César era un hombre de ciudad, ocupado como muchos otros, en la vida cotidiana. Trabajaba como asesor financiero en una prestigiosa empresa ubicada en uno de los edificios más altos de su ciudad.
Ya hacia mucho tiempo que el no se tomaba unas vacaciones, por lo que pidió a su jefe que le diera unas semanas de reposo. Su jefe sabia cuan merecido se lo tenía, ya que César era muy responsable y se desempeñaba muy bien en el campo laboral. Entonces su jefe decidió darle la aprobación que tanto deseaba.
César ansiaba escaparse de su ajetreada vida; preparó sus maletas tan rápido como pudo y salió en su automóvil rumbo a la casa de unos familiares en Silverstown. Allí era el lugar ideal para pasar las semanas que tenía para descansar.
Al llegar a Silverstown, preguntó por la familia Greedsgood, le dijeron que se habían mudado un poco más lejos del pueblo. Le dieron la dirección exacta y agradeció el buen gesto de la gente del lugar.
Decidió continuar entonces con su hoja de ruta. Llegó al lugar donde le habían dicho por el atardecer; era una de esas típicas casas de campo, con pastizales, un granero, el establo para las aves y los cerdos, también tenían una estancia donde las vacas se alimentaban del pasto de gran verdor y abundancia.
Le recibieron gustosos, su tío el señor Louis Greedsgood y su esposa Nora Greedsgood. Ellos tenían solo un hijo llamado Víctor que ya era mayor.
Al caer la noche, cenaron un excelente ejemplar de venado que habían cazado el señor Greedsgood y su hijo. Agradeció la cena que le ofrecieron, luego se dispuso a dormir. Le mostraron el cuarto donde iba a dormir, un improvisado cuarto de huéspedes, ya que no acostumbraban tener visitas muy a menudo.
Al día siguiente, César viendo que la señora Greedsgood se quedó sin leña para la cocina que funcionaba con éste material orgánico, se ofreció a traer la leña del bosque. Víctor se dispuso a ayudarlo y guiarlo hacia el bosque.
En las cercanías del lugar no habían encontrado mucha madera, por lo que decidieron adentrarse en el oscuro y espeso bosque.
Estando allí, se dispusieron a cortar la leña, César dejó por un momento a Víctor para entremezclarse con la agradable naturaleza de ese bosque, poco a poco iba alejándose más y más, hasta que llegó a un lugar abierto libre de árboles. Ahí encontró una casa al más puro estilo de la cabaña de un leñador, le causó mucha curiosidad dicha estructura por el solo hecho de estar ubicada en un lugar así. Llamó a la puerta, pero nadie contestaba, así que entró a la casa. Por dentro parecía una cabaña común y corriente, adornada con muebles rústicos, una chimenea llena de hollín y sin largo tiempo de uso, trofeos de caza, como por ejemplo la cabeza de un ciervo taxidermizada.
César sintió que le observaban, aunque lo atribuyó a su completa soledad, al cabo de unos minutos salió de ahí y regresó de nuevo junto a Víctor, éste ya había acabado de cortar la madera, lo ayudó a cargar con la leña en el camino de vuelta a la casa.
Por el trayecto, César le comentó acerca de la extraña cabaña que había visto, Víctor se mostró sorprendido y dijo que nunca había visto una cabaña en ese bosque y que nadie lo había mencionado jamás.
Al llegar a la casa, Víctor les habló acerca de lo que César había visto, Louis se mostró un poco alterado y le advirtió que nunca se atreviera a entrar en esa cabaña dando por terminada la conversación acerca de la casa.
Los días pasaban y a César le carcomía el no saber el por que de tal reacción del señor Greedsgood. Estaba convencido de que algo ocultaba.
Un día, por la mañana, el señor y la señora Greedsgood se percataron de que Víctor no estaba en ninguna parte de la granja y tampoco en la casa.
César se solidarizó en la búsqueda de Víctor y fue a ver al pueblo a lugares donde acostumbraba ir, preguntó por doquier, pero nadie sabía nada acerca de él. Tuvo un extraño presentimiento de que debía estar en el bosque.
Pasaban las horas y César se decidió a ir al bosque; el sol se puso, ya estaba por oscurecer cuando se fue adentrando en el frondoso bosque con una pequeña linterna en la mano. Por culpa de la oscuridad reinante y sin destello alguno de luna, a César se le hacía difícil encontrar el camino correcto.
Después de vagar sin rumbo fijo, se encontró de nuevo con la cabaña, de noche parecía más tenebrosa que la primera vez que vio la casa; entró en ella y miró a su alrededor al cabo de unos instantes, encontró a Víctor tirado en el piso con el cuerpo totalmente paralizado y con la mirada fija hacia la chimenea. Aún respiraba, César le preguntó si se encontraba bien. Víctor empezó a moverse como si le diera un ataque de rabia, por lo que César le repitió la misma pregunta, y entonces emitió unos sonidos inentendibles, murmuros, llanto, risas descontroladas, estaba completamente loco. Trató de calmarlo, por un momento se tranquilizó, con lo cual César vio la oportunidad de regresarlo de vuelta a su hogar.
Ya estando en la casa, el señor Greedsgood preguntó que había ocurrido, le contó como y en donde encontró a Víctor. Al escuchar esto la señora Greedsgood lloró amargamente y abrazó a su hijo, su padre también trataba de consolarla, entonces lo llevaron a su cuarto para que descansara.
