–Lo que Richardson subraya en este capítulo es la desorganización social en la que este mundo está inmerso –dijo Juan preocupado–, y es que las presiones políticas y económicas son dos sogas que continuamente asfixian al mundo y lo alejan de su verdadero potencial.
–Exacto, mira qué azul ya lo tienen.
–Precisamente. Ahora, Richardson propone que los líderes de las economías más poderosas del mundo se unan y busquen que todos los diferentes sistemas sociales y políticos converjan en uno solo –dijo Juan, haciendo una pausa–. Es bastante radical éste Richardson, pero analiza el problema desde varias perspectivas… y es que este problema es complicadísimo.
–Pff... Ya ni me digas, fíjate que el otro día estaba caminando por la placita que está junto al salón ese grandísimo de videojuegos y que de repente veo que una viejita, no menos de setenta te digo, sale de uno de los simuladores con una sonrisa del tamaño del mundo Intrigado, la sigo con la vista y veo que se mete en la dulcería de la esquina. Entonces que la alcanzo, abro la puerta de la tienda y que me encuentro con una arquitectura espectacular de caramelos y chocolates y mentas y gomitas y esmeraldas sabor menta y rubíes sabor fresa; todas las paredes forradas de joyitas deslumbrantes de azúcar o miel. Y veo que la viejita va y viene con su cestito, probando aquí y allá fijándose de que no la vean, agarrando paletas y pastillitas y diamantitos hasta que sus brazos ya no le aguantaban el peso de la canastita –le dijeron a Juan seriamente–. Al final se fue de la tienda con un bolsón de dulces que ni yo ni la señorita que cobraba nos lo podíamos creer.
–Te comprendo perfecto, están tremendas las cosas hoy día… –dijo Juan, moviendo la cabeza mientras le tomaba un poco a su café.