Los besos de espuma se transportan al infinito, con sus naves, sus barcos. Toda la gloria que los envuelve, que los sentencia, que los ensucia y degenera.
A lo mejor el silencio se vuelva idiota cuando cerremos los ojos, a lo mejor tus ojos respiren silencios. Tan solo dejemos que sufra el llanto, que se queme algún cielo, que estallemos en mil pedazos.
Ojalá la muerte no fuese tan real a veces, ojalá de todos los males el mío sea el menor.
Si junto las manos recobro un pedazo de tu lejanía, y me subo a la espalda del derrumbe, que se quiebra en lamentos, que absorbe lo que queda, que lo mata en sus muertes.
Mas allá es donde estamos, mas allá de todo lo que miran. Dentro de las grutas, de los manantiales infértiles que se apoderan del sueño.
Los ojos en las manos para predecir el viento, de tu infamia, de tu vida.
Brillantes en el techo de papel, donde nada se ve más que una sombra, una sombra donde mueren tus antagónicos besos.
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