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Inicio / Cuenteros Locales / JUANPIX / RADAMANTIS (PARTE 8)

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Me encuentro ahora rumbo a Quemchi, accedí a venir mas bien por lástima que por obedecerla. Mi madre se había casado muy joven estando embarazada de mí, y a los tres años se divorció, por lo que apenas tuve una relación con mi padre, ella siempre me recalcó el abandono de mi padre. Cuando era muchacho yo tenía pesadillas con él, a pesar de que no recuerdo su rostro. Yo era hijo único y siempre estuve muy ligado a mi madre, ella era todo para mí, lo que no quiere decir que fuera un niño mimado, o amanerado, todo lo contrario, por entonces ya me atraía el sexo opuesto como el anciano que espera impacientemente el día de pago o el marino que no halla la hora de regresar a casa, siempre estaba pensando en ellas aunque no había tenido ninguna experiencia y, por supuesto, no paraba de juguetear a todas horas.
Mi madre no quería ir sola a descansar, jamás le ha gustado la soledad, y como no tenía con quien ir, pues de hecho no había vuelto a tener pareja estable desde su divorcio, fuimos los dos juntos.
Llegamos el viernes por la tarde al hotel, fue un viaje interminable y yo sólo quería descansar. La sorpresa de mi vida fue que sólo había una cama de matrimonio, fue lo único que consiguió porque estaba repleto el hotel, circunstancia a la que mi madre no dio importancia, dijo que ya nos arreglaríamos, pero a mí me incomodó bastante, ya que por entonces yo solía estar con mis fantasías continuamente y tenía miedo de que me descubriera. Sin embargo, lo que más me preocupó fue el ver que la habitación, que era de diseño mas bien arcaico, tenía la ducha en un extremo de la habitación, sin puerta y con una mampara translúcida, lo cual me obligaría a desnudarme en medio de la habitación. Por otra parte me daría la posibilidad de ver a mi madre desnuda a través del cristal, lo que a pesar de todo me excitaba enormemente.
No sería la primera vez que viera desnuda a mi madre. Hasta los nueve años, nos duchábamos juntos con frecuencia, pero cuando cumplí esa edad y ella vio que empezaba a tener pequeñas erecciones en la ducha decidió dar por terminadas nuestras duchas en conjunto diciendo que ya me estaba haciendo un hombrecito, por lo que desde entonces no la había vuelto a ver desnuda, aunque si en ropa interior, pues no se ocultaba y a veces se paseaba así por la casa cuando se cambiaba de ropa.
Una vez en el hotel decidimos cambiarnos para dar un paseo en lancha por la costa y cenar. Mi madre se quitó la ropa con toda naturalidad dejando ver un conjunto de ropa interior negro muy ajustado y que dejaba libre la mayor parte del anverso y del reverso de esta electrizante calcomanía, lo que provocó un leve temblor en mi organismo.
A la vuelta, bastante tarde y algo cansados, llegaba el momento que yo estaba temiendo desde que vi la habitación, aunque también en cierto modo ansiaba, pues mi madre decidió que pasáramos a la ducha para dormir mas relajados.
¡Radamantis!, Dúchate tú primero - dijo, y entonces reparó en como era la ducha -¡mira!, ¿Te has fijado que ducha más original?, Está en medio de la habitación - pero no le dio mas importancia.
Me desvestí, quedándome solo con los calzoncillos, y me acerqué a la ducha, sin atreverme a desnudarme, así que empecé a perder el tiempo cepillándome los dientes, peinándome, etc. Mi madre se debió dar cuenta de que estaba incómodo porque entonces me dijo.
Oye, si te da vergüenza que te vea el culo me lo dices y me doy la vuelta, pero no va a ser la primera vez que lo vea, así que métete de una vez en la ducha - dijo mientras empezaba a desvestirse.
Hice lo que me decía, aunque no me atreví a pedirle que se diera la vuelta. Me desnudé y me metí en la ducha, entonces vi como ella se acercaba al lavabo que estaba a dos pasos de mí y se desmaquillaba. La excitación me provocó una tremenda erección que trataba de disimular poniéndome de espaldas a ella. En ese estado no podía salir, tirándome un buen rato bajo el agua. Ella se empezó a impacientar y dijo que saliera de una vez, entonces reparé en la situación, en que era mi madre, y estaba un poquito loca, y volví a mi estado normal, saliendo de la ducha, aunque sin intentar ya ocultar nada. Me terminé de secar, me puse un pijama corto y me metí en la cama.
Era su turno, tenía claro que me pediría que me diera la vuelta, pero no lo hizo. Dándome la espalda en todo momento se desabrochó el sujetador y se bajo las bragas con toda la naturalidad como si fuera un ritual ancestral que debía desempeñar a la perfección, sin dejar de hablarme y dándose a veces la vuelta mirándome a la cara, por lo que tenía conciencia que yo la estaba observando detenidamente. Tenía una dimensión posterior inferior bastante abundante pero bien definida, unas anchas caderas, y un color de piel bien sonrosado.

Texto agregado el 16-04-2009, y leído por 116 visitantes. (0 votos)


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