El espejo
Todo empezó ese día, un día común, al despertar abrió los ojos y vio que ya había amanecido.
De un salto salió de la cama, se vió en el gran espejo del antiguo tocador y su respiración se paralizó: No reconoció el rostro que la miraba. Sabía por lógica que debía ser el suyo y sin embargo le resultaba desconocido. Jamás había visto esa cara en toda su vida.
Y entonces otra idea la asaltó: Su vida ¿Qué vida? Se dio cuenta de que no recordaba nada sobre su pasado o sobre si misma. Nada antes de aquella mañana.
Miró a su alrededor, la habitación también le era extraña, nada de lo que allí había le era familiar. Ni el empapelado desvaído de las paredes, ni los muebles, ni la pequeña ventana por donde comenzaban a filtrarse los rayos del sol. Ni siquiera la cama de la que había salido para entrar en aquella pesadilla.
Volvió a mirar el espejo, pero ¿Quién era la mujer que la miraba a ella desde el cristal? Trató entonces de analizar aquel rostro, quizás observándose conseguiría recordar algo. Registró lo que veía: pelo rojizo, largo, facciones simples, aunque no hermosas y unos ojos grises y fríos. Por un momento esos ojos quisieron darle un recuerdo, pero no pudo retenerlo.
Decidió buscar algo en la habitación que le diese un indicio de su identidad pero a primera vista no había nada, buscando notó que en su mano derecha llevaba un sencillo anillo de sello con una letra A grabada en él. Era un comienzo. También encontró en el piso un bolso de gamuza azul y un pisapapeles transparente, de algún tipo de roca, muy pesado.
¡Tonta! Pensó, ¡Abrí la ventana! Seguramente algo del paisaje la ubicaría y la ayudaría a recordar, pero el espejo estaba frente a la ventana y no podía dejar de mirar su propia imagen que la fascinaba, como si la hipnotizara, dominándola, asi que caminó hacia atrás y sin sacar la vista de su reflejo, estiró sus manos hacia atrás y abrió las cortinas: Su sangre se heló cuando vió que no había paisajes, solo miles de espejos y en todos ellos su propio y desconocido rostro en el maldito espejo.
El espejo, entendió que toda esa pesadilla nacía del espejo, que en esos cristales algo malvado y horrible se escondía. Su cabeza comenzó a dar vueltas y vueltas y entonces sin pensarlo, tomo el gran pisapapeles y lo estrelló contra el espejo que estalló en miles de pedazos, mientras ella escuchaba un infernal ruido de vidrios rotos y un horrible grito de furia y dolor que no podía ser de ningún ser humano. Entonces todo se volvió oscuridad y sintió que su mente y su alma desaparecían
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Ella despertó en su nueva habitación, alquilada el día anterior y vio que ya había amanecido. De un salto salió de la cama y antes de mirarse al espejo del antiguo tocador, observó la foto de la mujer que estaba a su lado.
Era una mujer de pelo rojizo, largo, facciones simples, aunque no hermosas y unos ojos grises y fríos que la miraban con tristeza. Tomó la foto y miró el anillo de sello con una letra A grabada en él. Lo había encontrado en un bolso de gamuza azul que había en el tocador y que era el único mueble que había decidido quedarse para ella cuando alquiló la habitación unos días atrás. Cuando alzó la vista con la foto en la mano, la imagen que el espejo le devolvió era muy extraña. Solo reflejaba la habitación pero no a ella, que lo seguía observando fascinada mientras el espejo comenzaba a quebrarse suavemente, sin ruido, como una piel en la que se abren viejas heridas. De cada grieta comenzó a brotar un hilo de sangre, oscura y espesa que empezaba a derramarse hacia el piso
Eso era todo lo que se veía. Un espejo vacío y sangrante.
Sofi Morena (1986) |