III.- Rocío
Se habían quedado mudos frente a aquél espectáculo, de repente todo el día había pasado frente a sus ojos y Constanza con la vista en la flor que había surgido de las raíces se preguntaba si recogerla o no, pero… Qué tendría que hacer con ella?
Las piedras de ambos brillaron, y vieron como salía de atrás del árbol una muchacha de pelo largo y negro, piel muy blanca y ojos azul brillante, en su pecho una luz violeta les indicó que poseía una piedra igual a la de ellos. Sus ropas consistían en varias telas grises y blancas sobrepuestas y unos sencillos zapatos de lona negros.
- Eras tú - indicó Constanza, casi con un dejo acusador en su tono.
La muchacha sonrío.
- Mi nombre es Rocío.
- Ahm… yo soy Alex y ella es Constanza.
- Gusto en conocerlos. Sí era yo… pero yo no fui quien estableció esa conexión anoche, de todas formas si viste todo lo que supongo, sabrás de dónde vengo, verdad?
- Ah… We -en-l?
- Exacto.
- Vienes por la flor?
- No específicamente… Esa flor te esperaba a ti, Constanza, pero pertenece a mi mundo y fui enviada para guiarte hasta su destino, dónde la flor debe permanecer.
- Por qué me esperaba a mí?
- Eso no lo sabemos, el árbol es el que debía elegir y ya lo hizo, yo no puedo llevarla sola, pero tú tampoco. Nueve son los que cruzarán el portal con la flor.
- Nueve!? Pero…
- Estas piedras los designarán, cada uno es dueño de una piedra.
- Quién decidió todo eso? – cuestionó Constanza.
- Antiguas profecías, nunca se han equivocado.
- Supongo que yo también iré entonces… - observó Alex.
- Si, es el segundo día y ya somos tres – celebró la extraterrestre. Se agachó junto al árbol y recogió la flor de cristal con cuidado. – Ten, - le dijo a Constanza – en tus manos está el futuro de mi mundo. – Y la depositó en las manos temblorosas de la niña.
“No quiero sonar cursi, pero el tiempo sin ti se me hizo eterno. Lo peor era que no sabía siquiera si estabas vivo y nadie podía darme noticias tuyas, nadie sabía que te habías ido de viaje. El rey puso carteles buscándote como persona desaparecida por todo el reino y los alrededores y tantos meses pasaron que hasta yo misma creí que era así. Y cuando te dieron por muerto yo lo hice también.
Un día que me detuve frente al mar como lo hacías tú, el Mago en persona se me acercó.
- Mi niña – dijo – no te consumas en tu pena, él estará bien, ya verás. Tuve razones para enviarlo a esa misión es joven, inteligente y fuerte. Además despertaste la ternura en él, algo que desconocía casi por completo. Ten fe.
Supe inmediatamente que estabas vivo y te acercabas. A la noche siguiente llamaste a mi ventana, salí rápidamente a abrazarte y tu estado demacrado me impactó bastante, estabas mucho más delgado, tu barba estaba larga y tenías marcadas dos profundas ojeras bajo los ojos, mi padre no estaba así que pudiste asearte y comer sin problemas. Casi volviste a tu aspecto pulcro cotidiano, de no ser por tu avanzada desnutrición.
Luego de comer olvidándote del protocolo del castillo, me dijiste que tu viaje todavía no terminaba… que ni siquiera habías llevado a cabo la mitad de él.”
- Constanza… me voy, ya son las 12. Mi abuela querrá saber donde me pasé todo el día.
- Ah. Sí, claro – respondió ella quitando recién los ojos de la visitante – Te dejaré en la puerta. Ven Rocío, pasa…
Los tres entraron y Constanza despidió al muchacho en la reja.
- Vengo mañana temprano.
- Si, por favor – e hizo un esfuerzo por sonreír que Alex agradeció bastante.
Volvió al comedor y Rocío estaba quedándose dormida en el sofá.
- Discúlpame, mi viaje ha sido bastante largo.
- No te preocupes, hay habitaciones que puedes ocupar, sígueme.
La dejó en uno de los dormitorios y se dirigió al suyo, se recostó en la cama sin desvestirse y sopesó sus probabilidades: Pasaba la noche en vela haciéndose preguntas que no contestaría hasta el día siguiente o incluso mucho después, o podía dormir esta noche y preocuparse mañana.
Optó por esta última alternativa y cerró los ojos a la fuerza.
Despertó al día siguiente entre trinos de pájaros y un persistente rumor de bosque, la mañana estaba limpia y fresca, y en el cielo transitaban delgadas nubes impulsadas por una suave brisa. Se sentó en el marco de la ventana que daba hacia la calle con la flor blanca en la palma de su mano; ya no miraba Luz con la angustia de antes, el misterio de la ciudad había empequeñecido considerablemente desde la aparición del pájaro negro.
