Comprendo que usté me quiera ver bajo esos tacones, pues siento decirle que sueña… ¡Si señor! Usté bella dama, que cree saberlo todo; usté que dice ser dueña de los minerales de este pozo… Me señalo, sí, pues eso cree… Y grandes son sus ojos, y usté los agranda más, ¡pues le digo que ya me llegó al tuétano! Usté no me verá bajo esos viejos tacones. Usté delira… Sí, delira tenerme allí, justo dentro la tapilla del ese gran tacón, y pensar que ayer usté me rogaba… Hoy, mira con esos ojos, fijos, y la boca convertida en una rosa… Jugosa, bella…
No me mire así, que usté después dirá que no hizo nada, sin embargo…
…Esos tobillos…
Y sus tacones que me llaman…
Y no voy porque usté sonreirá sabiendo que ganó… ¿Y acaso le daré el gusto?
¿Porqué no?
Usté nunca pierde bella dama.
Me avisa por si algún acontecimiento es digno de mi atención allá arriba…
ME pondré bajo sus tacones, pero antes me comeré sus tobillos…
-Ella mira, y sonríe con la mirada anunciada.
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