Alguien encadenó una fiera monstruosa a mi tobillo. Vive huyendo, todo es miedo para este ser nervioso, despeinado y sudoroso. Cincha de la cadena y me arrastra.
Presa la una de la otra la “vamos llevando”.

- Ahora que estamos aquí, monstrua, vamos a quedarnos el Tiempo Necesario.
- ¡No! El Tiempo Necesario es muy peligroso, ¡vámonos!

En diálogo imposible continúo: -El tiempo necesario para saborear este aroma a mar; para escuchar el verde de la rompiente de este Río como mar; el tiempo para estar aquí cuando la epidermis marítima comienza a dorarse.
- ¡No! Vamos ya, es tarde… ¡y todo lo que hay por hacer!

Comienzo a sentir los tirones que me despellejan la pierna. Ese ardor nervios arriba ya es agobio y desesperación. -¡Al diablo mi pierna! Permanezco sentada contemplando y relatando. Me detengo en un semejante que con su negro y brillante ojo fotográfico captura forma y color. El sol ya santifica los edificios de enfrente; algunos semejantes se retiran y otros quedamos.

Mi monstrua también sentada junta fuerzas para un próximo combate. - A veces no sé si llamarte semejante, le digo. -Ahora sí, vamos.