puede estar frente a mi sin notarlo, soy un desequilibrio, como la incertidumbre de una noticia, una incongruencia, un tipo confuso, una transformación cotidiana, estoy parado sobre un péndulo y al vaivén de los instantes me arrojo contra los días, y contra los años que lentos labran mis destinos.
Mi vida no corre, no transcurre, mi vida solo se balancea, mi vida distraída solo espera, se afloja para dejarse ir en la corriente, me muevo en tantas direcciones que puedo darme cuenta que no voy a ninguna de ellas.
Soy como un hombre mirando las puertas por las que transita la gente, viendo sus rostros moverse, sin entrar ni salir a ningún lado, solo esperando, afuera de todas esas puertas, solo, pensativo, distraído, me quedo aquí afuera, en el pasillo. |