Me siento junto al viejo en aquella banca fría, de piedra. El viento sacude mi cabello y se ondea como lo hace el de color plata de aquel viejo.
Estoy aquí sentado junto a él por una razón, solamente quiero una historia, eso es todo, una historia, la que sea es buena. Soy estudiante de cine y en estos momentos ocupo hacer el mejor cortometraje del colegio, ya tengo todo preparado. Mis amigos serán los actores, así que no tengo por que preocuparme por pagarles ni un centavo para actuar en mi cortometraje, si acaso un refresco para las mujeres, y cerveza para nosotros los hombres, lo único que hace falta para este gran proyecto es una historia, y para tener una buena película necesito una buena historia y no se me ocurrió recurrir a otra persona que no fuera aquel viejo de la calzada, si, aquel se le ve sentado en las frías bancas todos los domingos, completamente solo. Ese viejo si que ha de tener buenas historias que contar, sin efectos especiales ni nada de eso, simplemente una historia, justo lo que necesito.
Espero hasta el domingo, y voy hacía la calzada con mi grabadora en la mano y con las cintas en blanco lista para grabar todas las palabras de aquel viejo, y con la otra mano sostengo mi cigarrillo que ha decir verdad me pone un poco nervioso pensar en aquella charla que tendré con él.
Estoy junto al viejo, las palabras no quieren salir de mi boca, hago un gran esfuerzo, hasta que al fin lo logro. Le platico mi situación, que soy un estudiante de cine y que necesito una historia, le pregunto que si me puede contar una, la que fuese esta bien, él con su voz ronca y un poco lenta me responde.
-yo te he visto y veo como me miras cuando pasar por aquí los domingos, y tu como todos te preguntas que hago aquí solo, domingo tras domingo y siempre volteando hacia la misma dirección-
yo lo miro y mi mirada se cruza con la suya, con sus ojos que un día fueron azules y que hoy ese color se ha ido debido a sus viejas cataratas, no le respondo y él prosigue.
--así que quieres una historia?? Pues no tendrás la mejor historia pero si la más sincera.
te contaré mi historia y la razón por la cual cada domingo vengo aquí para esperar.
Era el año 1922, los fabulosos 20’s, y es aquí mismo en esta calzada donde la conocí, donde conocí al amor de mi vida: Alejandra, su nombre era extraño para aquellos días, pero ella no era de esta ciudad, era una chica rica de esa familias adineradas y un día el destino la trajo a mi. Yo un chico pobre como todos por aquí en ese tiempo pero eso no me impidió conocerla y ha decir verdad ya no recuerdo como la conocí, solo recuerdo que era feliz con ella. Nuestro noviazgo fue difícil, sus padres no me aceptaban como era, pero aun así nos veíamos, yo era el chavo mas odiado de mi barrio por haber cortejado a tan bella chica en aquellos lejanos días.
Llegó el día en que le propuse matrimonio, recuerdo muy bien ese día, estaba nerviosos y sudaba como nunca, pero ahí estaba yo, arrodillado frente a ella en aquel viejo jardín, y ella con lagrimas en los ojos me respondió que si, que quería casarse conmigo ese fue el día más feliz de mi vida.
Nos casamos un domingo como era la costumbre en aquella época, la boda fue a escondidas de sus padres, ella se mudó a mi casa, que para ese entonces ya había trabajado muy duro para hacer una pequeña casita de madera, no era gran cosa, pero ahí vivíamos muy felices.
Fuimos muy felices pero no para toda la vida, como los cuentos de hadas o las películas modernas, esa felicidad duró cuatro años, solo cuatro años me duró esa felicidad, un día desperté y ella ya no estaba y donde ella solía dormir solo encontré una carta, esa carta nunca la abrí, no quise leerla, ya sabia lo que tenía escrito, seguramente decía que no era feliz conmigo y que regresaría con sus papás y haría una nueva vida feliz y sin mi. Yo ya no intente encontrarla, si no era feliz conmigo yo no la obligaría a regresar, porque lo único que quería para ella era su felicidad y si era feliz lejos de mí, entonces que así fuera.
No tuvimos hijos y yo no me volví a casar, nunca encontraría a otra mujer como ella, ella era única, así preferí quedarme solo, hacer mi vida solo.
Cada domingo vengo aquí desde hace 65 años y me siento a esperarla, porque aun tengo la esperanza de que algún día volverá y no quiero estar ausente cuando eso pase, se que algún día volverá por esta misma calzada por la que se fue.
Y aquí estaré domingo a domingo, el mismo día en que se fue y esperare hasta que llegue mi amada Alejandra o hasta que llegue mi muerte.--
Habían transcurrido dos horas desde que el viejo comenzó a hablar, y yo lo miraba muy callado, volví la vista hacia él y justo en ese momento se derramó una lágrima por su arrugada mejilla.
-aun tengo la carta aquí –dijo el viejo- la llevo día con día.
En ese momento sacó de debajo de su abrigo un sobre muy antiguo, el papel que algún día fue blanco ahora es amarillo.
-desde hace años que eh querido leerla -prosiguió el viejo- pero, la vista ahora es engañosa y no puedo leerla, ¿podrías ayudarme y leerla por mi? –preguntó-
Claro, le dije y tomé la carta, percibí el dulce aroma a antigüedad, y con manos temblorosas rompí el viejo sobre y saque la carta, tan amarilla como el sobre que la contenía y comencé a leerla para aquel viejo que estaba junto a mí.
querido. Lo siento mucho pero es necesario que me valla, no pienses que me fui con otra persona, ni que te dejé de amar, al contrario, me voy porque te amo, me voy porque estoy muy enferma, recuerdas aquel dolor que tenía y que padecía desde niña, pues ya fui al doctor y me dijo que me quedaban pocos meses de vida, que en estos últimos meses me pondré muy enferma, no podré salir ni siquiera podré pararme o caminar, voy a ocupar mucha medicina muy cara y no tenemos los recursos suficientes para comprarlas y si me quedo aquí contigo, tu harás hasta lo imposible por obtenerlas y los dos estaremos sufriendo, así que es necesario que me valla lo antes posible, ahora que todavía puedo caminar, lo mas seguro es que me valla con mis padres y ahí moriré, y si en verdad me amas como dices no vengas a buscarme, déjame morir tan feliz como estos últimos años contigo. Solo te pido una cosa, que hagas otra vez tu vida, busca a otra persona y hazla muy feliz así como a mi, pero por favor nuca me olvides. Y recuerda que te ame, te amo y te amare.
Terminé de leer la carta con un nudo en la garganta, el viejo se para con lágrimas en los ojos y se va caminando despacio por aquella misma calzada, por donde su esposa se fue un día y nunca más volvió.
El domingo siguiente regreso y el viejo no está ahí en la fría banca de la calzada donde solía sentarse a esperar.
El viejo se ha ido, no vino a buscarlo su amada, vino a buscarlo la muerte.
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