Hoy no me encierro, para ver el mundo salgo a la calle, no es como lo describen. Por un momento huele a jazz, su aroma vuela bajo el sonido que emana de los barriles de vino del centro y no cesa el ritmo. Un hombre pide en las Angustias, mala suerte, no es Navidad, se apoya en un árbol, me pide un cigarro, hago de estanco, qué más da, huele a Jazz.
Paso horas en un banco. Anochece sobre las palmeras de la plaza, hace fresco, me quito las gafas, la geografía se metamorfosea con la oscuridad de las paredes y las farolas hacen del colorido una pesadilla. Tan solo por un momento de oscuridad, cuánto no habría dado por un momento a solas con la noche.
Dirijo mis pasos hacia otro rincón más alejado dejándome llevar hasta la antigua Plaza del Mercado. El Jazz esta vez se mezcla con recuerdos e historia, el palacio Riquelme me saluda al fondo con sus majestuosos relieves entre la penumbra de sus caídos muros. El silencio que invade el entorno se mezcla con desdibujadas calles, desconchones, adoquines e historia, hay algo especial, nada que ver con el grotesco espectáculo anterior. Solo me molesta el tintineo del agua de la fuente que no cesa en su empeño de sacarme de mis sueños.... aun así sueño, sueño que sigue oliendo a jazz, fusionándose con cada una de las gotitas del chorrito de agua, que, irreverentes, rompen el ritmo de la melodía de una noche casi perfecta, de una cara vieja que me sonríe desde el fondo, me suena, sus campanas son altas, sus pináculos toscos, su tez, aún en la noche, morena.
Pero ante todo, hoy huele a Jazz en Jerez. |