No desearas a tu padre capitulo 16
Hasta los prisioneros y el detino les dieron tregua por el momento, ni Porfirio ni Leonardo sufrieron interrupciones o agresiones. Porfirio caminaba de un lado a otro repitiendo interminablemente su discurso, no cabia duda, cuando un hombre tiene un proposito encuentra el sentido de la vida, el amor le estaba dando un sentido, Leonardo lo reprendia cuando queria utilizar conceptos màs o menos rebuscados.
--No, no lo digas asi, suena muy falso, tiene que salirte del corazon, no me imites en lo que digo a veces, yo te pongo ejemplos pero no lo tomes tan a pie juntillas màs bien hazle caso a tu corazon –decia Leonardo enfatico-
Soledad por su parte, se marchitaba en amargura y soledad, cada dia era màs agresiva y hosca con su madre, se desquitaba con la pobre que ninguna culpa tenia, la viejecita la perseguia por la casa cuando esta estaba ahi, al fin y al cabo era su unica compania para bien o para mal era lo unico que doña Toñita tenia ya en el otoño de su vida.
--Vayase a la cocina o a otro lado ¿no tiene nada que hacer?, -le gritaba soledad-
Pero la vijecita permanecia a su lado como queriendo exprimir un poco de cariño que era imposible extraer de la endurecida alma de Soledad.
Por fin el dia de la audiencia llego; Porfirio no durmio una noche anterior, o màs bien toda una semana su estoma se contraìa con unas ansias insoportables, aquella espera, e incertidumbre lo habian adelgazada màs de lo que de por si la vida cruel de prisiòn lo tenia ya como perro trasijado. Se sentia inquieto pues Soledad no lo habìa visitado en los ultimos dias, ¿serìa que ya no le interesaba? con la inquietud de un adolesente enamorado.
Se preparò para la audiciòn como seguramente lo hubiera hecho para su examen recepcional o para su tesis si hubiera tenido la oportunidad de estudiar, lo hizo con tal esmero, pidio permiso al custodio para ser el primero en ingresar a las regaderas colectivas; como Joaquin el custodio de turno le habia tomado cariño por aquella actitud bonachona que reflejaba Porfirio, hizo la exepciòn quebrantando las maximas reglas de seguridad de prisiòn que seguramente de haberse sabido le hubiese costado la destituciòn, pero valia la pena el riesgo para darle un pequeño gusto a un ser humano con el que la vida se habia ensañado.
Recortò y peino su cabello, se rasurò, se acomodò y areglò lo mejor posible aquel uniforme de prisiòn color caqui ya en decoloro por el uso, limpiò sus zapatos rudos como el mismo porfirio, mientras memorizaba y repetia en voz baja cada linea de su discurso...
...si ustedes me permiten integrarme a la sociedad, sere un fiel obcervador de las normas y un eterno agradecido con la vida por esta segunda oportunidad, repetia mientras intentaba lustrar aquellos gastados zapatos...
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