Seguia pensando en el silencio. Aveces, cuando no sabia que decir, se decidia por poner una escusa y abandonar la escena. Prefería que la gente pensase que estaba ocupada a que pudieran descubrir en su silencio su parte más vulnerable. Había descubierto con el paso del tiempo que odiaba su silencio. Le incomodaba tanto que aveces incluso preferia llenar ese vacio con frases tontas, palabras que acababan delatando su panico a la ausencia de ruido.
Por eso le encantaban las grandes ciudades, porque nunca se encontraba con ese hueco, ese espacio de tiempo que te obliga a pensar en lo que estas haciendo. Como si la conciencia quisiera ensañarse contigo y juzgarte por lo ya hecho.
A ella le gustaba olvidar las normas, sentirse totalmente integrada en el paisaje cosmopolitan de cualquier ciudad. Pero siempre, en el peor momento, su mente jugaba con ella y la hacia parecer ridicula.
Se sentia vulgar, una más del montón, cuando de repente olvidaba sus encantos y aperecía ese silencio que obligaba a todos a perder el interés por ella.
Cuando estaba sola era distinto. Podia llegar a disfrutar de su silencio, pero no por mucho tiempo. Si pasaban más de diez minutos, ponía la musica a todo volumen con tal de no permitir que el corazón y la mente la hicieran pensar mucho, ella lo prefería así.


Pero por más alta que estubiera la musica , esta nunca conseguía callar su voz interior.