No puedo más, el hambre acabara por tumbarme al suelo, simplemente, no puedo seguir caminando, no recuerdo siquiera que hora era el día en que salí, y ahora, solo me temo ya haber pasado por aquí, aunque sea una carretera, una larga lengua extendiéndose hasta la ciudad en una sola dirección, tal vez, no sé, di media vuelta en alguna parte de este monótono camino, después de todo, cuál sería la diferencia, el sol diluyéndose sobre el otro costado, apuntando al mismo sitio imaginario que jamás alcanzara nadie, he terminado por creer en mis recuerdos como fantasías siniestras, sueños inoculados al caminante por el sol sin sombra, he nacido en el camino, es decir, he naciendo en la carretera, como una minúscula viruta de carne que puso en marcha el viento, donde la gravidez sigue accidentándole un cuerpo, recogiendo lo que haya de recoger bajo su paso, se va atando una madeja de nervios sobre el cuello, un carne de desechos reunida que se derrama al asfalto caliente con las ondulaciones del paso, pisado, pasado, perdido. |