Alex apareció frente a su reja, se veía nervioso y un tanto desaliñado como si no hubiese dormido bien. Miró hacia los lados, aparentemente sin buscar a nadie en especial y luego levantó la vista al cielo. Ambos sabían lo que buscaba allá arriba; pero al no encontrar nada volvió los ojos a la puerta, hizo un movimiento rápido con las manos como si intentase recordar algo, se giró para regresar por donde había venido, pero se arrepintió y se quedó donde estaba. Tras varias repeticiones de los mismos gestos su mirada se encontró con la de Constanza. A pesar de que la actitud del muchacho podría haber resultado bastante divertida, no fue así para ella; sabía exactamente lo que él sentía en esos momentos, porque ella tenía la misma sensación: una mezcla de incredulidad y temor.
Aún así Constanza le sonrió:
- Hola.
Como si le hubiesen quitado un peso de encima, Alex dejó caer ambos brazos y contestó el saludo.
- Ehmm… ¿Como estás? – preguntó él cuando Constanza bajó a abrirle la reja.
- Bien, creo. ¿Y tú? Pareciera que no tuviste una buena noche. – su rostro serio no mostraba signos de burla.
- No, no la tuve y fue bastante larga. Rocío, está…
- Durmiendo, supongo.
- Ah, entonces todo sucedió realmente.
- Sí, aunque pareciera un sueño. Ven, sube.
Ambos entraron a la casa azul y llegaron a la habitación de Constanza.
- Disculpa el desorden, desperté hace algunos minutos.
- No hay problema, no viste el desastre que dejé en mi pieza…
- Siéntate – le sonrió.
Alex dejó escapar un suspiro leve y se sentó en el borde de la cama, Constanza volvió a sentarse en el cuadro de la ventana, tenía la flor entre las manos, de verdad parecía hecha de cristal.
- La flor… - murmuró él – es lo que debemos llevar hasta We-en-nl.
- Si… pero no entiendo para qué.
- Entonces las piedras si tenían relación con el pájaro, y vienen de We-e, del mismo mundo de ella… y buscan lo mismo. Qué tenemos que ver nosotros con su mundo?
- No lo sé. Que el árbol me haya elegido… que de cierta forma las piedras eligieran a quienes tienen que ir. Porque los nueve tienen piedras, pero nosotros no las buscamos. Y el poder…
- Si, no es de este mundo.
Constanza hizo una pausa meditando seriamente lo que iba a decir.
- … Vas?
Alex la miró seriamente.
- Yo voy y me sentiría más segura si fueras también.
- Está bien… vamos a caminar un poco, necesito ventilar mi cerebro un rato.
Constanza sonrió y salieron a las desiertas calles de “Luz”.
- Entonces… tu abuela vivía aquí? – preguntó ella cuando doblaron la primera esquina hacia ninguna parte.
- Si, desde hace varios años…
- Y no sabe ella porqué los habitantes abandonaron la ciudad?
- No se dio cuenta, supongo, se está quedando ciega y sorda, y su memoria deja bastante que desear…
- Pensé que podría saber algo – comentó Constanza pensativa.
- Si ella está aquí deben haber más personas que también se hayan quedado, aparte de los que están comprando las casas.
- Y el clima…
- Si! Verdad que es extraño? Pero me gusta.
- A mí también.
- Entonces buscamos a los demás – pensó Alex en voz alta.
- Si, creo que los nueve deben ser la población completa de Luz.
“No entenderías la angustia que me invadió, no tenía palabras para decir nada, el nudo en mi garganta no dejaría salir frase alguna, razones, excusas. Pero me miraste y viste en mí todo lo que pasaba por mi mente, nunca he sido capaz de ocultar mis sentimientos y tú eras más perceptivo que los demás. Ahora sé lo que querías decir cuando bajaste la vista a tu plato vacío, lamentabas no quererme tanto como yo te quería, de la misma forma…
No dijiste nada, no dije nada. Cuando dejé de pensar en mí recordé lo cansado que debías estar y te indiqué una cama donde pasar la noche. Yo no pude dormir.
Desperté de unas extrañas alucinaciones que me asaltaron al día siguiente en mi semi-somnolencia y corrí a buscarte a la habitación, tenía la certeza de que te habías ido sin despedirte como la última vez… Sabía que si ocurría lo mismo no volvería a saber de ti., Llegué acezando hasta el umbral y te vi sentado en el borde de la cama, la luz del amanecer te iluminaba de una forma extraña. Sé que sigo siendo cursi, pero esa luz estaba hecha para ti.
- La verdad es que no quería involucrarte, nunca quise poner tu vida en peligro ni siquiera alejarte de tu hogar. Pero no eres una niña y siento haberte tratado como tal todo este tiempo, tienes derecho a darle forma a tu destino. Como yo, como cualquiera.
No me miraste mientras decías todo esto, por eso cuando dirigiste tu rostro hacia mí, un escalofrío me recorrió y temblé.
- Deseas acompañarme lo que queda del viaje?”
Luego de varias cuadras llegaron a las afueras de la ciudad y se detuvieron junto a la autopista por la que había pasado Constanza. El agitado tráfico de los vehículos casi les pareció fuera de lugar al contrastarlo con la paz de la ciudad y de los cerros aledaños. Se quedaron ahí un poco hipnotizados por el ajetreo de la carretera hasta que ella despertó.
- Mira! Viene alguien!
En cualquier otro sitio esto no habría sido siquiera motivo de atención, pero Luz era un pueblo desolado donde ellos debían encontrar personas. |