La masturbación es la burla de nuestra soledad, de nuestra última tristeza: hay algo en ella riéndose de nosotros. Y los necios tontos nos creemos reir. Después de todo, sentimos, ¿o no?, la sonrisa socarrona detrás de nuestro rostro, ¿no sentimos acaso nuestra boca descomponerse en una mueca circense y la de nadie más? ¿No son nuestros ojos los que deberían implorar con lágrimas compañía?
Todos somos muchos, eso es algo que he aprendido, pero nada que se aprenda puede evitar que nos odiemos. Esta piel que me sacaría con los dientes – ¡adonde tirarla!-. Como si pudiésemos separarnos de los huesos...Una vez un dios en un sueño me dijo, bah decía en realidad nomás, – ya no se puede hacer nada más por él – refiriéndose no sé bien a quién, pero mientras caía hacia atrás en un remolino de colores y confusión y venía a despertarme agitado en mi cama nada celestial, oí una voz que decía, como al borde de caerse del sueño, – y por vos tampoco – .
Lo terrible es que estas palabras aparecieron más tarde, luego de recordar varias veces el sueño, como se da al repetir una historia, que uno va reubicando los sucesos a tal punto que su ritmo es tan óptimo que pareciera que uno vive en una comedia dirigida por el mayor genio humorístico de todos los tiempos: (¿me atreveré a decir su nombre hoy aquí?). Probablemente el sentido del humor de mi alma solo lo compartiría Schopenhauer y algún que otro suicida, si es que no lo consideran demasiado deprimente. Por supuesto que no considero haber inventado tales palabras – ¿qué mente perversa haría una cosa así para consigo mismo?...además de yo, ¿no?, digo, claro.
Pues bien, yo no me he dicho esas palabras, por lo menos no en la vigilia, aunque creo por completo en su veracidad. Y aunque yo sea un hombre de recursos, sépanlo, no los aplicaré para decirles, “señores, las cosas son tal y como las recordamos, etc.”, pero podría hacerlo si quisiera, y ustedes, sin dudarlo, lo creerían por completo, pues vean: lo que recogemos de nuestra mente, eso que decimos aprender, no es más que recordar; y por sobre todo, eso que es recordar, es tomar algo que ya estaba ahí; al vivir cosas y luego recordarlas, nada hacemos más que adaptar las formas de la realidad a nuestra cualidad subjetiva, a la toda-posibilidad subjetiva de capturarla (que ya está dada); y luego, dada la naturaleza de cada quien, las cosas son acorde a ella. Señoras y señores, las cosas no son ni como me parecen siquiera, sino como me las acuerdo.
Pero mis palabras querían ir, ser por una vez al menos las flechas que señalan y acusan, querían ir digo contra la belleza-apetito. ¿Por qué el mundo es ganado por la luz? ¿Qué amigos poderosos tendrá el sol? Ah, claro...Dios, siempre me olvido. De esa belleza que siempre la luz nos recuerda, a cada instante, con cada gota de color sobre la que apoyamos los ojos, es el clavo que nos une una vez más al cuerpo, es la tortura de la eterna contradicción. Me han dicho de ser libre; señores, no hay libertad en el Ser. Me dijeron con claridad cada palabra – eres libre, aquí tienes tu libertad –. ¿Acaso es una burla? ¿Es que no creen que sepa yo cuán bien me conocen? ¡Cuán bien me conozco! Jamás podría aceptar mi libertad, mi felicidad con esta alma enferma. Y a la vez no puedo abandonar el sufrimiento de mi negativa: en conclusión, y sin que se me deje de tomar en serio por el acompañante humor que utilizo para alivianar mis palabras, mi mal es no poder tomar la felicidad ni poder abandonar la tristeza de no hacerlo*. Ni mundano ni nihilista, por eso a veces pienso, me figuro como un deseo...tal vez un despertar no-siendo.
*me equivoco: mi mal no es no poder tomar la felicidad ni abandonar el dolor de no hacerlo; sino que es el no poder tomar mi felicidad sin ganar un dolor por perder el sufrimiento de no poder tomar mi felicidad. Lo que se dice un alma contradictoria. |