Recuerdos de un pianista.
Mi mente giraba en recuerdos mientras me sentaba al piano. Sabía que había gente en el auditorio, personas de las cuales después de tocar tendría que despedirme con una reverencia. Pero lo que más me acongojaba era saber que entre todos los presentes, no estabas ahí.
Suspiré y encendí mi celular, marqué un número y lo puse encima del azabache instrumento.
Empecé tocar la canción que me ayudaste a componer y gracias a ti, estoy tocando ahora en un auditorio lleno de personas que me admiran. Supieran ellos ellos deberían admirarte más a ti que a mi. Que por ti soy un individuo entero, que por ti soy lo que soy.
La historia habla de un cuento de hadas, aunque por las circunstancias en las que me encuentro yo, me siento incapaz de cantar un final feliz, por eso le cambié la letra. De un príncipe que conoce a su niña- mujer y que son felices a pesar de los años... pasó de ser un príncipe que se convirtió en brujo, maltratando a la única persona que ha amado en su vida.
Mis pensamientos giran hacia ti, cariño. He sido un total idiota. Siempre encerrado tocando y tocando partituras que hablan de amor y tu, que me amas, no has recibido nada de mi, salvo ruidos en el piano y cantos aislados. Olvidé que comencé a cantar porque quería impresionarte, que te cantaba porque te amaba. Que toda mi música y lo que soy te lo debo.
Siempre tú en mi mente, mi amor. Ahora que toco y canto la canción que me ayudaste a escribir… y te recuerdo sentada en el sillón, con tu taza de café de las mañanas y sus ojos reposando en un libro de olvidada ciencia, escuchando lo que hago y levantando la mirada sobre tus anteojos cuando dejo de tocar. Sonriendo. Con tu cabello castaño enmarañado por el sueño de la mañana y tus pijamas de terribles colores.
Te recuerdo besándome en el cuello mientras toco. Siempre me ponía contento eso. Pero hace tiempo que no sucede eso y sé que lo merezco.
Hace tiempo que no hacemos el amor, hace tiempo que no hablamos... antes era tu por tu lado de la cama y yo por el mío. Tu sentada en la mesa almorzando y yo sentado en el piano cabeceándome con un DO RE MI, entre un desastre de papeles repletos de pentagramas. Tu llorando en la habitación en silencio.
Lo lamento tanto, mi amor. Te casaste conmigo yo siendo el príncipe de tu cuento de hadas y sin querer me he convertido en el hechicero que te ha encerrado en una torre.
Lo lamento tanto, mi amor... y entiendo lo que hiciste. Mereces un príncipe que te adore y que te trate bien. No un encorvado y malvado brujo.
Llego la parte de la canción en la que sólo había piano y apagué mi voz, la cual sentí que se iría a quebrar. Lancé otro suspiro. Lamenté que esa parte fuera tan corta, pero no podía alargarla. Tragué saliva y seguí cantando, tratando de retener las lágrimas que pretendían escapar de mis ojos.
Tenía en mente cuando dijiste llorando “me voy”, con una maleta enorme en la mano y tu bolso de libros. En silencio me quedé cuando cerraste la puerta con un estruendo. Mi corazón se partió en dos y mi mente sabía que me lo merecía. Te fuiste. Me lo merezco. Pero no tienes idea de cuánto quisiera que me perdonaras por haber sido tan imbécil, o a lo menos que supieras lo desdichado que soy al no estar contigo… por eso encendí mi celular y marqué tu número, con la esperanza de que escucharas lo que escribí, sabiendo que tu siempre le darías una buena interpretación a las variaciones de esta canción- cuento.
Al terminar de tocar, el público aplaudió. Me puse de pie, hice una floja reverencia y me fui detrás del telón. Encendí un cigarrillo y me sequé las lágrimas con las yemas de mis dedos.
De pronto, una mano en el hombro que me hizo voltear. Unos labios tocaron los míos y me bastó menos de un segundo reconocerte. El cigarrillo se cayó de mis dedos, te abracé y hundí mi cara en tu cabello. Necesitaba sentir tu aroma.
- Tu eres mi príncipe… ¿Y dónde está el final feliz del cuento?
Tomé tu cara entre mis manos, sonreí te miré a los ojos y dije, sin poder más de la emoción:
- Te prometo que lo volveremos a escribir.
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