La angosta puerta da paso a la sala del departamento. Viejos y deslucidos cuadros en la pared. Todo reluce de limpio, reconozco que Catalina es incansable para mantener esta caja de fósforos que es nuestro hogar. Las ventanas recargadas de visillos y cortinas que mando mí abuela, anque yo no las quería, pero mamá dijo que no la despreciará. Es que no embellecen, sofocan. La sala es pequeña y según la hora del día se transforma en comedor arrinconando las dos butacas de satén anaranjado, antiguas, pero muy cómodas. En una de ellas me siento a leer y la Cata lo hace en el piso del piano, al otro lado de la pequeña mesa. Discretamente abre el piano y sus largos dedos acarician el teclado y lanza notas claras y vibrantes que en el poco espacio se agudizan, se esparcen chocando con los cristales como si quisieran huír del encierro, acompañando el alma de la mujer silenciosa que quiere escapar. Escucho el ejercicio repetido y medito de que le sirve el piano a Catalina, empequeñece más la habitación que es sala o comedor según las necesidades horarias. Hoy es sábado y a esta hora es sala de estar. No puedo concentrarme con la información de los últimos acontecimientos mundiales. Se que ella espera con paciencia que deje de leer y doble el diario, lo deje sobre la mesa y me desperece y en ese momento me dirá que va a servir el te. Le contesto asintiendo con una venia. Todo tan monótono. Ella traerá las dos sillas y colocará un mantel bordado. El te al que le da tanta importancia poniendo adminículos que apenas caben en la mesa. Demasiado e inútil trabajo. la observo, ella sigue siendo atractiva, aunque su juventud se está ajando. Alguna vez tendremos hijos. Ahora no, no me desvelo por eso, ella lo sabe, no hay lugar para una cuna que nos cambiaría el diario vivir y el nocturno descanso. Deberé esperar un ascenso para arrendar algo mejor y ella tendría que dejar de trabajar hasta que el hijo pueda dejarlo en la guardería. lo que no le haría ninguna gracia. Pensando en eso descubro que no se si aún la amo, a veces siento que la odio por su aparente sumisión y su hipócrita sonrisa que me hunden. Si por lo menos me echara en cara mi dejadez. Honesto es que nos digamos ahora lo que sentimos y ella se marche, en la intimidad me rechaza, que el matrimonio fue una locura. Como sea necesito tranquilidad para terminar mis trabajos y aprobar mi Doctorado, ella no es para mí ni yo para ella, con indiferencia dijo que eramos uno fracasados y se fue al baño. En estos días no nos hablamos.

Esta tarde abro la puerta y encuentro algo raro, miro y no capto de inmediato, de repente me doy cuenta que el piano no está. ¿Dónde lo puso? Siempre está haciendo cambios. Avanzó buscándolo con la vista y no está , me vuelvo y veo sobre la mesa una esquela amarilla, las llaves de la casa y algo de dinero y leo: Te dejo con tus cortinajes y butacas, si algo te falta lee la etiqueta en las cajas que están debajo de la cama. Dejo las llaves y el dinero sobrante de los gastos y te regalo el espacio de mí aborrecido piano. Ojalá que nunca volvamos a vernos aquí ni en otra vida.