Llueve copiosamente, las lentas gotitas de agua se deslizan por el ventanal, formando un pequeño charquito, en el riel sobre el cual rueda el vidrio, el movimiento del bus produce una diminuta ola en la infima piscina, que se precipita sobre la manga del brazo izquierdo que Carlos apoya sobre el carril de la ventana.
Maldecir para que maldecir, si este suceso no es mas que una de las migajas que contribuyeron para hacer de este un verdadero diÂa de inmundicia; Carlos pasa su mano derecha sobre la mojada manga, y luego la desliza sobre su rostro, donde las lagrimas se camuflan en el agua y se mezclan con la sangre que de su frente fluye.
El desespero y la angustia cual apocaliÂptica plaga empiezan lentamente, ha apoderarse de la mente de Carlos, este intenta moverse pero descubre que sus piernas estan inmovilizadas sin lugar a dudas el choque fue colosal; como reptando las imagenes empiezan a llegar una a una, y todo se empieza a aclarar, todo casi todo.
Por que diablos ninguno de los bomberos o de las personas que ya salió intentan ayudarle, por que le dejan hay atrapado, por que nadie se acuerda de el, ni siquiera Miguel, su gran amigo y compañero aquel que es casi un hermano; que le sucede a Miguel, ¿por que no actúa, que lo detiene para salvarle, Carlos entiendo perfectamente que Miguel es solo un niño de nueve años, aun asàpuede decirle a alguien, pedir auxilio, rogar por mi vida �
Unos minutos después, Carlos lentamente pierde las esperanzas y asiste silenciosamente a su propia muerte, al tiempo que descubre lo exageradamente cruel que puede llegar a ser; el existir como el amigo imaginario de un niño.
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