El señor Greedsgood agarró una botella de Whisky que guardaba en la congeladora, ofreció a César un vaso de esta bebida y le pidió que tomase asiento para hablar sobre lo ocurrido. Le dijo que presentía que un día de estos iba a suceder algo así, a lo que César se mostró confundido.
Relató entonces la historia de la cabaña:
En esa cabaña vivían un leñador y su familia, se decía que el leñador constantemente peleaba con su esposa por cualquier cosa y hasta sus hijos dejaron de tenerle afecto por las tremendas palizas que sufría su madre y a veces también ellos. Un día el leñador tuvo un ataque de celos injustificado y estando ebrio, asesinó a toda su familia en esa misma casa, luego se suicidó. Desde ese fatídico día nadie del pueblo ni tampoco ellos se atrevían a acercarse a la cabaña, ya que los que lo hicieron aseguraban haber visto por la noche el fantasma del leñador en la puerta de la casa.
César se quedó sorprendido por el relato e indagó el porqué de no habérselo dicho a Víctor, a lo que el señor Greedsgood respondió, que no querían que entrara allí, por su seguridad. César entendió entonces la situación. Él, muy escéptico en estos asuntos, decidió ir allí y develar el misterio.
A la mañana siguiente preparó sus cosas y esperó a que llegara el anochecer, ya que iba a dormir en la cabaña, llevó unas mantas, ropas de dormir y su linterna. Llegó la noche y se introdujo una vez más en el bosque rumbo a la casa. Instaló su improvisada cama y abrió un libro que aún no acababa de leer.
Cuando ya se encontraba somnoliento, de repente escuchó unos golpeteos fuertes y fugaces alrededor de las paredes de la casa, cada vez más rápidos, que no eran capaces de ser producidos por ningún ser humano u animal. César estaba muy aterrado por el hecho de desconocer completamente a su invisible enemigo, trató de calmarse diciéndose a si mismo que solo era un sueño, pero rápidamente fue desmentido cuando uno de los muebles fue lanzado hacia él por alguien o algo que no podía ver. Empezó a descontrolarse por la sensación de terror y soledad que llenaban su ser, trató de escapar buscando afanosamente la puerta, pero esta no se abría, trato de cortarla con un hacha que se encontraba en una esquina de la cabaña pero nada servía, no le hacía ni un solo rasguño. Buscó las ventanas, allí donde antes estaban, pero extrañamente habían desaparecido.
César se encontraba en un estado de casi completa locura, no podía atribuir el hecho a sucesos normales de la vida cotidiana. Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, vio la estremecedora figura del leñador, su cabeza tenía una enorme perforación en el lado izquierdo, que probablemente era a causa del disparo de una escopeta. Luego, cerca de la chimenea vio la sangrienta escena que se reproducía ante sus ojos parecía volver a repetirse la historia la esposa del leñador fue decapitada por él y los hijos fueron asesinados a hachazos por su propio progenitor. La espantosa imagen parecía haber ocurrido solo hacia unos pocos minutos. Luego de esto, el leñador miró a César y se dirigió hacia él. De nuevo César intentó abrir la puerta, y esta misteriosamente, se abrió sin ningún problema.
Salió corriendo despavoridamente del lugar, tratando de encontrar el camino de regreso a la casa de los Greedsgood, no podía ver nada ya que no tenía su linterna y los árboles tapaban completamente todo rastro de luz lunar. A ciegas escapaba de su inminente cazador; cuando creyó no escuchar más sus pasos, el fantasma del leñador se apareció frente a él, sus ojos no podían dar crédito a lo que estaba viendo. Trató de correr a su derecha, pero el bosque era un laberinto a oscuras, corría sin parar, y cuando ya sus fuerzas lo abandonaron, cayó al suelo y empezó a sollozar creyendo que era su final, escuchaba los pasos del leñador cerca, cada vez más, y de pronto sintió que alguien le tocó el hombro, gritó aterrorizado, pero una voz conocida le dijo que se calmara, era el señor Greedsgood, un sentimiento de paz llenó su ser.
Volvieron a la casa y César les contó lo sucedido, ellos no se mostraron muy sorprendidos y le dijeron que era muy afortunado al haber sobrevivido, ya que una vez que el leñador aparece y posa sus ojos sobre su victima, no descansa hasta no matarla, por lo que César extrañado preguntó por que no había asesinado a Víctor a lo que el señor Greedsgood respondió que no tenia la menor idea.
César, antes de dormir en su habitación había visto en la ventana que daba justo a el bosque, lo que parecía la figura del leñador en la penumbra. Esto lo aterro en demasía y se apresuró a dormir.
Por la mañana escuchó unos gritos que provenían de la habitación de Víctor, era la señora Greedsgood, que ahora se encontraba llorando en los brazos de su desconsolado esposo, preguntó que había sucedido, solo pudieron señalarle el cuarto de Víctor, César entró apresuradamente y allí mismo cayó de rodillas ante el macabro hallazgo, Víctor yacía destrozado e irreconocible en su cama manchada por la sangre derramada, César comprendió que era el espíritu vengador del leñador que había consumado la terrible maldición de la que poseía fama.
En ese mismo día enterraron a Víctor, César se despidió de sus familiares y regresó a la ciudad. Ahora sigue recordando de nuevo aquel terrorífico suceso y suele alucinar de vez en cuando, viendo la figura del leñador en todas partes, con un hacha en la mano y en la otra, la cabeza de Víctor, sabiendo que también la muerte lo espera.
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